De esa mina de música feliz que es Jazz entre amigos, 1984-91, se tiene que desprender un melancólico sentir. Queda el sonido, tan bello, un fantasma de existencias. Fantasmáticas también las voces de las entrevistas.
Estos son hechos triviales, de nosotros hablan. Vagamente se recuerdan algunos momentos de estos programas, hace más de treinta años. Nada que ver: también recuerdo la maravilla de Ordet.
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