(Reflexiones pendientes: el día cambiante no invita)
Abcd, 31 de marzo de 2007, "Impertinente sinceridad", José Luis García Martín acerca de los Diarios de Ignacio Carrión.
Babelia, 31 de marzo de 2007: Imre Kertesz.
(La obligación de hacer nuestra la opinión pública: la prensa como un deber moral.)
Blogger me avisa de que las leyes europeas, Dios las bendiga, me obligan a que avise a mis improbables visitantes y/o lectores de que mi blog usa cookies, pero a mí su aviso, incompetencia mía, seguro, no se me pone en la cabecera
31 de marzo de 2007
Historia y moral, continuaciones, II
(Vista desde el puente, sobre la rambla)
...
A la izquierda, más o menos a la misma distancia de los ojos, un edificio gris feo, con grandes ventanales de arco en la fachada, desproporcionados en su altura. Un sentido monumental que quiere perpetuarse, aunque no ha invertido mucho en pensamiento: se trata de una obra que desintegra, situada en el arranque mismo del recodo que hace la rambla, en uno de los lugares de expansión urbanística de esta pequeña ciudad.
***
(Otro edificio, este en suelo urbano, aprovechando el solar de una gran casa vieja que han derribado)
El gato que se mueve entre los hierros del encofrado da signos evidentes de que tampoco entiende nada. aparece y desaparece, rozándose con el lomo, como si ahí -en un agujero en la tierra- hubiera algo con lo que acariciarse.
***
Un propósito casi moral: decir lo menos posible de uno mismo, renunciar a la expresión. Prácticamente nada de lo que es sentido en un determinado momento se podría mantener después, tal y como es transcrito.
Se equivoca la escritura, o la emoción. En este último caso el error alcanza el interior.
Aunque en realidad tampoco hay por qué disculparse por ofrecer/se una crónica de los (propios) errores: tan humanos ellos. (Sólo los niños piensan que los maestros no se equivocan.)
...
A la izquierda, más o menos a la misma distancia de los ojos, un edificio gris feo, con grandes ventanales de arco en la fachada, desproporcionados en su altura. Un sentido monumental que quiere perpetuarse, aunque no ha invertido mucho en pensamiento: se trata de una obra que desintegra, situada en el arranque mismo del recodo que hace la rambla, en uno de los lugares de expansión urbanística de esta pequeña ciudad.
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(Otro edificio, este en suelo urbano, aprovechando el solar de una gran casa vieja que han derribado)
El gato que se mueve entre los hierros del encofrado da signos evidentes de que tampoco entiende nada. aparece y desaparece, rozándose con el lomo, como si ahí -en un agujero en la tierra- hubiera algo con lo que acariciarse.
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Un propósito casi moral: decir lo menos posible de uno mismo, renunciar a la expresión. Prácticamente nada de lo que es sentido en un determinado momento se podría mantener después, tal y como es transcrito.
Se equivoca la escritura, o la emoción. En este último caso el error alcanza el interior.
Aunque en realidad tampoco hay por qué disculparse por ofrecer/se una crónica de los (propios) errores: tan humanos ellos. (Sólo los niños piensan que los maestros no se equivocan.)
30 de marzo de 2007
Historia y moral, continuaciones
(Vista desde el puente, sobre la rambla que atraviesa la ciudad)
Lo que no dice nada: a la derecha, el bombardeo de la música procesional. A todos los que van en la marcha la ortodoxia se les debe haber transformado en costumbre. Son muchos.
Pensar así tropieza con la evidencia de lo fácil que resulta ofender la fe ajena, para quien llega a confundir los términos, y absolutiza su heterodoxia, haciéndose intolerante con las creencias de los otros. El del ateísmo me parece un negocio hipócrita (si bien muy rentable): el dinero que necesita de dios, el pensamiento-dólar (aunque no lo quiera saber, aunque sólo necesite su pasión y muerte).
Lo que no dice nada: a la derecha, el bombardeo de la música procesional. A todos los que van en la marcha la ortodoxia se les debe haber transformado en costumbre. Son muchos.
Pensar así tropieza con la evidencia de lo fácil que resulta ofender la fe ajena, para quien llega a confundir los términos, y absolutiza su heterodoxia, haciéndose intolerante con las creencias de los otros. El del ateísmo me parece un negocio hipócrita (si bien muy rentable): el dinero que necesita de dios, el pensamiento-dólar (aunque no lo quiera saber, aunque sólo necesite su pasión y muerte).
Historia y moral
(Hermann Tertsch, La venganza de la historia)
Ernst Nolte como historiador revisionista, según Tertsch: no es la impresión que produce la lectura de su monumental La guerra civil europea. La formación de Nolte es filosófica, y no me parece que su afán de conectar el bolchevismo y el nacionalsocialismo sea ajeno a la búsqueda de inteligibilidad en el curso de los sucesos históricos. De hecho, no sé qué otro camino (en el sentido de un método, y de una meta) puede emprender la filosofía, una vez que se descree de los grandes relatos apriorísticos, teológicos o secularizados. El trayecto alternativo que un cerebro modesto, y que sabe que no va a llegar a conocer, puede escoger será el de la descripción empírica: un viaje histórico en el tiempo, que no se diferencia -fundamentalmente- de las expediciones geográficas que abren y a la vez delimitan el espacio de la civilización. (Un principio de amor político está en el origen de tales tentativas por quebrar las distancias.) No se necesita suponer una bondad humana sobre la que se yerguen misteriosamente unas doctrinas diabólicas (el fascismo); ni suponer -por el contrario- que la bondad pertenece a la atmósfera de los principios, y que lo errado es el hombre concreto, para esa antropología pesimista que gobierna vergonzantemente en la idea comunista (el hombre potencialmente amo-esclavizador).
...
La falta de inteligibilidad, lo para mí impensable, está en el doble decurso, teológico y mundano, de la historia, según el Fragmento... de Walter Benjamin, en la reunión final de mesianismo y felicidad, aquello que desuniendo reconcilia.
Ernst Nolte como historiador revisionista, según Tertsch: no es la impresión que produce la lectura de su monumental La guerra civil europea. La formación de Nolte es filosófica, y no me parece que su afán de conectar el bolchevismo y el nacionalsocialismo sea ajeno a la búsqueda de inteligibilidad en el curso de los sucesos históricos. De hecho, no sé qué otro camino (en el sentido de un método, y de una meta) puede emprender la filosofía, una vez que se descree de los grandes relatos apriorísticos, teológicos o secularizados. El trayecto alternativo que un cerebro modesto, y que sabe que no va a llegar a conocer, puede escoger será el de la descripción empírica: un viaje histórico en el tiempo, que no se diferencia -fundamentalmente- de las expediciones geográficas que abren y a la vez delimitan el espacio de la civilización. (Un principio de amor político está en el origen de tales tentativas por quebrar las distancias.) No se necesita suponer una bondad humana sobre la que se yerguen misteriosamente unas doctrinas diabólicas (el fascismo); ni suponer -por el contrario- que la bondad pertenece a la atmósfera de los principios, y que lo errado es el hombre concreto, para esa antropología pesimista que gobierna vergonzantemente en la idea comunista (el hombre potencialmente amo-esclavizador).
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La falta de inteligibilidad, lo para mí impensable, está en el doble decurso, teológico y mundano, de la historia, según el Fragmento... de Walter Benjamin, en la reunión final de mesianismo y felicidad, aquello que desuniendo reconcilia.
29 de marzo de 2007
Anotaciones (para la Semana Santa)
-No sea Vd. tan cínico, hombre!
***
(¿Individualismo?)
Los periodistas nos introducen en el terreno de la comprensión histórica del tiempo presente. Se necesita que alguno de ellos, acostumbrado a moverse entre los hechos, sepa distanciarse de esos mismos hechos, poner un orden, narrar.
Esa primera selección o interpretación que se practica en y con los acontecimientos puede representar una trampa (otras vendrán posteriormente) en la que cae el ocioso lector, el filósofo. (La mentalidad historiográfica funciona de manera diferente.) Así que a veces no entiendo lo que leo en el libro de Hermann Tertsch, La venganza de la historia, que trata acerca del final del imperio soviético (el mayor de carácter ideológico sobre la Tierra), en la metrópoli y en los estados satélites. Para Tertsch el fascismo es una doctrina criminal ab initio, directamente; el comunismo constituye, por el contrario, una buena idea (la mejor, podríamos añadir, la utopía), pervertida a posteriori por mentes y actos criminales.
Observo cierta falta de lógica: la maldad de la doctrina fascista coexistiría, para la comprensión histórico-filosófica, con la creencia en la bondad natural de cada uno de los individuos (víctimas de un ideario que se les viene encima, sin previo aviso). La bondad de la idea (ideal regulativo) comunista necesita, para la misma mentalidad histórico-filosófica, de la creencia teológicamente fundamentada en el pecado original.
(No sé si esto será exactamente así como lo digo, pero yo intentaría situar el lugar de los resultados históricos del comunismo -su parte demoníaca- no tan lejos de la doctrina, de los principios: en la misma perfección postulada, superpuesta sobre una calidad defectuosa de las personas, que no se declara como tal abiertamente, pero que se necesita. De ahí los juicios-farsa, como antes fueron los autos de fe: un dogma caníbal.)
***
Un sentimiento anticristiano: pensar que lo más abyecto es tener necesidad de la compasión y del amor, pensar en el otro como en un instrumento para satisfacer esas carencias. (Aquí el calor, el comfort de no estar solos.) Ebrio de voluntad ensimismada, alguien puede querer escalar a cimas heladas, aun sabiendo que las fuerzas no le llegan.
Se trata de un pensamiento nocturno que no se desea dejar a nadie (pues tampoco él quiere, en general, tener deseos): automatismo, acto de irreflexión en la conciencia de Nadie.
***
(Un estado enfermizo: la obsesión manifestada en discurso)
No parece fácil: vivir frente a las palabras, aunque embriague. Nadie está preparado: se es otro que el que se era. No es fácil.
***
(¿Individualismo?)
Los periodistas nos introducen en el terreno de la comprensión histórica del tiempo presente. Se necesita que alguno de ellos, acostumbrado a moverse entre los hechos, sepa distanciarse de esos mismos hechos, poner un orden, narrar.
Esa primera selección o interpretación que se practica en y con los acontecimientos puede representar una trampa (otras vendrán posteriormente) en la que cae el ocioso lector, el filósofo. (La mentalidad historiográfica funciona de manera diferente.) Así que a veces no entiendo lo que leo en el libro de Hermann Tertsch, La venganza de la historia, que trata acerca del final del imperio soviético (el mayor de carácter ideológico sobre la Tierra), en la metrópoli y en los estados satélites. Para Tertsch el fascismo es una doctrina criminal ab initio, directamente; el comunismo constituye, por el contrario, una buena idea (la mejor, podríamos añadir, la utopía), pervertida a posteriori por mentes y actos criminales.
Observo cierta falta de lógica: la maldad de la doctrina fascista coexistiría, para la comprensión histórico-filosófica, con la creencia en la bondad natural de cada uno de los individuos (víctimas de un ideario que se les viene encima, sin previo aviso). La bondad de la idea (ideal regulativo) comunista necesita, para la misma mentalidad histórico-filosófica, de la creencia teológicamente fundamentada en el pecado original.
(No sé si esto será exactamente así como lo digo, pero yo intentaría situar el lugar de los resultados históricos del comunismo -su parte demoníaca- no tan lejos de la doctrina, de los principios: en la misma perfección postulada, superpuesta sobre una calidad defectuosa de las personas, que no se declara como tal abiertamente, pero que se necesita. De ahí los juicios-farsa, como antes fueron los autos de fe: un dogma caníbal.)
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Un sentimiento anticristiano: pensar que lo más abyecto es tener necesidad de la compasión y del amor, pensar en el otro como en un instrumento para satisfacer esas carencias. (Aquí el calor, el comfort de no estar solos.) Ebrio de voluntad ensimismada, alguien puede querer escalar a cimas heladas, aun sabiendo que las fuerzas no le llegan.
Se trata de un pensamiento nocturno que no se desea dejar a nadie (pues tampoco él quiere, en general, tener deseos): automatismo, acto de irreflexión en la conciencia de Nadie.
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(Un estado enfermizo: la obsesión manifestada en discurso)
No parece fácil: vivir frente a las palabras, aunque embriague. Nadie está preparado: se es otro que el que se era. No es fácil.
28 de marzo de 2007
Sobre el lenguaje
...sólo me puedo referir al mío. Es decir, que las conclusiones -si es que las obtengo- son plenamente inválidas por falta de contraste.
***
¿Quién puede decir, si lo ama, que no ha experimentado el miedo? Lo peor para el amante es oír voces que no entiende. Está el conjunto de los significados, por una parte, y lo que oye, por otra. Son dos conjuntos infinitos, aunque la vida no lo sea. Entonces, ha experimentado el fracaso de no entender, y le aguarda para mañana el fracaso seguro: sabe que volverá a no entender.
¿Luego? Soy lo que no comprendo: dejándome, viviendo. También entre las sombras se presenta la claridad, las palabras felices, mi propio lenguaje, ese amor al que me entrego.
Tengo que conocer sus derechos: viene del cuerpo y de todo aquello que uno no decide y le es dado. Poniendo la mirada y la inteligencia en los antecedentes ninguna vida parece posible. Pero sé también que todos esos antecedentes, el ciclo de vidas y muertes, existen para el lenguaje, se presentan en las palabras.
Lo difícil es que los demás lo comprendan, porque uno sólo les ofrece los gestos: una cara seria que se confunde con sequedad.
