29 de marzo de 2007

Anotaciones (para la Semana Santa)

-No sea Vd. tan cínico, hombre!

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(¿Individualismo?)

Los periodistas nos introducen en el terreno de la comprensión histórica del tiempo presente. Se necesita que alguno de ellos, acostumbrado a moverse entre los hechos, sepa distanciarse de esos mismos hechos, poner un orden, narrar.

Esa primera selección o interpretación que se practica en y con los acontecimientos puede representar una trampa (otras vendrán posteriormente) en la que cae el ocioso lector, el filósofo. (La mentalidad historiográfica funciona de manera diferente.) Así que a veces no entiendo lo que leo en el libro de Hermann Tertsch, La venganza de la historia, que trata acerca del final del imperio soviético (el mayor de carácter ideológico sobre la Tierra), en la metrópoli y en los estados satélites. Para Tertsch el fascismo es una doctrina criminal ab initio, directamente; el comunismo constituye, por el contrario, una buena idea (la mejor, podríamos añadir, la utopía), pervertida a posteriori por mentes y actos criminales.

Observo cierta falta de lógica: la maldad de la doctrina fascista coexistiría, para la comprensión histórico-filosófica, con la creencia en la bondad natural de cada uno de los individuos (víctimas de un ideario que se les viene encima, sin previo aviso). La bondad de la idea (ideal regulativo) comunista necesita, para la misma mentalidad histórico-filosófica, de la creencia teológicamente fundamentada en el pecado original.

(No sé si esto será exactamente así como lo digo, pero yo intentaría situar el lugar de los resultados históricos del comunismo -su parte demoníaca- no tan lejos de la doctrina, de los principios: en la misma perfección postulada, superpuesta sobre una calidad defectuosa de las personas, que no se declara como tal abiertamente, pero que se necesita. De ahí los juicios-farsa, como antes fueron los autos de fe: un dogma caníbal.)

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Un sentimiento anticristiano: pensar que lo más abyecto es tener necesidad de la compasión y del amor, pensar en el otro como en un instrumento para satisfacer esas carencias. (Aquí el calor, el comfort de no estar solos.) Ebrio de voluntad ensimismada, alguien puede querer escalar a cimas heladas, aun sabiendo que las fuerzas no le llegan.

Se trata de un pensamiento nocturno que no se desea dejar a nadie (pues tampoco él quiere, en general, tener deseos): automatismo, acto de irreflexión en la conciencia de Nadie.

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(Un estado enfermizo: la obsesión manifestada en discurso)

No parece fácil: vivir frente a las palabras, aunque embriague. Nadie está preparado: se es otro que el que se era. No es fácil.

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