Después de no tomar chocolate con churros, porque aquí no hay tal tradición dominicomatinal (ni churros tampoco) disfruto de una de las mejores experiencias que puede alcanzar en vida el homo conducator (sospechosa palabra, vive deus): el pilotaje de esa máquina explosiva y espectacular de la tecnología automovilística francesa conocida como
la Citroën C-15 Diesel, un modelo que no es que corra cuesta arriba en 3ª velocidad, sino que absorbe las pendientes, por así decirlo. Agromán, yo, pero con un punto sofisticado en el sentido más moderno y conveniente: puesto que he comprado
El país más el libro de la colección de matemáticas por 9, 95 ers. (¿para qué querré yo las cosas de otros Dptos.?). Sin cupón recortable, eso sí, aunque el señor gerente de la estación de servicio donde he ejecutado el acto mercantil me ha recortado un trozo de la última página por costumbre o por si acaso. Yo, humildemente, comportándome como soy, no he dicho nada.
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Una foto de un ejemplar de la bestia, en acción deportiva:
Guau!
2 comentarios:
Ya me dejará usted el coleccionable. Gana usted mucho con la c-15. Ya no le volveré a ver con los mismos ojos...
Ya le digo, caballero. Me imaginaba en una versión almeriense de Pasión de gavilanes o algo así.
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