***
¿Quién puede decir, si lo ama, que no ha experimentado el miedo? Lo peor para el amante es oír voces que no entiende. Está el conjunto de los significados, por una parte, y lo que oye, por otra. Son dos conjuntos infinitos, aunque la vida no lo sea. Entonces, ha experimentado el fracaso de no entender, y le aguarda para mañana el fracaso seguro: sabe que volverá a no entender.
¿Luego? Soy lo que no comprendo: dejándome, viviendo. También entre las sombras se presenta la claridad, las palabras felices, mi propio lenguaje, ese amor al que me entrego.
Tengo que conocer sus derechos: viene del cuerpo y de todo aquello que uno no decide y le es dado. Poniendo la mirada y la inteligencia en los antecedentes ninguna vida parece posible. Pero sé también que todos esos antecedentes, el ciclo de vidas y muertes, existen para el lenguaje, se presentan en las palabras.
Lo difícil es que los demás lo comprendan, porque uno sólo les ofrece los gestos: una cara seria que se confunde con sequedad.
Sueño y pintura, IV
¿Cuál es la condición del que no conoce la angustia, al ver que se le resiste la expresión, que no conoce casi nada? Fluye un caudal de sus labios, de sus manos. Un momento después no puede ya reconocer aquello como suyo.
La espontaneidad ha constituido su razón, pero carece de método y eso mismo la destruye para la vida en común: las reglas -sociales- del lenguaje.
Con un mínimo de lógica, ha de concluir en la falsedad radical de la lengua existente.
***
Dado que no ha podido fotografiar el cuadro que soñó hace días, le gustaría poseer el talento para reproducirlo, convertirlo en pintura, una vez que lo ha aceptado (esa noche, porque tampoco le sucede muy a menudo) en tanto símbolo de algo. La lengua, la suya, es demasiado débil para permitirle recordar, aunque éste sea su oficio: lo sufre como el único sistema que tiene para combatir un dolor.
/La imagen es la representación, la única que le sirve: eso es lo que cuenta./
***
Nuestro hombre sale del trabajo, con el paraguas en la mano, componiendo una figura que a nadie impresiona. Entra en el bar, están allí. Mirando a un lado y a otro, no sabe lo que hacer. Se decide por fin y deja el paraguas negro depositado encima de una mesa, en diagonal: creando el cuadro de la tarde.
Un rato después, en la ciudad vecina, el paraguas -que ha abandonado su mesa- le sirve de bastón para apoyarse, de medida de los pasos que da. En el camino de tierra, mojándose los zapatos -ha llovido y va caminando entre la hierba- siente que le falta el bombín para estar completamente caracterizado (él piensa en Magritte).
***
Ha vuelto a encontrarles. A la pequeña broma que le gasta (correcta, distante, educada) contesta que en eso mismo iba pensando, en el bombín. Pero él se calla que también le ha pasado por la cabeza -en algún momento- el pobre y humano Chaplin, y también Tati, moviéndose entre las ruinas, el poco campo que queda para juego de los niños entre la casa ruinosa y la moderna urbanización (Mon oncle).
La espontaneidad ha constituido su razón, pero carece de método y eso mismo la destruye para la vida en común: las reglas -sociales- del lenguaje.
Con un mínimo de lógica, ha de concluir en la falsedad radical de la lengua existente.
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Dado que no ha podido fotografiar el cuadro que soñó hace días, le gustaría poseer el talento para reproducirlo, convertirlo en pintura, una vez que lo ha aceptado (esa noche, porque tampoco le sucede muy a menudo) en tanto símbolo de algo. La lengua, la suya, es demasiado débil para permitirle recordar, aunque éste sea su oficio: lo sufre como el único sistema que tiene para combatir un dolor.
/La imagen es la representación, la única que le sirve: eso es lo que cuenta./
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Nuestro hombre sale del trabajo, con el paraguas en la mano, componiendo una figura que a nadie impresiona. Entra en el bar, están allí. Mirando a un lado y a otro, no sabe lo que hacer. Se decide por fin y deja el paraguas negro depositado encima de una mesa, en diagonal: creando el cuadro de la tarde.
Un rato después, en la ciudad vecina, el paraguas -que ha abandonado su mesa- le sirve de bastón para apoyarse, de medida de los pasos que da. En el camino de tierra, mojándose los zapatos -ha llovido y va caminando entre la hierba- siente que le falta el bombín para estar completamente caracterizado (él piensa en Magritte).
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Ha vuelto a encontrarles. A la pequeña broma que le gasta (correcta, distante, educada) contesta que en eso mismo iba pensando, en el bombín. Pero él se calla que también le ha pasado por la cabeza -en algún momento- el pobre y humano Chaplin, y también Tati, moviéndose entre las ruinas, el poco campo que queda para juego de los niños entre la casa ruinosa y la moderna urbanización (Mon oncle).
27 de marzo de 2007
Trabajos
(Perspectivas)
Deseando tener el punto de vista alejado, el conveniente para poder conocer realmente las cosas, en la pequeña medida en que se podría aspirar a tener ambiciones acerca de esto, nadie te garantiza que puedas estar a la altura de ti mismo. Te alejas para ver mejor, así te pierdes en las vueltas que das, nadie te sigue, ni tú mismo. El círculo es tuyo, tú lo eres y no resulta agradable.
***
(¿Qué puedes sacar en claro? Muy poco. Se vive enteramente en la comodidad. Podría seguir -yo, todo- de ese modo hasta el fin del tiempo. Ni siquiera estás cierto de que esta apreciación tuya sea la correcta. Es coherente con lo que sabes de otros, la pérdida igual del tiempo, la rutina aniquiladora. Se cobra brío cuando las palabras se van haciendo más tremebundas, nada más.
Para este afecto que se le cobra a las valoraciones propias hay suficientes antecedentes negativos prestigiosos -un canon de la derrota-, espejos admirables para volver a empezar.)
Deseando tener el punto de vista alejado, el conveniente para poder conocer realmente las cosas, en la pequeña medida en que se podría aspirar a tener ambiciones acerca de esto, nadie te garantiza que puedas estar a la altura de ti mismo. Te alejas para ver mejor, así te pierdes en las vueltas que das, nadie te sigue, ni tú mismo. El círculo es tuyo, tú lo eres y no resulta agradable.
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(¿Qué puedes sacar en claro? Muy poco. Se vive enteramente en la comodidad. Podría seguir -yo, todo- de ese modo hasta el fin del tiempo. Ni siquiera estás cierto de que esta apreciación tuya sea la correcta. Es coherente con lo que sabes de otros, la pérdida igual del tiempo, la rutina aniquiladora. Se cobra brío cuando las palabras se van haciendo más tremebundas, nada más.
Para este afecto que se le cobra a las valoraciones propias hay suficientes antecedentes negativos prestigiosos -un canon de la derrota-, espejos admirables para volver a empezar.)
El olvido de los nombres
Recordar un nombre es ver eternamente, conservar el asombro -más allá de los límites, del nacimiento.
***
Aquella noche notaste extrañas las estrellas,lejanas, enemigas del cálculo -sólo se entregan al sentimiento sin nombre, que dejan para después, la poesía: la lengua de otros, no la tuya.
***
-Porque no miras, ella juega contigo -la vida-, recordándote cómo la madre se burlaba amablemente de ella. Saber esto, sin pedirlo, deshace las nubes esta tarde: conociendo que el día podría ser otro, libertad, naturaleza.
***
Aquella noche notaste extrañas las estrellas,lejanas, enemigas del cálculo -sólo se entregan al sentimiento sin nombre, que dejan para después, la poesía: la lengua de otros, no la tuya.
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-Porque no miras, ella juega contigo -la vida-, recordándote cómo la madre se burlaba amablemente de ella. Saber esto, sin pedirlo, deshace las nubes esta tarde: conociendo que el día podría ser otro, libertad, naturaleza.
26 de marzo de 2007
Misologías
El odio a la razón
De repente, hemos comprendido que nuestra misma existencia constituye una maravilla sobre la tierra. Porque existimos, todo se nos debe: la mínima piedrecita del camino la ha puesto sólo la maldad de los otros.
Hizo falta, bien es verdad, que nos deshiciéramos de los viejos cuentos: Dios no nos expulsó del paraíso. Seguimos en él, según nos prometen las religiones políticas. Nuestros mayores dejaron de creer en ellas hacia el final del siglo, y pretendieron sustituirlas por otros conjuntos de creencias más fáciles de llevar, menos rigurosos. Sin resultados, puesto que -humanos- adoramos la sangre, la ajena. Hemos vuelto a confiar en las ideas y en los predicadores: los rebaños necesitan de sus pastores, tanto más adorables -para nosotros -tan humanos, tan bellamente inocentes- cuanto menos constreñidos -nuestros gobernantes- por las exigencias de la lógica.
Realmente no somos culpables de nada. Los mayores dejaron de creer en la religión de las ideas, pero no tuvieron el coraje de comportarse como adultos -escépticos y tolerantes-, ni de dejarnos ser adultos a nosotros. Al ser jóvenes, se comprende que el derecho está con nosotros (se debe entender que es lógico que, como mínimo, lo pensemos), que al hablar lo decimos y lo promulgamos, a través de la fuerza de los hechos: si nos queremos emborrachar, es ésa nuestra razón, y nada más. Somos jóvenes, no te vayas a pensar, sin edad, algunos ya canosos y empezando una nueva vida: hemos vuelto a conocer la belleza del hombre.
Nuestra misma existencia representa una maravilla sobre esta tierra. No tenemos que asustarnos por las palabras, no tenemos que obligarnos a causa de los deberes que contienen en su interior. Libertad es todo, y no puede querer significar solamente la igualdad formal, la mala justicia de un imperio que muere, dependiente de la verdad antigua: libertad es la igualdad de los iguales, como también la desigualdad de los diferentes. La religión muerta quiso expulsarnos del paraíso y convencernos de que los hombres son iguales en las lágrimas: hemos de reconocer que la verdad está en un sitio muy diferente, porque los hombres son hijos de la tierra y no de la razón. /No queremos la gravedad de las voces, deseamos que el lenguaje también sea leve./
***
(Lecturas)
Fukuyama, en aquel tiempo, debía participar del discurso del fin de los relatos de emancipación (según el libro venerable de Lyotard). No decía otra cosa, sino la misma retirada, del mundo histórico, por parte de las religiones políticas de origen ilustrado; es decir, hegelianas y positivistas. Acerca de esas postrimerías se sigue discutiendo, sobre el mismo tema se articula la escritura: de la muerte del sujeto, y del autor, en primer lugar. En efecto, abandonada la (idea de una) libertad que debe venir a todos con el fin del tiempo histórico, se pierde también el valor del método de las evidencias racionales para llegar hasta ella; un valor sirve igual que otro, la mentira y la contradicción pueden circular libremente en el curso de las palabras. Nadie va a pedir explicaciones. ¿Quién va a pedírselas al político desvergonzado?
De repente, hemos comprendido que nuestra misma existencia constituye una maravilla sobre la tierra. Porque existimos, todo se nos debe: la mínima piedrecita del camino la ha puesto sólo la maldad de los otros.
Hizo falta, bien es verdad, que nos deshiciéramos de los viejos cuentos: Dios no nos expulsó del paraíso. Seguimos en él, según nos prometen las religiones políticas. Nuestros mayores dejaron de creer en ellas hacia el final del siglo, y pretendieron sustituirlas por otros conjuntos de creencias más fáciles de llevar, menos rigurosos. Sin resultados, puesto que -humanos- adoramos la sangre, la ajena. Hemos vuelto a confiar en las ideas y en los predicadores: los rebaños necesitan de sus pastores, tanto más adorables -para nosotros -tan humanos, tan bellamente inocentes- cuanto menos constreñidos -nuestros gobernantes- por las exigencias de la lógica.
Realmente no somos culpables de nada. Los mayores dejaron de creer en la religión de las ideas, pero no tuvieron el coraje de comportarse como adultos -escépticos y tolerantes-, ni de dejarnos ser adultos a nosotros. Al ser jóvenes, se comprende que el derecho está con nosotros (se debe entender que es lógico que, como mínimo, lo pensemos), que al hablar lo decimos y lo promulgamos, a través de la fuerza de los hechos: si nos queremos emborrachar, es ésa nuestra razón, y nada más. Somos jóvenes, no te vayas a pensar, sin edad, algunos ya canosos y empezando una nueva vida: hemos vuelto a conocer la belleza del hombre.
Nuestra misma existencia representa una maravilla sobre esta tierra. No tenemos que asustarnos por las palabras, no tenemos que obligarnos a causa de los deberes que contienen en su interior. Libertad es todo, y no puede querer significar solamente la igualdad formal, la mala justicia de un imperio que muere, dependiente de la verdad antigua: libertad es la igualdad de los iguales, como también la desigualdad de los diferentes. La religión muerta quiso expulsarnos del paraíso y convencernos de que los hombres son iguales en las lágrimas: hemos de reconocer que la verdad está en un sitio muy diferente, porque los hombres son hijos de la tierra y no de la razón. /No queremos la gravedad de las voces, deseamos que el lenguaje también sea leve./
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(Lecturas)
Fukuyama, en aquel tiempo, debía participar del discurso del fin de los relatos de emancipación (según el libro venerable de Lyotard). No decía otra cosa, sino la misma retirada, del mundo histórico, por parte de las religiones políticas de origen ilustrado; es decir, hegelianas y positivistas. Acerca de esas postrimerías se sigue discutiendo, sobre el mismo tema se articula la escritura: de la muerte del sujeto, y del autor, en primer lugar. En efecto, abandonada la (idea de una) libertad que debe venir a todos con el fin del tiempo histórico, se pierde también el valor del método de las evidencias racionales para llegar hasta ella; un valor sirve igual que otro, la mentira y la contradicción pueden circular libremente en el curso de las palabras. Nadie va a pedir explicaciones. ¿Quién va a pedírselas al político desvergonzado?
