Y esas cosas que viven
de evasión comprenden que las alabes, fugaces;
confían en alguna salvación en nosotros, los más fugaces.
Quieren que las transmutemos enteras en el corazón invisible,
en nosotros, infinitamente; en nosotros, seamos lo que seamos al fin. (Rilke, que Elegías, IX)
Repetimos y repetimos la lectura,
tan lejos de la lengua, entregados al mensaje. El poema es lo que dice, que en caso contrario no estaríamos aquí.
Repetimos, este lamento y aquel otro de la nieve hecha presencia, nadie al final, nada al principio.
Leer es devolver la lentitud, entregarnos a ella, recordar la misma pesadez del habla, de aquel que piensa y escribe como quien anda en sueños por la colina.
... Las cosas, sí, caídas en el silencio.
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