Refiriéndose a Kant:
... comprendió lo poco que ganaría la causa del buen gusto con el asesinato de un metafísico viejo, árido y adusto (...) que no era posible que, una vez muerto, se pareciese más a una momia de lo que ya se parecía en vida.
Lo escribe Thomas de Quincey en su ensayo acerca de la estética en el crimen.
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