25 de marzo de 2007
Existencia
Un ensayo de autoficción en la era electrónica.
-¿De veras? ¡Qué valiente! Te salva el descreimiento más absoluto que exhibes, ver que el abandono no es una pose que hayas adoptado, sino tu vida futura, el proyecto de nada: así vives en lo abierto, tú, al que vuelve loco la ironía.
***
¿A quién pertenece la autoría? ¿Los derechos correspondientes? El que no sabe lo que es (jurídicamente) no conoce tampoco de quién es realmente aquello que /se/ escribe.
Ha claudicado frente a fuerzas mucho más poderosas -entre ellas, las de los de los intérpretes de una ley lejana, si bien conformando, ellos, sólidos bloques de escritura: los códigos legales, los comentarios que vienen después: ¿cómo habría de pensar que la lengua le pertenece en algún sentido? No comprende casi nada, olvida casi todo, confundiendo invenciones con descubrimientos.
En ese caos se localiza su felicidad mínima: objeto de la ciencia de los otros, objeto para la ciencia de los otros.
***
(Lecturas)
Hermann Tertsch, La venganza de la historia, 1994:
El periodista introduce su crónica de la locura yugoeslava anotando el sinsentido de un "fin de la historia" (Fukuyama dixit), pidiendo la cordura de los textos que han podido superar el tiempo (Nietzsche, v. gr.).
Los tiempos de destrucción (del comunismo, en este caso) constituyen posibilidades para el optimismo más desenfrenado: sociedad abierta, liberalismo, capitalismo. La venganza histórica, es decir, la vuelta de los fantasmas del nacionalismo y la violencia asesina de otras épocas (lo impensable para la mentalidad lineal, olvidadiza, del hombre del progreso), desmienten, a los ojos de Tertsch, la apreciación positiva del futuro (circa 1990), como si fuera una actitud infantil de personas superficialmente ilustradas -diríamos.
Apliquemos al periodista la misma regla: su texto de 1993 (primera edición en Elpaís/Aguilar) también es prisionero de su tiempo. Porque Fukuyama comete un error táctico (no viene la utopía de la libertad con la caída del telón de acero), pero no es ningún ingenuo: su fin histórico representa una lectura hegeliano/marxista de los sucesos (algo que Hermann Tertsch no parece comprender). En ese sentido, nos dice acerca del fin de las cosas conocidas hasta ese momento histórico.
Años después (ahora, 2007), ¿cómo habríamos de nombrar el presente? ¿Constituye una continuación histórica? ¿Una repetición poshistórica de los errores? Entiendo que una respuesta afirmativa a la última pregunta podría ser coherente con la idea de Fukuyama.
-¿De veras? ¡Qué valiente! Te salva el descreimiento más absoluto que exhibes, ver que el abandono no es una pose que hayas adoptado, sino tu vida futura, el proyecto de nada: así vives en lo abierto, tú, al que vuelve loco la ironía.
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¿A quién pertenece la autoría? ¿Los derechos correspondientes? El que no sabe lo que es (jurídicamente) no conoce tampoco de quién es realmente aquello que /se/ escribe.
Ha claudicado frente a fuerzas mucho más poderosas -entre ellas, las de los de los intérpretes de una ley lejana, si bien conformando, ellos, sólidos bloques de escritura: los códigos legales, los comentarios que vienen después: ¿cómo habría de pensar que la lengua le pertenece en algún sentido? No comprende casi nada, olvida casi todo, confundiendo invenciones con descubrimientos.
En ese caos se localiza su felicidad mínima: objeto de la ciencia de los otros, objeto para la ciencia de los otros.
***
(Lecturas)
Hermann Tertsch, La venganza de la historia, 1994:
El periodista introduce su crónica de la locura yugoeslava anotando el sinsentido de un "fin de la historia" (Fukuyama dixit), pidiendo la cordura de los textos que han podido superar el tiempo (Nietzsche, v. gr.).
Los tiempos de destrucción (del comunismo, en este caso) constituyen posibilidades para el optimismo más desenfrenado: sociedad abierta, liberalismo, capitalismo. La venganza histórica, es decir, la vuelta de los fantasmas del nacionalismo y la violencia asesina de otras épocas (lo impensable para la mentalidad lineal, olvidadiza, del hombre del progreso), desmienten, a los ojos de Tertsch, la apreciación positiva del futuro (circa 1990), como si fuera una actitud infantil de personas superficialmente ilustradas -diríamos.
Apliquemos al periodista la misma regla: su texto de 1993 (primera edición en Elpaís/Aguilar) también es prisionero de su tiempo. Porque Fukuyama comete un error táctico (no viene la utopía de la libertad con la caída del telón de acero), pero no es ningún ingenuo: su fin histórico representa una lectura hegeliano/marxista de los sucesos (algo que Hermann Tertsch no parece comprender). En ese sentido, nos dice acerca del fin de las cosas conocidas hasta ese momento histórico.
Años después (ahora, 2007), ¿cómo habríamos de nombrar el presente? ¿Constituye una continuación histórica? ¿Una repetición poshistórica de los errores? Entiendo que una respuesta afirmativa a la última pregunta podría ser coherente con la idea de Fukuyama.
24 de marzo de 2007
Sueño y pintura, III
La reproducción del cuadro en la portada de la revista, que me parece como un grabado de Escher que hubiera adquirido movilidad, conforme se lo va contemplando, me recuerda los sueños del Dr. Borg:
la rara belleza de las imágenes (privadas, etéreas, mortales), afectando la vida del adulto (¿por qué tienen que venir ahora?),diciéndole algo a su conciencia (¿qué debo hacer?), de hombre maduro (pues la vida es algo serio, a cualquier edad contiene un momento crítico)...
***
(Respuestas, uso público)
Quizá no se trate de convencer (¿a quién y por qué?), sino de extender el escepticismo (disipar las falsas soluciones que se alojan, se agolpan, en los cerebros: empezando las prácticas por uno mismo); quizá se trate de comprender, por fin, que las razones no son positivas sino dialécticas (que en todo esclavo está la promesa de un amo, y en el amo la sombra de su final -como leí -o quise- ayer); que son figuras de una afición a la negación (venida con nosotros a la vida, a la manera de un instinto particular, o pura mala suerte), por la discusión que debe valer por sí misma, representando una adhesión pura al lenguaje en su misma ¿finalidad?
Libre de la referencia obligada, la palabra se ve delante de una alternativa: se vuelve hacia el que habla/escribe, por completo, y descubre la vocación de hacerse poética, instaurar ella y de nuevo la posibilidad de las referencias, hacedora de un mundo propio aunque ambicioso por extenderse; o, de otra forma, no llega a replegarse por entero, le da miedo o no quiere descubrir, se dirige al otro o a los otros, y corre el peligro de convertirse en demagogia política.
***
(Conclusiones más personales)
¿De qué es síntoma el olvido de los nombres, propios y comunes? ¿Cuál es el horror que se esconde en el significado de lo que nos pasa y de nuestros actos?
Si las verdades no son agradables no las descubramos: vendrían a nosotros desde fuera y frías, sin querer aceptar ser nuestras.
***
Coda: Rilke aceptaba la muerte como su posibilidad propia, de modo que la explicación médica, un nombre académico para lo que nos mata, lo único que hace es enajenarnos. Sucederá lo mismo con cualquier explicación científica o teológica de nuestra conducta: pienso que defender el uso lingüístico de las razones no es más que defenderse, desempeñar fácticamente la libertad.
Lo que pasa es que los mercaderes poseen una apetencia congénita por las actitudes liberales...
la rara belleza de las imágenes (privadas, etéreas, mortales), afectando la vida del adulto (¿por qué tienen que venir ahora?),diciéndole algo a su conciencia (¿qué debo hacer?), de hombre maduro (pues la vida es algo serio, a cualquier edad contiene un momento crítico)...
***
(Respuestas, uso público)
Quizá no se trate de convencer (¿a quién y por qué?), sino de extender el escepticismo (disipar las falsas soluciones que se alojan, se agolpan, en los cerebros: empezando las prácticas por uno mismo); quizá se trate de comprender, por fin, que las razones no son positivas sino dialécticas (que en todo esclavo está la promesa de un amo, y en el amo la sombra de su final -como leí -o quise- ayer); que son figuras de una afición a la negación (venida con nosotros a la vida, a la manera de un instinto particular, o pura mala suerte), por la discusión que debe valer por sí misma, representando una adhesión pura al lenguaje en su misma ¿finalidad?
Libre de la referencia obligada, la palabra se ve delante de una alternativa: se vuelve hacia el que habla/escribe, por completo, y descubre la vocación de hacerse poética, instaurar ella y de nuevo la posibilidad de las referencias, hacedora de un mundo propio aunque ambicioso por extenderse; o, de otra forma, no llega a replegarse por entero, le da miedo o no quiere descubrir, se dirige al otro o a los otros, y corre el peligro de convertirse en demagogia política.
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(Conclusiones más personales)
¿De qué es síntoma el olvido de los nombres, propios y comunes? ¿Cuál es el horror que se esconde en el significado de lo que nos pasa y de nuestros actos?
Si las verdades no son agradables no las descubramos: vendrían a nosotros desde fuera y frías, sin querer aceptar ser nuestras.
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Coda: Rilke aceptaba la muerte como su posibilidad propia, de modo que la explicación médica, un nombre académico para lo que nos mata, lo único que hace es enajenarnos. Sucederá lo mismo con cualquier explicación científica o teológica de nuestra conducta: pienso que defender el uso lingüístico de las razones no es más que defenderse, desempeñar fácticamente la libertad.
Lo que pasa es que los mercaderes poseen una apetencia congénita por las actitudes liberales...
Los sótanos de la cultura
El afan de compartir
Por Eduardo Hojman.
Fuente: www.abc.es/abcd/noticia.asp?id=6718&dia=&sec=38
***
El libro se mueve por las catacumbas, ignorante de las caras, y por supuesto ignorante de las protestas de los autores. En efecto, resulta inimaginable (porque no está en juego el crédito, la ganancia autorial o editorial) la razón de esa circulación desinteresada -aunque pirata- de los textos.
Algunos sostienen que el desinterés murió con la Ilustración (el lema del nuevo despotismo comunicacional de los "señores del aire" podría ser: todo para el pueblo... si lo paga). Tienden a ver manos ocultas, astutas... Como ignoran estos asuntos de la tecnología de vanguardia, dejan en suspenso su mente, aunque la cosa da que pensar: también aquí se pierde el alma, si los milagros los hace el diablo, si los libros no se compran y se huelen. No hay amor sin posesión material, sin las páginas entre las manos.
Por Eduardo Hojman.
Fuente: www.abc.es/abcd/noticia.asp?id=6718&dia=&sec=38
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El libro se mueve por las catacumbas, ignorante de las caras, y por supuesto ignorante de las protestas de los autores. En efecto, resulta inimaginable (porque no está en juego el crédito, la ganancia autorial o editorial) la razón de esa circulación desinteresada -aunque pirata- de los textos.
Algunos sostienen que el desinterés murió con la Ilustración (el lema del nuevo despotismo comunicacional de los "señores del aire" podría ser: todo para el pueblo... si lo paga). Tienden a ver manos ocultas, astutas... Como ignoran estos asuntos de la tecnología de vanguardia, dejan en suspenso su mente, aunque la cosa da que pensar: también aquí se pierde el alma, si los milagros los hace el diablo, si los libros no se compran y se huelen. No hay amor sin posesión material, sin las páginas entre las manos.
Sueño y pintura, II
Porque era de un sueño algo inusual de lo que quería hablar...
(Mecanismos)
Si se deja de registrar instantáneamente el contenido de un sueño lo que se pierde no son solamente los detalles, cosa que tampoco tendría tanta importancia, sino la significación misma del sueño, aquella que se capta al despertar: ¿despertamos obligados a anotar lo soñado?
...
Tenía entre mis manos una revista, impresa con una calidad bastante mediocre (similar a la de los periódicos escolares), cuya portada era ocupada en su mayor parte por la imagen de una gran construcción, algo que se podía parecer a una catedral, vista desde fuera y desde uno de los flancos. Lo raro de la imagen de portada (y por razones así no importan exactamente los detalles concretos: triviales, surgidos directamente de lo cotidiano o de la combinación de lo cotidiano) era que el diseñador de la portada había sobrepuesto en la imagen del edificio un recuadro que repetía la misma imagen, sin que dejara de integrarse -extrañamente- en el edificio (supongo que también se repetiría igualmente el nombre de la revista y todo aquello que no fuera la construcción). La abismática impresión se complicaba aún más porque, en un segundo plano, se encontraba una nueva repetición (digamos otro espejo, para entendernos): ¿repetía, a su vez, la primera copia, la que en primer plano aparecía sobreimpresa? Recuerdo que en el sueño me puse a pensar en estas complicaciones, sintiéndome torpe e incapaz, del mismo modo que no se puede escapar de los perseguidores y entonces, milagrosamente, uno se despierta. Parece que los sueños, tan cambiantes, nos condenan a nosotros los soñadores a la inmovilidad, o por lo menos a la lentitud. No me quedaba más que fijarme mejor en la imagen, puesto que no podía resolver el enigma de la rara construcción y su doble reiteración (si es que no constituían representaciones de primer y segundo orden, y así sucesivamente: dentro de una lógica del sueño, a imitación de la lógica formal de la vigilia, del día). En efecto, si concentraba los ojos veía algo que antes se me había escapado. De hecho la misma construcción parecía haber cambiado. Lo que antes era un recuadro que copiaba fielmente, según creía, el detalle del edificio, se había transformado ahora, yendo hacia el centro de la portada, en una especie de cuadro o espejo apoyado en la rama gruesa de un árbol que iba paralela y bastante cerca del suelo. Por su parte, el recuadro o copia, en un segundo plano, se había emborronado más todavía. Pero no debí haber desplazado la vista hacia la profundidad de la imagen, porque cuando volví al espejo o cuadro apoyado en la rama pude observar, sin demasiada sorpresa ya, que no se trataba de tal cosa, sino de un hueco o madriguera, oscuro desde la entrada. Tras lo cual me desperté. Me prometí no olvidarme de lo soñado, y se me ocurrió pensar si todo el sueño no era también otro tipo de reflexión que intentaba señalarme algo, si la noche no indica al alma, desordenándola, lo que de abismo incomprendido tienen los días.
