18 de febrero de 2007

Eticidad

"No hay mal que por bien no venga". Es brutal el refranero. Pero no se trata de encontrar el bien en el mal, de escamotearlo y tragarse la injusticia. Ningún mal es un bien. De lo que se trata es de seguir: entiendo que esa es la marca de la buena voluntad kantiana, que sigue adelante pese a todos los fracasos que la inclinan por lo contrario. Esto es, que se debe buscar la mayor pureza -perfección, santidad- donde menos se la espera. En esto debe inspirarse toda buena autobiografía: en el relato de la superación, como una travesía que vence el espacio y el tiempo.

¿Es tan diferente la moral kantiana de la moral del refranero?

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Resulta demasiado fácil asimilar los fallos de la fundamentación filosófica última, en cualquiera de los sistemas modernos de ética, a las dificultades conocidas de los intelectuales a la hora de afrontar los retos sociales, bien poniéndose en cabeza, bien retirándose a cualquier torre de marfil académica o mundana. Por lo que sé, esta continua crisis afecta a los escritores públicos (los intelectuales) españoles desde el siglo XIX (¿el siglo pasado?). Pero los mismos intelectuales no resultan satisfactorios, a veces, cuando tienen que argumentar la significación de la crisis, demasiado retóricos o demasiado ceñidos al tiempo (las modas).

Tengo claro que en esta fácil asimilación hay alguna trampa. Porque referirse a las dificultades de una razón que se empeña, humanamente, en ordenar las cosas, nos tendría que llevar demasiado atrás en el tiempo y en los conceptos.

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