26 de noviembre de 2013

Fabulaciones privadas, ficciones económicas de un país

Alquilar es tirar el dinero. Una idea empezó a ser repetida a principios de la década de 2000 hasta convertirse en una verdad absoluta. En una especie de locura, decenas de miles de españoles se lo creyeron. “¿Para qué vas a pagar a un casero cuando por el mismo precio pagas una hipoteca?”, decían los padres a los hijos. “En el peor de los casos, y si te quedas sin trabajo, vendes y algo habrás ganado por el camino. Los precios de las casas no bajan nunca”. ("En la calle", En El País)

3 comentarios:

Julio Gonzalez dijo...

Es lo que tiene la falta de sentido común, no se para que querría nadie comprar una casa que terminarás de pagar cuando te jubiles. Puro capricho.

Martín López dijo...

No se puede negar el riesgo, y la locura en muchos casos, pero yo lo veo más bien como una aplicación del principio de inducción, basándose en la confianza que puede generar la evolución económica y política de un país. O sea, que realmente nos creímos que éramos europeos... Ahora, en este momento, es difícil que nadie se hipoteque mirando la que le puede venir encima... Pero hasta hace muy poco adquirir una vivienda en régimen de hipoteca podía ser un asunto de elección racional, y una buena herencia, con todos los valores que tiene o connota una casa, que dejar a los descendientes. Repito, yo lo veo esto en términos de confianza en la marcha económica, dejando claro que se mezclo muchísima locura, y que ya veremós como salimos de esta.

Julio Gonzalez dijo...

Entiendo esto que dices, lo entiendo muy bien, de verdad. Tal vez con quien debería pagarlo es con los que se aprovechan, pero también es cierto que en ocasiones la actitud estafadora de esta gente la veo como un castigo a la ignorancia, el materialismo y la conformidad que ha caracterizado a la sociedad occidental, todos queremos de todo pero sin saber de nada. Luego vuelvo a pensar que los culpables son los dirigentes por fomentar esta pésima cultura y educación de la que he podido "disfrutar". Al final, por muchas vueltas que de resulta que todos somos responsables en parte.