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(Mecanismos)
Si se deja de registrar instantáneamente el contenido de un sueño lo que se pierde no son solamente los detalles, cosa que tampoco tendría tanta importancia, sino la significación misma del sueño, aquella que se capta al despertar: ¿despertamos obligados a anotar lo soñado?
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Tenía entre mis manos una revista, impresa con una calidad bastante mediocre (similar a la de los periódicos escolares), cuya portada era ocupada en su mayor parte por la imagen de una gran construcción, algo que se podía parecer a una catedral, vista desde fuera y desde uno de los flancos. Lo raro de la imagen de portada (y por razones así no importan exactamente los detalles concretos: triviales, surgidos directamente de lo cotidiano o de la combinación de lo cotidiano) era que el diseñador de la portada había sobrepuesto en la imagen del edificio un recuadro que repetía la misma imagen, sin que dejara de integrarse -extrañamente- en el edificio (supongo que también se repetiría igualmente el nombre de la revista y todo aquello que no fuera la construcción). La abismática impresión se complicaba aún más porque, en un segundo plano, se encontraba una nueva repetición (digamos otro espejo, para entendernos): ¿repetía, a su vez, la primera copia, la que en primer plano aparecía sobreimpresa? Recuerdo que en el sueño me puse a pensar en estas complicaciones, sintiéndome torpe e incapaz, del mismo modo que no se puede escapar de los perseguidores y entonces, milagrosamente, uno se despierta. Parece que los sueños, tan cambiantes, nos condenan a nosotros los soñadores a la inmovilidad, o por lo menos a la lentitud. No me quedaba más que fijarme mejor en la imagen, puesto que no podía resolver el enigma de la rara construcción y su doble reiteración (si es que no constituían representaciones de primer y segundo orden, y así sucesivamente: dentro de una lógica del sueño, a imitación de la lógica formal de la vigilia, del día). En efecto, si concentraba los ojos veía algo que antes se me había escapado. De hecho la misma construcción parecía haber cambiado. Lo que antes era un recuadro que copiaba fielmente, según creía, el detalle del edificio, se había transformado ahora, yendo hacia el centro de la portada, en una especie de cuadro o espejo apoyado en la rama gruesa de un árbol que iba paralela y bastante cerca del suelo. Por su parte, el recuadro o copia, en un segundo plano, se había emborronado más todavía. Pero no debí haber desplazado la vista hacia la profundidad de la imagen, porque cuando volví al espejo o cuadro apoyado en la rama pude observar, sin demasiada sorpresa ya, que no se trataba de tal cosa, sino de un hueco o madriguera, oscuro desde la entrada. Tras lo cual me desperté. Me prometí no olvidarme de lo soñado, y se me ocurrió pensar si todo el sueño no era también otro tipo de reflexión que intentaba señalarme algo, si la noche no indica al alma, desordenándola, lo que de abismo incomprendido tienen los días.
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23 de marzo de 2007
Sueño y pintura, I
(El odio al trabajo)
En aquel país, una sabia administración de hombres, cuyas prudentes disposiciones es forzoso atribuir a arreglos de la providencia, al no poder creer que elecciones periódicas hubieran situado a los más idóneos en tan altas tareas, había logrado un feliz reparto del saber entre los hombres: nadie era más que nadie, ni había por qué suponerle a alguien un crédito superior a la hora de ponerse a razonar. Desde la escuela, si había alguien que se atreviera a manifestar algún conato de orgullo intelectual (y con mucha mayor fuerza si se trataba del maestro), ese presuntuoso era objeto del mayor desprecio.
El sistema había sido perfeccionado con el mayor grado de eficacia en las denominadas instituciones de segunda enseñanza, merced a los buenos oficios de una ciencia de nuevo cuño (dotada de arcanas reglas de verdad y rigor metodológico) que establecía como uno de sus principios la simpleza de los preceptos cartesianos de evidencia y sentido común, al considerarlos anticuados y reaccionarios modos de exploración y exposición de la realidad.
En efecto, pasó a considerarse que toda labor de enseñanza debía depender de una correcta planificación, es decir, de una poda crítica de los prejuicios que dependía básicamente de dos novedosos -aunque no tanto- principios: a) la maldad ínsita en el maestro, al que se considera depositario posible y aun probable de todas las injusticias sociales (a la vez que se estima al infante dotado de la más blanca bondad, e incluso imagen directa del creador), por lo que conviene tenerlo bien vigilado; b)una creencia absoluta en que toda actuación humana (sin excepción en ningún lugar del universo, conocido o posible) es programable, lo que sirve lo mismo para solucionar el pseudoproblema de los universales que para arreglar alguna disputa vecinal.
Algunas corrientes heterodoxas (en retirada) se atrevieron a pensar y decir que o bien b) era implicación de a) o bien sucedía a la inversa, lo cual ellos sostenían que era una flagrante violación del sagrado tabú del paso del "es" al "debe", inventaado por venerables hombres del pasado. Esto se les podía perdonar, pues todavía no se había pensado en que los hombres pudieran escapar del error. Lo que no se les podía dejar pasar era la insolencia de decir que razonamientos de ese tipo, aparte de redundantes o verborreicos, no eran más que el intento de dar gato por liebre, lo que la ciencia marxista considera "ideología" y que en las leyes comerciales se conoce como el delito de estafa.
Acallados que fueron los insolentes, pudieron los sabios (pues a la ciencia pedagógica me refiero) reescribir en tremebundos mamotretos todo el curso de la creación, y nadie tendrá derecho a mostrar su asombro por que al cabo de los años ridículos maestros anticuados, amantes de los libros de otros tiempos menos felices, sean objeto sistemático de escarnio por parte de aventajados alumnos y autorizadísimos funcionarios de ortodoxo saber (valga la redundancia). Las canas y la experiencia son objeto de burla y un concepto democrático de la cultura se extiende como una mancha de aceite a lo largo de toda la superficie del país, que por fin puede disfrutar de la paz -alejando de su corazón los torpes aguijones del conocimiento-, mostrando cada día el agradecimiento por la buena nueva alcanzada, y adorando humildemente a sus buenos dioses técnicos y comerciales: la Play Station 3, la llegada de las rebajas y todos esos agradables programas de la TV.
Os hicieráis cruces de ver, incluso, a jóvenes filósofos convencidos, alegres de tener que mostrar la utilidad y actualidad de doctrinas que, de otra manera, habrían de pasar por pasatiempos de gente de otras épocas, que todavía no han visto la verdad.
Marchóse nuestro hombre del lugar, pensando que de verdad eran felices unas gentes que no habían conocido, ni era previsible que la conocieran, la revolución calvinista de las conciencias y su cruel corolario: la maldad o imprudencia de cualquier acto que tienda a exculpar la ignorancia, como algo propio de la pereza y la falta de vergüenza. También eran más felices por -a causa de su estado natural de conveniente ceguera- no tener que suponer estos mismos vicios en sus gobernantes, y tener que verse en la idea de removerlos.
En aquel país, una sabia administración de hombres, cuyas prudentes disposiciones es forzoso atribuir a arreglos de la providencia, al no poder creer que elecciones periódicas hubieran situado a los más idóneos en tan altas tareas, había logrado un feliz reparto del saber entre los hombres: nadie era más que nadie, ni había por qué suponerle a alguien un crédito superior a la hora de ponerse a razonar. Desde la escuela, si había alguien que se atreviera a manifestar algún conato de orgullo intelectual (y con mucha mayor fuerza si se trataba del maestro), ese presuntuoso era objeto del mayor desprecio.
El sistema había sido perfeccionado con el mayor grado de eficacia en las denominadas instituciones de segunda enseñanza, merced a los buenos oficios de una ciencia de nuevo cuño (dotada de arcanas reglas de verdad y rigor metodológico) que establecía como uno de sus principios la simpleza de los preceptos cartesianos de evidencia y sentido común, al considerarlos anticuados y reaccionarios modos de exploración y exposición de la realidad.
En efecto, pasó a considerarse que toda labor de enseñanza debía depender de una correcta planificación, es decir, de una poda crítica de los prejuicios que dependía básicamente de dos novedosos -aunque no tanto- principios: a) la maldad ínsita en el maestro, al que se considera depositario posible y aun probable de todas las injusticias sociales (a la vez que se estima al infante dotado de la más blanca bondad, e incluso imagen directa del creador), por lo que conviene tenerlo bien vigilado; b)una creencia absoluta en que toda actuación humana (sin excepción en ningún lugar del universo, conocido o posible) es programable, lo que sirve lo mismo para solucionar el pseudoproblema de los universales que para arreglar alguna disputa vecinal.
Algunas corrientes heterodoxas (en retirada) se atrevieron a pensar y decir que o bien b) era implicación de a) o bien sucedía a la inversa, lo cual ellos sostenían que era una flagrante violación del sagrado tabú del paso del "es" al "debe", inventaado por venerables hombres del pasado. Esto se les podía perdonar, pues todavía no se había pensado en que los hombres pudieran escapar del error. Lo que no se les podía dejar pasar era la insolencia de decir que razonamientos de ese tipo, aparte de redundantes o verborreicos, no eran más que el intento de dar gato por liebre, lo que la ciencia marxista considera "ideología" y que en las leyes comerciales se conoce como el delito de estafa.
Acallados que fueron los insolentes, pudieron los sabios (pues a la ciencia pedagógica me refiero) reescribir en tremebundos mamotretos todo el curso de la creación, y nadie tendrá derecho a mostrar su asombro por que al cabo de los años ridículos maestros anticuados, amantes de los libros de otros tiempos menos felices, sean objeto sistemático de escarnio por parte de aventajados alumnos y autorizadísimos funcionarios de ortodoxo saber (valga la redundancia). Las canas y la experiencia son objeto de burla y un concepto democrático de la cultura se extiende como una mancha de aceite a lo largo de toda la superficie del país, que por fin puede disfrutar de la paz -alejando de su corazón los torpes aguijones del conocimiento-, mostrando cada día el agradecimiento por la buena nueva alcanzada, y adorando humildemente a sus buenos dioses técnicos y comerciales: la Play Station 3, la llegada de las rebajas y todos esos agradables programas de la TV.
Os hicieráis cruces de ver, incluso, a jóvenes filósofos convencidos, alegres de tener que mostrar la utilidad y actualidad de doctrinas que, de otra manera, habrían de pasar por pasatiempos de gente de otras épocas, que todavía no han visto la verdad.
Marchóse nuestro hombre del lugar, pensando que de verdad eran felices unas gentes que no habían conocido, ni era previsible que la conocieran, la revolución calvinista de las conciencias y su cruel corolario: la maldad o imprudencia de cualquier acto que tienda a exculpar la ignorancia, como algo propio de la pereza y la falta de vergüenza. También eran más felices por -a causa de su estado natural de conveniente ceguera- no tener que suponer estos mismos vicios en sus gobernantes, y tener que verse en la idea de removerlos.
22 de marzo de 2007
Protección
Escasamente dotado para la vida activa, te tienen que surgir situaciones de obligada demostración quijotesca: defendiendo a las damas de los borrachos, a la manera de un dontancredo. Se sabe, entonces, y no deja de ser una sorpresa en el cálculo de tus cualidades, que si bien eres fundamentalmente miedoso, esa circunstancia no impide que demuestres poseer, a la misma vez, sangre de serpiente. Te conocías a ti mismo como reaccionario, justiciero e incapaz de perdonar la grosería de los hombres hacia las mujeres. Preferías pasar por estúpido y callar, antes que exhibir tus derechos de miembro de la especie humana defendiendo argumentos delante de ellas, si se daba a entender que era contra ellas. Cada vez que lo has hecho te has tenido que arrepentir, pensando para tus adentros que eres un canalla. Ahora has sabido que eres un cínico, que el quijotismo no impide serlo, que todo depende del escepticismo: defiendes los modos del estratega, no los del gallo de gesto rápido, altanero y bufando el pecho. Si debieras calcular en estos casos, habrías de tener en consideración que no logras así una conquista sino una buena amistad. Te libras, después de todo, doblando el cinismo, imaginando que ni siquiera se logra eso (¿se pretendía?), recordando -no es el caso, pero se piensa- las poses ridículas que reviste en la memoria la sangre exaltada del caballero: un tipo con barba y tripudo; ahora las bellas adoran el músculo de dudoso origen gimnástico; tú, sin embargo, eres el candidato perfecto para que te den una paliza.
Diaria reflexión
Se debe llevar la reflexión hasta su punto final, mortal, extra límites...
atreverse a conocer lo que la letra esconde, la parte de atrás del escenario...
la verdad o el antes de la verdad, si tras ésta queda algún tipo de ocultamiento.
Esta experiencia la realiza cada uno consigo mismo, en su piel, a costa de su vida, recapitulando: se lee el libro, se establece el orden real de las cosas y sus significados. En esta labor no hay compañía posible, sino la obligación urgente y la falta de tiempo. Mejor acompañado. Se ve uno pobre y con frío. Lo ves de esa manera. Lo recuerdas. Mejor que lo recuerdes; así podrás referirlo mejor, aunque contarlo no te vaya a hacer mejor ni te vaya a hacer ningún bien.
