11 de noviembre de 2012

Platonismos, por vía oblicua y enmarañada

Si Sócrates pudo ser acusado de impiedad, qué no pensar de los ciudadanos, en el modo del moderno lector de periódicos, el que ha logrado vincular la opinión pública y la opinión publicada, merced a la dinámica de acción y contrarreacción que es permitida por la edición electrónica de los medios escritos y la libertad de comment -moderada- de los lectores.

Yo no creo que el fascismo se explique en términos marxistas, como un estadio reactivo, radicalizado, excepcional, por parte de ("por parte de"= generado, posibilitado, facilitado, instrumentalizado, etc.) un empresariado en fuga hacia delante, y por lo tanto temeroso, en una ciudad donde las desigualdades se han hecho insultantes. No lo creo, o no del todo. Me parece, más bien, que el gérmen del crimen, el huevo bergmaniano (¿o es viscontiano?) de la serpiente, está en cada uno de los corazones que consideran las cosas desde el arriba y no comparten el sufrimiento real. En las entrañas de quienes achacan a una mítica libertad y responsabilidad in illo tempore las consecuencias actuales (¿cómo te hipotecaste?, ¿cómo no se te ocurrió pensar que te ibas a encontrar como ahora?, etc.), y son incapaces de ver que el hambre y el frío se pasan ahora y que no esperan.

Qué fácil que el veneno nietzscheano se muestre actuante, puesto que está ahí. Cualquiera puede atreverse a mirar las cosas seis mil pies por encima de la humanidad.

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