29 de enero de 2011

A. Espada

Leo lo que dice, y estoy de acuerdo con él. Se refiere a uno que tiene el valor de una m*** pinchada en un palo. Obviemos su nombre. Tengamos piedad de los tibios, que ya los mandará Dios a tomar por ahí.

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A propósito: tengo un montón de entradas pendientes de La revolución naturalista.

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