Conviene que la información se vaya dosificando, acompañando la lentitud del cuerpo, las crisis, los fallos. Conviene -a ti, a mí- leer entre líneas los silencios, aquello que se oculta. Pero todo se mueve entre la sospecha, no se ve la luz, sino más bien las sombras. Es raro -se piensa- que tú, que no te las das de gran observador, seas capaz de ver estas cosas si pones cierta distancia -que va con la piedad: porque tú ya sabes lo que es, la angustia, las certezas-. Puede que estés equivocado.
***
(Racionalizaciones)
Las conversaciones que se tienen para salir del paso: acumulación de razones falsas, sobrantes, de las que eres tú el objeto, de las que es el otro el objeto. Yo, otro: vida/ contradicción. Ficción, invento de las horas, entretenimiento.
En medio de las razones, nada. Por lo tanto una dialéctica vacía: nada a través del logos; kantianas categorías sin experiencia, un predicar en el desierto. A no ser que seas dios o el diablo, y en ese momento se te admite estar en las situaciones-límite (¿circun-stantes?).
En el fondo: una pobre vida personal que se alimenta del humo de las cosas extrañas, las impresiones y un resto de memoria. ¿Esto es así en general, la vida común?
atreverse a conocer lo que la letra esconde, la parte de atrás del escenario...
la verdad o el antes de la verdad, si tras ésta queda algún tipo de ocultamiento.
Esta experiencia la realiza cada uno consigo mismo, en su piel, a costa de su vida, recapitulando: se lee el libro, se establece el orden real de las cosas y sus significados. En esta labor no hay compañía posible, sino la obligación urgente y la falta de tiempo. Mejor acompañado. Se ve uno pobre y con frío. Lo ves de esa manera. Lo recuerdas. Mejor que lo recuerdes; así podrás referirlo mejor, aunque contarlo no te vaya a hacer mejor ni te vaya a hacer ningún bien.
Conviene que la información se vaya dosificando, acompañando la lentitud del cuerpo, las crisis, los fallos. Conviene -a ti, a mí- leer entre líneas los silencios, aquello que se oculta. Pero todo se mueve entre la sospecha, no se ve la luz, sino más bien las sombras. Es raro -se piensa- que tú, que no te las das de gran observador, seas capaz de ver estas cosas si pones cierta distancia -que va con la piedad: porque tú ya sabes lo que es, la angustia, las certezas-. Puede que estés equivocado.
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(Racionalizaciones)
Las conversaciones que se tienen para salir del paso: acumulación de razones falsas, sobrantes, de las que eres tú el objeto, de las que es el otro el objeto. Yo, otro: vida/ contradicción. Ficción, invento de las horas, entretenimiento.
En medio de las razones, nada. Por lo tanto una dialéctica vacía: nada a través del logos; kantianas categorías sin experiencia, un predicar en el desierto. A no ser que seas dios o el diablo, y en ese momento se te admite estar en las situaciones-límite (¿circun-stantes?).
En el fondo: una pobre vida personal que se alimenta del humo de las cosas extrañas, las impresiones y un resto de memoria. ¿Esto es así en general, la vida común?
21 de marzo de 2007
Recordatorios
Experiencia propia, reflexión acerca de la experiencia, conocimiento social: lo subjetivo, la interpretación de primer orden de lo subjetivo y, finalmente, el giro hacia lo objetivo, volcado a otro sitio, queriendo guardar distancia consigo mismo: diferentes formas de responsabilidad, del decir, del escribir.
...
La autoría, en ningún lado: ¿quién quiere ser autor?
***
Eludiéndola, o queriendo salirse de ella, evadirse de una cárcel tal, se tiende a caer en la jerga. Ni la ironía ni las comillas (una forma de ironía educada, tipográfica, estandarizada...), tampoco los puntos suspensivos (que dejan que el discurso se vaya de uno mismo, por otro camino), bastan para poder escapar de las trampas (engaños y compasiones varias, que tan bondadosamente se van a terminar ejerciendo sobre la propia persona). Un poco de calor inesperado, la pureza del aire, un brillo en los ojos y viene volando la alegría: es del tiempo, como todas las cosas, tiene sus ciclos de ir y venir, enredándonos con sus juegos. Al cabo de los meses uno se da cuenta de la figura risible que ha debido componer, y si bien no importa la fama sí importa algo en el interior, la vergüenza ante sí mismo del fracaso: no te ha derrotado nadie, eso no importa, ni que se pueda creer, sólo importa la conciencia tuya de ser tú el vencido, la maldita propensión de los pronombres a ponerte delante de un espejo.
Seremos esclavos mientras tengamos la manía de la confesión o ésta se imponga a nuestro pesar.
Si no eres tú el mismo objeto de la jerga, entusiasta de un dios equivocado, un día radiante, la fuerza del agua o el misterio de la arena... si no son de esa fuente (del corazón tan entrañable) las palabras que se dicen, sino que vienen de fuera, de lo que vas aprendiendo o, al menos, anotando porque por otros ha sido afirmado, la falsedad de lo que se escribe tiene que poseer otro sabor. Ahora no es demasiado próximo a ti, es una lengua de madera, expresiones lejanas de una fe para la que eres incrédulo. O será que albergas hacia los demás las mismas dudas que hacia tu propia máscara, que los ves desempeñando un papel, personajes antes y mejor que personas. Esto es inevitable y cierto: muy pocos conoces que no tengan desde casi el nacimiento la inclinación al contento del propio estado, igual que si la naturaleza hubiera depositado gran parte de su gracia sobre su aspecto y forma de ser. A veces no nos gusta demasiado el teatro social, se descubre que se trata de una obra o bien no se termina de descubrir y, por extensión de otros casos conocidos, se tiene la sospecha de la actuación.
Realmente, éste tampoco es principio sano de conducta y observación de los demás.
...
La autoría, en ningún lado: ¿quién quiere ser autor?
***
Eludiéndola, o queriendo salirse de ella, evadirse de una cárcel tal, se tiende a caer en la jerga. Ni la ironía ni las comillas (una forma de ironía educada, tipográfica, estandarizada...), tampoco los puntos suspensivos (que dejan que el discurso se vaya de uno mismo, por otro camino), bastan para poder escapar de las trampas (engaños y compasiones varias, que tan bondadosamente se van a terminar ejerciendo sobre la propia persona). Un poco de calor inesperado, la pureza del aire, un brillo en los ojos y viene volando la alegría: es del tiempo, como todas las cosas, tiene sus ciclos de ir y venir, enredándonos con sus juegos. Al cabo de los meses uno se da cuenta de la figura risible que ha debido componer, y si bien no importa la fama sí importa algo en el interior, la vergüenza ante sí mismo del fracaso: no te ha derrotado nadie, eso no importa, ni que se pueda creer, sólo importa la conciencia tuya de ser tú el vencido, la maldita propensión de los pronombres a ponerte delante de un espejo.
Seremos esclavos mientras tengamos la manía de la confesión o ésta se imponga a nuestro pesar.
Si no eres tú el mismo objeto de la jerga, entusiasta de un dios equivocado, un día radiante, la fuerza del agua o el misterio de la arena... si no son de esa fuente (del corazón tan entrañable) las palabras que se dicen, sino que vienen de fuera, de lo que vas aprendiendo o, al menos, anotando porque por otros ha sido afirmado, la falsedad de lo que se escribe tiene que poseer otro sabor. Ahora no es demasiado próximo a ti, es una lengua de madera, expresiones lejanas de una fe para la que eres incrédulo. O será que albergas hacia los demás las mismas dudas que hacia tu propia máscara, que los ves desempeñando un papel, personajes antes y mejor que personas. Esto es inevitable y cierto: muy pocos conoces que no tengan desde casi el nacimiento la inclinación al contento del propio estado, igual que si la naturaleza hubiera depositado gran parte de su gracia sobre su aspecto y forma de ser. A veces no nos gusta demasiado el teatro social, se descubre que se trata de una obra o bien no se termina de descubrir y, por extensión de otros casos conocidos, se tiene la sospecha de la actuación.
Realmente, éste tampoco es principio sano de conducta y observación de los demás.
20 de marzo de 2007
Recapitulemos, II
Ninguna desesperación, cuando se pone uno a hablar de miedo, del dolor, del mal -sino la prisa, no tener descanso ninguno a lo largo del día, no poder pararse ni a pensar. Ansiedad continua, un falso entusiasmo por hacer cosas, por escribir: sucedáneos de la actividad verdadera (y, por lo tanto, la alegría) o la única actividad posible.
(El yo) No se concibe un sujeto-sustancia sin sus acciones, sin dar muestras objetivas y visibles de lo que es, de que se está porque se es capaz de moverse (ser/estar en el mundo en tanto pura actividad nerviosa, tormenta de sensaciones, shock).
(Lecturas) No puedo entender la raíz del mal moral sin conocer la vida y muerte de las víctimas: la vocación estética de Albert Speer va de suyo (ça va de soi, evidencia, per se nota)con la podredumbre que genera su frialdad soberana, de un mal dios (la belleza de la rosa vive de la materia orgánica, de una muerte que necesita). Pero aquí no había belleza sino bultos, en las sombras... una pesadilla en el tiempo histórico.
(Vistas de día, una conversación nocturna) Vuelo nervioso, de un pensamiento a otro, sin querer detenerme: me quería ir fijando en el paisaje de la sierra -una carretera torturante, una delicia para la vista-, en el objeto de deseo de un turismo que invadirá, muy probable, toda esta zona al cabo de unos pocos años, una vez que esté terminada la autovía del valle. Nadie podía prever la expansión económica y humana (pros y contras en la cuenta) hace cinco o diez años. De aquí a otros cinco años, nada más, sí podemos atrevernos a conjeturar los cambios: la explosión de lo urbano sin necesidad de habernos movido del paisaje rural, sin emigración y sí con ese movimiento de lujo -inter(net)comunicado, informacional- del turismo. ¿Qué lengua hablaremos? Aquellos que están más capacitados hablan a veces otra lengua, y nos sonríen, ambiciosos o humanos.
(El yo) No se concibe un sujeto-sustancia sin sus acciones, sin dar muestras objetivas y visibles de lo que es, de que se está porque se es capaz de moverse (ser/estar en el mundo en tanto pura actividad nerviosa, tormenta de sensaciones, shock).
(Lecturas) No puedo entender la raíz del mal moral sin conocer la vida y muerte de las víctimas: la vocación estética de Albert Speer va de suyo (ça va de soi, evidencia, per se nota)con la podredumbre que genera su frialdad soberana, de un mal dios (la belleza de la rosa vive de la materia orgánica, de una muerte que necesita). Pero aquí no había belleza sino bultos, en las sombras... una pesadilla en el tiempo histórico.
(Vistas de día, una conversación nocturna) Vuelo nervioso, de un pensamiento a otro, sin querer detenerme: me quería ir fijando en el paisaje de la sierra -una carretera torturante, una delicia para la vista-, en el objeto de deseo de un turismo que invadirá, muy probable, toda esta zona al cabo de unos pocos años, una vez que esté terminada la autovía del valle. Nadie podía prever la expansión económica y humana (pros y contras en la cuenta) hace cinco o diez años. De aquí a otros cinco años, nada más, sí podemos atrevernos a conjeturar los cambios: la explosión de lo urbano sin necesidad de habernos movido del paisaje rural, sin emigración y sí con ese movimiento de lujo -inter(net)comunicado, informacional- del turismo. ¿Qué lengua hablaremos? Aquellos que están más capacitados hablan a veces otra lengua, y nos sonríen, ambiciosos o humanos.
Recapitulemos, I
-O tempora...
-Claro. Eso siempre. Si no fuera por lo atrabiliario, ¿cómo me iba a poner a escribir?
...
Visita a la capital, a la ciudad universitaria, por motivos de trabajo. El viaje, regular. Medio dormido y el coche que me asusta cada vez más. Entre el viento racheado (esto es, desagradable, porque no sabes qué hacer con él) y las subidas y bajadas, curvas y contracurvas, llego al campus (los estudiantes son jóvenes, yo no) bastante atontado. Allí, observo haciéndome cruces el gusto que se dan algunos en hablar. ¿Será para escucharse?
...
Nota: escribir acerca del miedo, acerca del demonio y acerca del dolor. Escribir. Sin objeto.
-Claro. Eso siempre. Si no fuera por lo atrabiliario, ¿cómo me iba a poner a escribir?
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Visita a la capital, a la ciudad universitaria, por motivos de trabajo. El viaje, regular. Medio dormido y el coche que me asusta cada vez más. Entre el viento racheado (esto es, desagradable, porque no sabes qué hacer con él) y las subidas y bajadas, curvas y contracurvas, llego al campus (los estudiantes son jóvenes, yo no) bastante atontado. Allí, observo haciéndome cruces el gusto que se dan algunos en hablar. ¿Será para escucharse?
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Nota: escribir acerca del miedo, acerca del demonio y acerca del dolor. Escribir. Sin objeto.
19 de marzo de 2007
Rapsodia/s
Entrada en materia, lunes.
...
La memoria funciona a nuestra conveniencia: se olvida consignar la crueldad del dios de las estaciones, la dureza de los meses, la parte de atrás de la belleza, los espejos deformes, el horror.
...
(Visita a los hospitales)
Lo real urge y se impone a lo que se dice. ¿Qué es lo real? Los médicos disponen. Mejor cuanto más tarde.
...
(Uso público y uso privado)
La razón emancipada del primero (lo que se escribe en los periódicos o en los foros, en el libro y en la conferencia para el público asistente que llena la sala) representa la adopción del diálogo como sistema de vida, no cree en una situación ideal de habla si no la ha hecho ya carne de sí mismo, si no habita desde ahora en el lugar utópico.
