Cuando despertó, Ser y tiempo seguía alli, mudo y pachorriento pero acusándole de olvidar los olvidos y de irredento ontoteologismo.
(Maese Ortega miraba para otro lado, con su raigambre vital chulapa. Augusto*, entretanto, se mosqueaba con los plagiarios epigonales.)
*No el de Miguel, sino el transatlántico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario