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18 de febrero de 2018
No nos habíamos creído lo bastante a McLuhan. Nos cegaba el prejuicio: era canadiense. Como en música, nada importante podía venir de allí. En fin, que no queríamos conceder que el digitalismo nos trajese un revival del medievalismo. (¿Chesterton lo habría querido de esta manera? Yo pienso que no.) Y con ello sus corolarios institucionales, ideológicos, como fueron conocidos cuando fueron puestos al servicio de los Estados nacionales emergentes y absolutistas en el origen de la modernidad. ((Ahora, en estos momentos o en prontos futuros, ¿al servicio de qué forma de Estado? ¿Los Estados orwellianos, de 1984, serán las grandes multinacionales de la información? ¿Se reconvertirán estas en los poderes políticos de la Cosmopoliteia?))
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