3 de junio de 2009

M. R.

Digamos que la lógica, con su rigor extremado y exacto, ha empezado con el sueño. Paranoica, sin pruebas, sus corolarios tienen que ser igual de alocados. El trayecto entero de la lógica de un medio hombre, que de pronto despierta y sólo se atiene a los hechos, trascendentalmente, sin necesidad de comprobarlos. Su verdad tiene la fuerza de las matemáticas, infalible. Pero tiene el corazón igual de débil, y hará falta una segunda recaída en el amor, más la separación de la muerte, para que Maximiliano Rubín, el héroe galdosiano, encuentre su hábitat junto a las estrellas frías platónicas.

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