El escribiente encerrado (sobre este segundo personaje todos guardamos nuestras reservas, considerando su inclinación constante a la vagancia, perennemente dispuesto a señalar que prefiere no hacer lo que debe hacer) en el tiempo de sus obligaciones ingratas atisba a través del ojo de la cerradura de la puerta que da a la calle, mirando más allá de su ventanilla, una débil luz: a la pregunta que una gentil dama le ha hecho se ha atrevido a responder con algo más que los gestos económicos que le corresponden, lo que le ha dicho no es de formulario. Sus palabras son de cortesía y ni él mismo se esperaba que cosas así pudieran salir de su boca. Siente, ahora que ella se ha ido, que quiere levantarse, salir de la oficina y alargar su respuesta cortés a la muchacha en una conversación mantenida a lo largo del paseo de la alameda. Es cierto, para saber eso tiene la conciencia, que su conducta es altamente reprobable: ha derrochado el tiempo tasado del uso de su inteligencia, receptáculo de los formularios, en un asunto totalmente particular, pues un funcionario cumplidor no tiene derecho a enamorarse, esto es, a ser filósofo -a ponerse en el lugar del que va a dar la conferencia esta noche, del que se dice que llenará la sala.
***
(Ferran Gallego: Todos los hombres...)
Heinrich Himmler, el celestino de mal: tiene la virtud de convencer a cada uno de los otros de que será su aliado contra cada uno de los restantes. Los demás no deben enterarse del juego -¿concentrados en sus resquemores mutuos?- porque este individuo visiblemente mediocre asciende de forma lenta y segura en el partido.
A ver si lo entiendo, porque al leerlo me pareció plausible: se encierra preventivamente a una serie de personas por razones de oposición política y de conducta asocial (en los primeros momentos del partido que ha conquistado el poder estatal). Sobre estas últimas se aplica un discurso predispuesto a la interpretación de los hechos de conducta en clave médica (un raro cóctel de darwinismo, eugenesia, nietzcheísmo y pura superstición).
Se define un delito a la vez que se diagnostica una enfermedad. Se supone que el diagnóstico de la enfermedad resulta útil para predecir y prevenir la posibilidad de delitos futuros, por lo cual es conveniente la puesta en cuarentena de los posibles sujetos enfermos/asociales. De esa manera la pena viene antes que la comisión del delito, y se trata de una pena sin posibilidad de curación/vuelta y reinserción en la sociedad, porque se está ante una enfermedad radical.
Sobre todo esto planea la mala lógica y la simple estupidez de la gente: el colectivo menor proporcionalmente de asociales encerrado en el inicio del sistema de los campos de concentración se transforma -con el tiempo- en la inmensa mayoría de la población de los campos, una vez que se iguala -de forma plenamente consecuente y radical- la conducta asocial (por lo tanto lo ajeno y extirpable de la comunidad popular) con la raza; contando, en efecto, con un racismo ambiental de siglos y la credulidad de las buenas gentes acerca del rigor científico de las prácticas, contando con el antisemitismo -básico, de principios- del partido.
El lugar inquisitorial de los teólogos salvadores de almas lo ocupan ahora los médicos responsables de la salud y mejora del cuerpo social popular.
...
Personalmente, y no sé por qué, todo esto me provoca asco y desconfianza en mi tiempo. No creo que los periódicos sirvan para combatirlo, más bien forma parte del problema, de la legión de inteligencias alquiladas al mejor postor, al que llegue. Basta con escuchar a los intelectuales de guardia en la radio, con oler los periódicos de lejos.
...
La memoria funciona a nuestra conveniencia: se olvida consignar la crueldad del dios de las estaciones, la dureza de los meses, la parte de atrás de la belleza, los espejos deformes, el horror.
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(Visita a los hospitales)
Lo real urge y se impone a lo que se dice. ¿Qué es lo real? Los médicos disponen. Mejor cuanto más tarde.
...
(Uso público y uso privado)
La razón emancipada del primero (lo que se escribe en los periódicos o en los foros, en el libro y en la conferencia para el público asistente que llena la sala) representa la adopción del diálogo como sistema de vida, no cree en una situación ideal de habla si no la ha hecho ya carne de sí mismo, si no habita desde ahora en el lugar utópico.
El escribiente encerrado (sobre este segundo personaje todos guardamos nuestras reservas, considerando su inclinación constante a la vagancia, perennemente dispuesto a señalar que prefiere no hacer lo que debe hacer) en el tiempo de sus obligaciones ingratas atisba a través del ojo de la cerradura de la puerta que da a la calle, mirando más allá de su ventanilla, una débil luz: a la pregunta que una gentil dama le ha hecho se ha atrevido a responder con algo más que los gestos económicos que le corresponden, lo que le ha dicho no es de formulario. Sus palabras son de cortesía y ni él mismo se esperaba que cosas así pudieran salir de su boca. Siente, ahora que ella se ha ido, que quiere levantarse, salir de la oficina y alargar su respuesta cortés a la muchacha en una conversación mantenida a lo largo del paseo de la alameda. Es cierto, para saber eso tiene la conciencia, que su conducta es altamente reprobable: ha derrochado el tiempo tasado del uso de su inteligencia, receptáculo de los formularios, en un asunto totalmente particular, pues un funcionario cumplidor no tiene derecho a enamorarse, esto es, a ser filósofo -a ponerse en el lugar del que va a dar la conferencia esta noche, del que se dice que llenará la sala.
***
(Ferran Gallego: Todos los hombres...)
Heinrich Himmler, el celestino de mal: tiene la virtud de convencer a cada uno de los otros de que será su aliado contra cada uno de los restantes. Los demás no deben enterarse del juego -¿concentrados en sus resquemores mutuos?- porque este individuo visiblemente mediocre asciende de forma lenta y segura en el partido.
A ver si lo entiendo, porque al leerlo me pareció plausible: se encierra preventivamente a una serie de personas por razones de oposición política y de conducta asocial (en los primeros momentos del partido que ha conquistado el poder estatal). Sobre estas últimas se aplica un discurso predispuesto a la interpretación de los hechos de conducta en clave médica (un raro cóctel de darwinismo, eugenesia, nietzcheísmo y pura superstición).
Se define un delito a la vez que se diagnostica una enfermedad. Se supone que el diagnóstico de la enfermedad resulta útil para predecir y prevenir la posibilidad de delitos futuros, por lo cual es conveniente la puesta en cuarentena de los posibles sujetos enfermos/asociales. De esa manera la pena viene antes que la comisión del delito, y se trata de una pena sin posibilidad de curación/vuelta y reinserción en la sociedad, porque se está ante una enfermedad radical.
Sobre todo esto planea la mala lógica y la simple estupidez de la gente: el colectivo menor proporcionalmente de asociales encerrado en el inicio del sistema de los campos de concentración se transforma -con el tiempo- en la inmensa mayoría de la población de los campos, una vez que se iguala -de forma plenamente consecuente y radical- la conducta asocial (por lo tanto lo ajeno y extirpable de la comunidad popular) con la raza; contando, en efecto, con un racismo ambiental de siglos y la credulidad de las buenas gentes acerca del rigor científico de las prácticas, contando con el antisemitismo -básico, de principios- del partido.
El lugar inquisitorial de los teólogos salvadores de almas lo ocupan ahora los médicos responsables de la salud y mejora del cuerpo social popular.
...
Personalmente, y no sé por qué, todo esto me provoca asco y desconfianza en mi tiempo. No creo que los periódicos sirvan para combatirlo, más bien forma parte del problema, de la legión de inteligencias alquiladas al mejor postor, al que llegue. Basta con escuchar a los intelectuales de guardia en la radio, con oler los periódicos de lejos.
18 de marzo de 2007
Primavera
No podía creer en la suerte de esa herencia...
...el camino entre los árboles, estrechándose aquí, bifurcándose un poco después, para llevarle hasta las casas agrupadas al lado de la carretera, y volver sobre lo andado; los pájaros escasos, las mariposas y los árboles florecientes; el olor de los naranjos y la ceniza de las ramas quemadas.
No querer nombrar nada, que los ojos nombren en silencio: marzo era dios, anticipándose con uno de sus nombres de estación, recurrentes.
Había salido sin rumbo y logré perderme, sin dejar de pensar en que la suerte tuviera algo que ver en todo aquello. No. Eso era imposible y había que descartarlo.
...el camino entre los árboles, estrechándose aquí, bifurcándose un poco después, para llevarle hasta las casas agrupadas al lado de la carretera, y volver sobre lo andado; los pájaros escasos, las mariposas y los árboles florecientes; el olor de los naranjos y la ceniza de las ramas quemadas.
No querer nombrar nada, que los ojos nombren en silencio: marzo era dios, anticipándose con uno de sus nombres de estación, recurrentes.
Había salido sin rumbo y logré perderme, sin dejar de pensar en que la suerte tuviera algo que ver en todo aquello. No. Eso era imposible y había que descartarlo.
Ferran Gallego, Todos los hombres...
(Notas de lectura: acerca de Baldur von Schirach, responsable de las juventudes hitlerianas)
La forma de vida estética arranca de la crisis de las maneras liberales, después de la Gran Guerra... En la medida en que se trata de un comportamiento masivo, y por lo tanto político. Porque la crisis de conciencia viene del fin del siglo, de los 98.
/De Nietzsche, claro, de Baudelaire y de los pasajes parisinos, de Poe entre la muchedumbre.../
Debe haberse producido la muerte moral, la muerte de la moral, en los campos de batalla. Desaparecen las formas, y la ética de origen ilustrado se basa en las formas (de la razón), una vez que ha perdido el contenido teológico-social en sus mandatos (ya no más un decálogo, sino un sólo principio de cálculo ético). El cansancio del mundo agotado de las buenas maneras de la burguesía (tolerancia, libertad política) hace volver los ojos hacia la vida, la creación de formas nuevas, riesgo, aventura.
Los jóvenes -que se han ganado su derecho en la excepcionalidad política que supone la guerra- serán los sujetos de la futura acción política: el fin del sistema parlamentario va de la mano con la sustitución generacional.
Una dialéctica demoníaca, nada mesiánica, ha convertido la negación en una positividad universal y uniformada...
...
...
Uno de los primeros libros que leí, aparte de las exigencias de la escuela, fue uno que compré en un mercadillo de la Feria de A., a principios de los ochenta. Era un libro de Ernst Fischer, Problemas de la generación joven, ed. Ayuso. Por él conocí algo de la época y la cultura...
...
...
En todo caso, el lenguaje es podredumbre: cuando se evade de la poesía o del frío de los laboratorios; dirigido al otro, quiere dominarlo... La lectura de la biografía (ideológica, política) de los jerarcas nazis deja intranquila la conciencia: un exceso de (la) situación puede desencadenar lo peor de los seres humanos. Un lenguaje político colmado de malos silogismos, difundido masivamente a través de los medios, conduce a la pérdida total de la razón, cuyos fallos han permitido que ese lenguaje se ponga en marcha. Me parece que el programa ilustrado kantiano, en su texto programático de 1784, solicitaba crípticamente (pues no termino de entender el texto) una limitación de las ansias emancipadoras de la razón política de los súbditos (posteriormente ciudadanos)
...
...
No pensar: vivir drogado y así vivir normal. Trabajar, conocer, vivir para los otros: no pensar.
Vuelto hacia fuera, se perderá -no obstante- la rica vida interior de la (normal) existencia... En los objetos exteriores se deja el alma, y no rinde su fruto el tiempo.
...
...
Cada generación tiene su cupo de palabras que decir. repetirán, posiblemente, lo ya dicho, fuera de las innovaciones técnicas, sin alma... Las novedades tecnológicas no hablan, ni siquiera dan que hablar. su normalidad familiar (también) derrota el sentido de la conversación filosófica: ésta es sin belleza metalizada y gris, ni negra ni dorada; la conversación quiere fijarse en los labios y en los ojos, no salir de ahí, del calor inelegante (no comercial) de la carne y los deseos, sonrientes al contemplar las imperfecciones del cuerpo...
No pensando, se acaba igualmente esta sonrisa.
La forma de vida estética arranca de la crisis de las maneras liberales, después de la Gran Guerra... En la medida en que se trata de un comportamiento masivo, y por lo tanto político. Porque la crisis de conciencia viene del fin del siglo, de los 98.
/De Nietzsche, claro, de Baudelaire y de los pasajes parisinos, de Poe entre la muchedumbre.../
Debe haberse producido la muerte moral, la muerte de la moral, en los campos de batalla. Desaparecen las formas, y la ética de origen ilustrado se basa en las formas (de la razón), una vez que ha perdido el contenido teológico-social en sus mandatos (ya no más un decálogo, sino un sólo principio de cálculo ético). El cansancio del mundo agotado de las buenas maneras de la burguesía (tolerancia, libertad política) hace volver los ojos hacia la vida, la creación de formas nuevas, riesgo, aventura.
Los jóvenes -que se han ganado su derecho en la excepcionalidad política que supone la guerra- serán los sujetos de la futura acción política: el fin del sistema parlamentario va de la mano con la sustitución generacional.
Una dialéctica demoníaca, nada mesiánica, ha convertido la negación en una positividad universal y uniformada...
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Uno de los primeros libros que leí, aparte de las exigencias de la escuela, fue uno que compré en un mercadillo de la Feria de A., a principios de los ochenta. Era un libro de Ernst Fischer, Problemas de la generación joven, ed. Ayuso. Por él conocí algo de la época y la cultura...
