Hállase una virtud no escasa en el escribir mal, en el estilo retorcido e incómodo, aunque arribe a cimas gongorizantes. Tal es la súbitanea aprehensión de que en la alambicada cogitacion se comprende una verdad muy exotérica. Por ejemplo, que el lenguaje planta un reto al lector. Oblígalo a trazar caminos, desbrozando el bosque elocutorio de rastrojos retóricos. El lector se esfuerza.
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