La vieja trampa vuelve a saltar con el automatismo de siempre: prohibimos algo o condenamos sin juicio a alguien porque queremos hacer justicia a los oprimidos y salvaguardar a los inocentes; si tú no acatas nuestra prohibición ni das por lícita de antemano nuestra condena es porque eres cómplice de los opresores y de los culpables. (A. Muñoz Molina, en Babelia)
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