23 de noviembre de 2013

Autoficción

Las últimas palabras de Jesús Pardo en el primer volumen de sus Memorias, con el título de Autorretrato sin retoques (1996), me parecen magníficas, y que corresponden a una reflexión que se va imponiendo, a lo largo del texto, acerca de dos trascendentales autobiográficos como lo son el tiempo y la muerte. El tiempo al modo de burbujas, de mónadas hechas de tiempo, que separan a los individuos quizás en aquello que más comparten. La muerte, que también tiene muchos modos. Se comprenderá, entonces, el punto de ironía existente en el título, "sin retoques". De un tiempo desconectado únicamente se sale merced a la invención. Y así Jesús Pardo se convierte, antes que nada, en un novelista tardío, después de haber sido un traductor ultrapolíglota, corresponsal de prensa en Londres, Nueva York, Ginebra y no recuerdo si me olvido de algo, amén de borracho y megaputero (con lo cual, entre paréntesis, no se llega a comprender su desquiciamiento cuando su señora le propicia la patada). Novelista que parece, dicen, encontrar materia en su pasado. Y rizamos el círculo.
...

Ahora a ver lo que se contiene en la segunda y tercera parte del texto memorialistico jesuspardesco, recordando que el autor nació en 1927...

Leo por ahí, por la internet, que el segundo volumen, al centrarse en el periodismo y los periodistas a su vuelta a España, poco antes del final del franquismo, carece del mismo interés que el primero, a causa del olvido en que han caído muchos de los nombres mentados. Objeción similar se le presenta al tercer volumen, en donde el autor narra los hechos de su propia muerte, lo que ya sí que representa cerrar el círculo del sein zum tode en los escritos autobiográficos, no dejando nada fuera, bla bla... Pues bien, eso debería hacernos justamente más atractivos esa segunda y tercera entregas: el anonimato por olvido, zapa del tiempo, de nombres y más nombres, hasta obligarnos a pensar en que nos encontramos en presencia de seres inexistentes, fingida su realidad...

Veremos pues, si hay que ver...

Algo de periodista frustrado debo tener yo, si me interesa tanto la vida de las rotativas. Algún familiar cercano sí que cayó víctima de ese encantamiento, aunque yo no sé mucho, a causa de carácter descastado y retorcido.

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