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En todo caso, el lenguaje es podredumbre: cuando se evade de la poesía o del frío de los laboratorios; dirigido al otro, quiere dominarlo... La lectura de la biografía (ideológica, política) de los jerarcas nazis deja intranquila la conciencia: un exceso de (la) situación puede desencadenar lo peor de los seres humanos. Un lenguaje político colmado de malos silogismos, difundido masivamente a través de los medios, conduce a la pérdida total de la razón, cuyos fallos han permitido que ese lenguaje se ponga en marcha. Me parece que el programa ilustrado kantiano, en su texto programático de 1784, solicitaba crípticamente (pues no termino de entender el texto) una limitación de las ansias emancipadoras de la razón política de los súbditos (posteriormente ciudadanos)
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No pensar: vivir drogado y así vivir normal. Trabajar, conocer, vivir para los otros: no pensar.
Vuelto hacia fuera, se perderá -no obstante- la rica vida interior de la (normal) existencia... En los objetos exteriores se deja el alma, y no rinde su fruto el tiempo.
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Cada generación tiene su cupo de palabras que decir. repetirán, posiblemente, lo ya dicho, fuera de las innovaciones técnicas, sin alma... Las novedades tecnológicas no hablan, ni siquiera dan que hablar. su normalidad familiar (también) derrota el sentido de la conversación filosófica: ésta es sin belleza metalizada y gris, ni negra ni dorada; la conversación quiere fijarse en los labios y en los ojos, no salir de ahí, del calor inelegante (no comercial) de la carne y los deseos, sonrientes al contemplar las imperfecciones del cuerpo...
No pensando, se acaba igualmente esta sonrisa.
17 de marzo de 2007
El ensayador
A propósito de Gabriel Zaid, "La carretilla de Alfonso Reyes" (en Abcd, 17 de marzo de 2007)
***
(Amamos tanto las metáforas que no podemos concebir -pensar, crear, dar a luz- la vida sin ellas.)
La "carretilla" nombrada es el mismo lenguaje: no en tanto hecho comunicativo, objetivable y científico; sino más bien referido a lo que las palabras tienen de personal, de aire de familia que identifica un estilo propio de escritura, una autoría singular, a la cual se le concede un crédito especial porque la lectura (nos) produce alegría.
Esto es, el lugar del ensayo está en una recreación artística, en la autonomía del lenguaje: liberado del trabajo investigador tecnocráticamente delimitado, clausurado, asfixiante, porque sólo vale lo que circula en el interior. La recreación constituye una inmersión en la misma forma, de manera que el ensayo es algo diferente de la repetición divulgadora. Entendamos, salidos lejanamente de la Ilustración, que la crítica de la filosofía también acaba siendo filosofía (metacrítica). El ensayador parece pensar que reservar la novedad del descubrimiento al dato de laboratorio (o archivo) representa un concepto positivista (polvoriento) del saber. Lo novedoso no está en la materia, sino en la variación de la forma, combinada y recombinada.
***
Antes de leer el texto de Zaid, pensamos (pensaba yo) en la generosidad presente en todo acto de transmisión y recepción cultural que pase a través del documento escrito. Lo dicho por Alfonso Reyes, por Octavio Paz, por cualquiera, se libra de la muerte física del autor, ciertamente, pero también de la muerte de los hechos, de lo que entiendo que constituye la materia prelingüística del texto (porque viene antes en el tiempo, no porque existan acontecimientos humanos ajenos al lenguaje). La herencia llega a través de Zaid, de Enrique Krauze, de Pitol, Monsiváis y tantos otros.
Cogiendo ese hilo, acogiéndonos a esa amistad en el lenguaje, podemos enredarnos (en el buen sentido: diálogo) en la discusión acerca de cuáles son los intereses principales que gobiernan nuestros actos de conocimiento: ilustrados, sí, pero respetuosos de la lengua que hablamos, de la exactitud que (se) nos pide: como una circulación de monedas bien acuñadas, sin lo que no hay una ética (del discurso) legítima, ni lenguajes perfectos, ni hablas ideales...
***
(Amamos tanto las metáforas que no podemos concebir -pensar, crear, dar a luz- la vida sin ellas.)
La "carretilla" nombrada es el mismo lenguaje: no en tanto hecho comunicativo, objetivable y científico; sino más bien referido a lo que las palabras tienen de personal, de aire de familia que identifica un estilo propio de escritura, una autoría singular, a la cual se le concede un crédito especial porque la lectura (nos) produce alegría.
Esto es, el lugar del ensayo está en una recreación artística, en la autonomía del lenguaje: liberado del trabajo investigador tecnocráticamente delimitado, clausurado, asfixiante, porque sólo vale lo que circula en el interior. La recreación constituye una inmersión en la misma forma, de manera que el ensayo es algo diferente de la repetición divulgadora. Entendamos, salidos lejanamente de la Ilustración, que la crítica de la filosofía también acaba siendo filosofía (metacrítica). El ensayador parece pensar que reservar la novedad del descubrimiento al dato de laboratorio (o archivo) representa un concepto positivista (polvoriento) del saber. Lo novedoso no está en la materia, sino en la variación de la forma, combinada y recombinada.
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Antes de leer el texto de Zaid, pensamos (pensaba yo) en la generosidad presente en todo acto de transmisión y recepción cultural que pase a través del documento escrito. Lo dicho por Alfonso Reyes, por Octavio Paz, por cualquiera, se libra de la muerte física del autor, ciertamente, pero también de la muerte de los hechos, de lo que entiendo que constituye la materia prelingüística del texto (porque viene antes en el tiempo, no porque existan acontecimientos humanos ajenos al lenguaje). La herencia llega a través de Zaid, de Enrique Krauze, de Pitol, Monsiváis y tantos otros.
Cogiendo ese hilo, acogiéndonos a esa amistad en el lenguaje, podemos enredarnos (en el buen sentido: diálogo) en la discusión acerca de cuáles son los intereses principales que gobiernan nuestros actos de conocimiento: ilustrados, sí, pero respetuosos de la lengua que hablamos, de la exactitud que (se) nos pide: como una circulación de monedas bien acuñadas, sin lo que no hay una ética (del discurso) legítima, ni lenguajes perfectos, ni hablas ideales...
Redes
(Los trasvases de la reflexión)
Una estación ferroviaria en medio de la estepa rusa, finis vitae de L. Tolstoi; perdido en el pacifismo, en un cristianismo propio de primeros tiempos, y de máxima espera (conde-duque.blogspot.com/2007/03/tolstoi-guionista.html).
Yo entiendo que Tolstoi se pierde en lo utópico, aquello que no va a ninguna parte: allí, un sitio admirable, ha encontrado el lugar de una paz aun mejor que el pacifismo que predica ad usum de las masas. Si ha encontrado la esperanza, la propia y de nadie más, no sé si se puede decir que haya perdido la razón -a no ser que ésta haya de abonarse al escepticismo. ¿Cabe una razón sin resabios teológicos? ¿Ajena a las virtudes -teologales? Escasamente metódico como soy, ajeno al rigor clásico y francés del orden, siento la veleidad de imaginarme al viejo Tolstoi arrastrando a ninguna parte la razón suya que por fin ha encontrado.
***
Bienvenida sea la inteligencia que interpreta y puede completar/se. Adquiere nuevos datos con los cuales incrementa su riqueza. Entregada a ellos, tiene el atrevimiento de creer en los frutos de un diálogo racional.
Una estación ferroviaria en medio de la estepa rusa, finis vitae de L. Tolstoi; perdido en el pacifismo, en un cristianismo propio de primeros tiempos, y de máxima espera (conde-duque.blogspot.com/2007/03/tolstoi-guionista.html).
Yo entiendo que Tolstoi se pierde en lo utópico, aquello que no va a ninguna parte: allí, un sitio admirable, ha encontrado el lugar de una paz aun mejor que el pacifismo que predica ad usum de las masas. Si ha encontrado la esperanza, la propia y de nadie más, no sé si se puede decir que haya perdido la razón -a no ser que ésta haya de abonarse al escepticismo. ¿Cabe una razón sin resabios teológicos? ¿Ajena a las virtudes -teologales? Escasamente metódico como soy, ajeno al rigor clásico y francés del orden, siento la veleidad de imaginarme al viejo Tolstoi arrastrando a ninguna parte la razón suya que por fin ha encontrado.
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Bienvenida sea la inteligencia que interpreta y puede completar/se. Adquiere nuevos datos con los cuales incrementa su riqueza. Entregada a ellos, tiene el atrevimiento de creer en los frutos de un diálogo racional.
16 de marzo de 2007
Crónicas de la hiperestesia...
...si el tiempo midiera los relojes.
Porque una enfermedad de la sensibilidad, una inflación enfermiza, debió desencadenar la escritura subjetiva. Toda escritura lo es, con independencia de sus objetos...
Permanecer atento, más de lo conveniente, al movimiento de los sentidos, a la manera de una conciencia que se ciñe al cuerpo -del que la conciencia debió constituir su frontera superior, su rebasamiento-, bloquea las fuentes de la alegría: la casa permanece siempre en los cimientos, a causa de la inseguridad que sienten los futuros moradores; hasta que no llegan a existir ni los cimientos, sino la idea de los cimientos y el miedo se adueña de tu tiempo. Quien dice la casa, dice la idea de una ciudad: una morada común que suma a lo cerrado y doméstico lo abierto y público. Inventar una ciudad requirió un valor del que nos parece difícil -hablo por mí- hallar un equivalente o un concepto. Los emplazamientos que conocemos de ahora como nuevos son imitativos, o dependen de un proyecto arquitectónico: la misma diferencia que existe entre la escritura y el comentario de la escritura, entre la vida del cuerpo y su autorreflexión venenosa.
***
Semanalmente aprovechan su tiempo, /electrizan los nervios del suelo/, desparramándose por el territorio, leen más de una página del libro (según rezan los azucarillos, ocasionalmente, que dice San Agustín), del mundo y de la vida. Vale, pero también convienen las notas a pie de página: la obra ingrata de la imaginación sedentaria, adorando a distancia las rutas cordobesas, la vida provisional en los hoteles; el trayecto hasta Barcelona, el mar y sus orillas. (En algún lugar me agradecerán esta oración como se agradece la oración del solitario.) Imaginándolos, sé que los ojos conocen la alegría sin intermediaciones, leyendo la letra viva del mundo: así renacerán las ruinas de Cartago, anticipadas hoy en el restaurante.
***
Sea tu imperativo de la tarde gloriosa no pensar demasiado, dejarte ir: disfrutar de los errores como si fueran la sal de los días; quitarte la máscara de seriedad. Pero si sufres habrás de decirlo y apreciar el invento sacerdotal de la confesión, cruzado en hora milagrosa con la escritura -el pensamiento de las manos.
Porque una enfermedad de la sensibilidad, una inflación enfermiza, debió desencadenar la escritura subjetiva. Toda escritura lo es, con independencia de sus objetos...
Permanecer atento, más de lo conveniente, al movimiento de los sentidos, a la manera de una conciencia que se ciñe al cuerpo -del que la conciencia debió constituir su frontera superior, su rebasamiento-, bloquea las fuentes de la alegría: la casa permanece siempre en los cimientos, a causa de la inseguridad que sienten los futuros moradores; hasta que no llegan a existir ni los cimientos, sino la idea de los cimientos y el miedo se adueña de tu tiempo. Quien dice la casa, dice la idea de una ciudad: una morada común que suma a lo cerrado y doméstico lo abierto y público. Inventar una ciudad requirió un valor del que nos parece difícil -hablo por mí- hallar un equivalente o un concepto. Los emplazamientos que conocemos de ahora como nuevos son imitativos, o dependen de un proyecto arquitectónico: la misma diferencia que existe entre la escritura y el comentario de la escritura, entre la vida del cuerpo y su autorreflexión venenosa.
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Semanalmente aprovechan su tiempo, /electrizan los nervios del suelo/, desparramándose por el territorio, leen más de una página del libro (según rezan los azucarillos, ocasionalmente, que dice San Agustín), del mundo y de la vida. Vale, pero también convienen las notas a pie de página: la obra ingrata de la imaginación sedentaria, adorando a distancia las rutas cordobesas, la vida provisional en los hoteles; el trayecto hasta Barcelona, el mar y sus orillas. (En algún lugar me agradecerán esta oración como se agradece la oración del solitario.) Imaginándolos, sé que los ojos conocen la alegría sin intermediaciones, leyendo la letra viva del mundo: así renacerán las ruinas de Cartago, anticipadas hoy en el restaurante.
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Sea tu imperativo de la tarde gloriosa no pensar demasiado, dejarte ir: disfrutar de los errores como si fueran la sal de los días; quitarte la máscara de seriedad. Pero si sufres habrás de decirlo y apreciar el invento sacerdotal de la confesión, cruzado en hora milagrosa con la escritura -el pensamiento de las manos.
15 de marzo de 2007
Ventanas
¿Quién podría suscribir estos párrafos de impúdica inmadurez afectiva? Puesto que la lengua precisa de hablantes, deben haber sido dichos:
"La frase que yo he perdido, la Única, crea para mí una referencia mínima. Satisface una necesidad poética, recubre -calmando- el hueco, un dolor...
Al rebajar las exigencias, convinimos en frases recordables. A un progreso tal lo conocemos con el nombre de objetividad científica. Proporciona un tipo de sociabilidad abstracta que también se acuña en moneda.
La reducción de las necesidades poéticas dio a luz un valor común.
...
Como he asistido -en primera persona- a las lecciones de escepticismo de los años sé de la utilidad o conveniencia del lenguaje de uso. (Y que las consecuencias me deben alcanzar.)
Esta tarde, sentado demasiado lejos de la ventana, miro a los transeúntes que pasan. Sólo podría tener un deseo: participar en el abrazo -clamor, unánime- de persona, mundo y relación. Pero sé igualmente que no puede ser, que escribir no es ser feliz. Escribir es vivir desde afuera: una contradicción."
