Yo, mi señor, ya tengo cierta edad, y perdida la vergüenza me atrevería a perpetrar estas platónicas ocurrencias. Nacidas del temor o reverencia que le tengo al mismo texto original, fijado por divinos humanistas en el incipit de nuestra era, salen estos fragmentos de lo que otros doctos escriben, o de lo que para mí posee un mínimo de resonancia del discípulo de Sócrates. Séame perdonada mi insolencia, pues no sé lo que hago.
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