22 de diciembre de 2011

Sintomática

Recaía, una y otra vez, en querer interpretar los pensamientos de otros, en intentar reducir al otro a un hipotético sistema ideológico, encarcelando para su propia comodidad la alteridad irreductible.

Pretendía conectar cada nombre con una sustancia del mundo, cada verbo con una acción o relación, igual que si el lenguaje fuera una marioneta (sé que la imagen no es isomorfa, yo solamente quiero señalar el momento de la manipulación y la respuesta obediente; pero no sé determinar si el lenguaje es mano o muñeco).

De esta semántica presunta no salía más que un espantajo, coincidente con el tiempo en que iba tejiendo su infelicidad, hilo a hilo. Araña o reloj. Cárcel sutil, ésta sí.

... Entonces: cabe liberar la proposición del puño que la aprieta, del intérprete que la amenaza, y ser feliz. No en vano el peregrino de Estagira vincula logos y eudaimonía. Atisbando quizás que en la condición perspectivística de toda proposición anida una promesa de felicidad, una matriz poética o algo así.

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