Volvía de la verbena popular, en el barrio bajo de la ciudad. Me dirigía con unos amigos a tomar algo. Podríamos seguir hablando. Y quizás imaginar que al cabo del camino es otro viaje el que se emprende. Uno mismo o modificado, depurado para la memoria de lo lo hecho y el olvido fértil para el futuro. Quizás renazca quien es capaz de fingir que nace. Sin peso y sin culpa.
Digamos que empecé de noche escuchando el bramido lento de las olas, entre compadres, y se hizo de nuevo la luz del día, a solas, atravesando una llanura y bebiendo del río..
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