Le libraría -moralmente- el olvido de sí mismo, encontrarse con los vecinos y hablar con ellos, no tener intención de contar a continuación lo que ve, dejarlo ir hacia el pasado, llegarse él a su presente, confiar, dosis saludables de optimismo...
Diciéndole -me es tan próximo- que todavía puede salvarse, pienso que todo está ya decidido: veo que él lo tiene claro, aunque yo no sé en qué puede consitir eso que tiene claro.
"La frase que yo he perdido, la Única, crea para mí una referencia mínima. Satisface una necesidad poética, recubre -calmando- el hueco, un dolor...
Al rebajar las exigencias, convinimos en frases recordables. A un progreso tal lo conocemos con el nombre de objetividad científica. Proporciona un tipo de sociabilidad abstracta que también se acuña en moneda.
La reducción de las necesidades poéticas dio a luz un valor común.
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Como he asistido -en primera persona- a las lecciones de escepticismo de los años sé de la utilidad o conveniencia del lenguaje de uso. (Y que las consecuencias me deben alcanzar.)
Esta tarde, sentado demasiado lejos de la ventana, miro a los transeúntes que pasan. Sólo podría tener un deseo: participar en el abrazo -clamor, unánime- de persona, mundo y relación. Pero sé igualmente que no puede ser, que escribir no es ser feliz. Escribir es vivir desde afuera: una contradicción."
Le libraría -moralmente- el olvido de sí mismo, encontrarse con los vecinos y hablar con ellos, no tener intención de contar a continuación lo que ve, dejarlo ir hacia el pasado, llegarse él a su presente, confiar, dosis saludables de optimismo...
Diciéndole -me es tan próximo- que todavía puede salvarse, pienso que todo está ya decidido: veo que él lo tiene claro, aunque yo no sé en qué puede consitir eso que tiene claro.
Un laberinto
Seguí soñando: el hombre pensaba en su mismo miedo cuando se enteró, si es que lo dejaron enterarse, si alguien se ocupaba ya de estas cosas, de decir la verdad a los humildes, a los simples. Esto se puede hacer poéticamente y por esa razón nunca se les pudo engañar. Se les podía comprar, porque también eran pobres y necesitaban comer, pero podían señalar, con gestos cordiales, dónde estaban las palabras verdaderas. El médico debió decirles que algo no iba bien, hasta un niño podía darse cuenta...
Seguí soñando, ahora yo o él, mirando dentro de las habitaciones polvorientas por ver si salía de allí alguna palabra de reconocimiento o de calor, recorriendo los pasillos de los que sólo merece recordarse el frío invernal y el bochorno del verano, saliendo de la estantería, de los libros y desde detrás de los libros...
***
(Carácter obsesivo)
La expresión que he olvidado, sólo dos palabras en la punta de la lengua (una idea a punto de nacer), temiendo perderlas, creyendo que si las recordara tampoco se iría la belleza del cuerpo de las mujeres: las líneas suaves de la vida, arriba en los hombros y en al cintura, al mirar la espalda, dando las gracias los ojos -traicioneros, recatados.
(Lamento no olvidar que olvido; me gustaría pasar a otra cosa, vivir de nuevo, hablar por primera vez...
Sueños particulares y enfermizos configuran categorías analíticas de tipo biográfico: la destrucción heideggeriana de la metafísica, a partir de la dialéctica olvido/rememoración.)
***
¡Cuántas cosas se han hecho jugando con las palabras. A éstas les gustan las figuras, se van de su lugar natural buscando otros significados. Si vuelven pronto de la excursión los bienpensantes se tranquilizan, achacándolo a la moda.
Una vez las palabras fueron demasiado lejos. ¿A qué nos referimos nosotras? No nos referimos, sólo jugamos -eso se acabaron diciendo, y descubrieron sin pretenderlo una referencia móvil. /Pasaban las cosas dentro de un sueño protagonizado por fantasmas./
Seguí soñando, ahora yo o él, mirando dentro de las habitaciones polvorientas por ver si salía de allí alguna palabra de reconocimiento o de calor, recorriendo los pasillos de los que sólo merece recordarse el frío invernal y el bochorno del verano, saliendo de la estantería, de los libros y desde detrás de los libros...
***
(Carácter obsesivo)
La expresión que he olvidado, sólo dos palabras en la punta de la lengua (una idea a punto de nacer), temiendo perderlas, creyendo que si las recordara tampoco se iría la belleza del cuerpo de las mujeres: las líneas suaves de la vida, arriba en los hombros y en al cintura, al mirar la espalda, dando las gracias los ojos -traicioneros, recatados.
(Lamento no olvidar que olvido; me gustaría pasar a otra cosa, vivir de nuevo, hablar por primera vez...
Sueños particulares y enfermizos configuran categorías analíticas de tipo biográfico: la destrucción heideggeriana de la metafísica, a partir de la dialéctica olvido/rememoración.)
***
¡Cuántas cosas se han hecho jugando con las palabras. A éstas les gustan las figuras, se van de su lugar natural buscando otros significados. Si vuelven pronto de la excursión los bienpensantes se tranquilizan, achacándolo a la moda.
Una vez las palabras fueron demasiado lejos. ¿A qué nos referimos nosotras? No nos referimos, sólo jugamos -eso se acabaron diciendo, y descubrieron sin pretenderlo una referencia móvil. /Pasaban las cosas dentro de un sueño protagonizado por fantasmas./
14 de marzo de 2007
Enfermedad
Vivíamos en una casa desamueblada y fría en la que había entrado el temor. Los dos esperábamos una palabra del otro, para quebrar el odio que parecía venir de las paredes. Esto era así hasta cuando estábamos en la cocina de piso de tierra. Miraba ansiosamente sus espaldas, siempre pegada al fuego, calentándose. Nunca se decidía a volverse, ignorando si yo entraba o salía. Como nota discordante de este silencio casi inhumano que nos envolvía recuerdo, igual que si fuera de ahora de ahora mismo, la entrada de aquel muchacho que vendía participaciones de lotería (los últimos meses de 1983). Cuando ella se giró hacia la puerta, miró al chico y aceptó dolorida el billete, diciendo al hombre que le pagara, el muchacho alcanzó a comprender que aquella mujer estaba a punto de morir.
Él era yo, yo soy el hombre con su misma torpeza. /Sigo siendo pobre y niño./
Él era yo, yo soy el hombre con su misma torpeza. /Sigo siendo pobre y niño./
Dieciocho años
Estábamos sentados en la puerta del pub, mi compañero y yo, asintiendo acobardados a las declaraciones poéticas del delincuente...
...lo recordé esta tarde, cuando he visto a otra persona que estaba allí también, o eso me parece...
Entonces los ojos se cruzaban sin consecuencias, deseando reconocer (¿dónde te habré visto?), y tú te abrías paso tímidamente (pero sin poder dejar de transparentar cierto orgullo de fondo) para llegar a la barra y pagar la cerveza... algo achispado y torpe en tus pasos. Lo que no se ganó en soltura se compensa con cinismo. No sirve, pero hace pasar mejor los tragos. Se puede seguir pensando que también se pregunta dónde te habrá visto, y no importa que esa posibilidad sea falsa, tan remota su verdad que realmente nunca debió ser de esa manera.
(¿Se recuperan esas impresiones, las heridas que causan en la reflexión, lo que dejan sedimentado en la zona inmaterial y permanente del cerebro -la memoria?)
Muchos años después aquel hombre murió acribillado junto a la carretera de A., en un hecho todavía no aclarado y que no es extraño en mi pequeña ciudad. Tampoco le gusta a uno enterarse demasiado de estas cosas, pues no conviene que el narrador sea demasiado escrupuloso en los hechos y poder mantenerlos envueltos en velos de niebla (lo que filosóficamente significa que no son verdad del todo). Murió, aunque no solo sino acompañado de alguien más joven... Esto venía de antes y no se cerró ahí, porque también implicó a otras personas que no tenían nada que ver con el negocio. Lo dicho: no se deben dar demasiadas vueltas a estas cosas, inconvenientes y peligrosas, de las que no se sabe nada más que lo que falsean la prensa y los rumores.
***
(Agradecimientos)
Ideologías transformadoras, utópicas: han sustituido las religiones celestes por las del tiempo histórico...
Abundan en el periodo de entreguerras, participando del ambiente (¿ruptura de las cadenas?, ¿exacerbación subjetiva?). Compran el alma de los intelectuales, enamorados de la carne del mesías que viene con el poder (revolución, guerras, violencia, tortura, desfiles, exhibición de fuerza...) Me gusta más mi amor independiente y derrotado -a nadie hace daño- que las celebraciones colectivas, totalitarias, de la verdad (comunismo y fascismo).
Siendo difícil amar a causa de un insuficiente conocimiento de las cosas, esta tarde se me ocurre pensar en el peligro de que vuelvan estas entregas mágicas al delirio de una muchedumbre guiada. Veneremos en silencio la carne mortal y maltratada de hombres y mujeres sufrientes y sabios que dijeron palabras doradas. Pero no temamos avergonzarnos de comunicar esa adoración por pensadores y poetas.
...lo recordé esta tarde, cuando he visto a otra persona que estaba allí también, o eso me parece...
Entonces los ojos se cruzaban sin consecuencias, deseando reconocer (¿dónde te habré visto?), y tú te abrías paso tímidamente (pero sin poder dejar de transparentar cierto orgullo de fondo) para llegar a la barra y pagar la cerveza... algo achispado y torpe en tus pasos. Lo que no se ganó en soltura se compensa con cinismo. No sirve, pero hace pasar mejor los tragos. Se puede seguir pensando que también se pregunta dónde te habrá visto, y no importa que esa posibilidad sea falsa, tan remota su verdad que realmente nunca debió ser de esa manera.
(¿Se recuperan esas impresiones, las heridas que causan en la reflexión, lo que dejan sedimentado en la zona inmaterial y permanente del cerebro -la memoria?)
Muchos años después aquel hombre murió acribillado junto a la carretera de A., en un hecho todavía no aclarado y que no es extraño en mi pequeña ciudad. Tampoco le gusta a uno enterarse demasiado de estas cosas, pues no conviene que el narrador sea demasiado escrupuloso en los hechos y poder mantenerlos envueltos en velos de niebla (lo que filosóficamente significa que no son verdad del todo). Murió, aunque no solo sino acompañado de alguien más joven... Esto venía de antes y no se cerró ahí, porque también implicó a otras personas que no tenían nada que ver con el negocio. Lo dicho: no se deben dar demasiadas vueltas a estas cosas, inconvenientes y peligrosas, de las que no se sabe nada más que lo que falsean la prensa y los rumores.
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(Agradecimientos)
Ideologías transformadoras, utópicas: han sustituido las religiones celestes por las del tiempo histórico...
Abundan en el periodo de entreguerras, participando del ambiente (¿ruptura de las cadenas?, ¿exacerbación subjetiva?). Compran el alma de los intelectuales, enamorados de la carne del mesías que viene con el poder (revolución, guerras, violencia, tortura, desfiles, exhibición de fuerza...) Me gusta más mi amor independiente y derrotado -a nadie hace daño- que las celebraciones colectivas, totalitarias, de la verdad (comunismo y fascismo).
Siendo difícil amar a causa de un insuficiente conocimiento de las cosas, esta tarde se me ocurre pensar en el peligro de que vuelvan estas entregas mágicas al delirio de una muchedumbre guiada. Veneremos en silencio la carne mortal y maltratada de hombres y mujeres sufrientes y sabios que dijeron palabras doradas. Pero no temamos avergonzarnos de comunicar esa adoración por pensadores y poetas.
13 de marzo de 2007
Significados
¿Qué se quiere decir? (En general.)
Suponemos que la intención cuenta, al hablar y al escribir, que se deben encadenar las razones: determinados a la claridad y la exactitud, construimos eso que se denomina lógica, orden, discurso.
Las razones están ahí siempre, aunque no afloren a veces a la superficie: no se podría huir de unas reglas de cortesía que aportan los cimientos de la moral, porque ésta se determina socialmente en el seno de una élite (la corte, la nobleza, el ocio...) Si bien esto sucedió hace muchos años.
Existente esa razón, como regla lógica escrita o como funcionamiento espontáneo del cerebro, alma o cerebro -existente y real, no es reconocida a veces; ni la intención de ser claros queda a la altura debida...
***
¡Cómo nos gustan las metáforas! Un río, ¿por qué? Una materia y una forma, un movimiento. Sí. Una meta del cambio, en el principio. Igualmente. Disponiendo el sentido del cambio; señalando a priori las razones: porque una inteligencia debe regir todo ese asunto. Una regencia, un soberano en la tierra, un dios en el cielo...
Hablando se corre peligro de dar ideas al tirano, más si se graba lo dicho, con el error de la escritura... Tardomodernos, prácticamente vivimos en lo escrito, en el papel y en el aire: la tecnología ha vuelto invisible lo escrito, etéreos los archivos, sin el olor rancio o seco del papel.
Poesía, lengua y pueblo: la ideología liberal-romántica afirmará en esta poco santa trinidad la libertad de un yo que se exalta. A medio camino, en el siglo XIX, derrotado por la ciencia de los solos hechos, ese ego se oculta. Para volver enloquecido de ideología transformadora, en una era de masas que ha perdido la decencia (porque Dios ha muerto, y la moral). Dichtung, volk, crimen: una fatalidad de la lengua poética, la exultación delincuente de la razón...
***
(Sintió una gran alegría, dejando de adorar, admirada de las estrellas de la noche, cuando le daba el aire frío en el rostro y el olor a aceite sucio en el asfalto, juntando la memoria de desaparecidos y vivientes. Quería pensar que era la misma luz incomprensible la que viene de lo lejos y del pasado -años luz- y la que se veía en el pueblo a lo lejos, y resguardando pequeñas cuestiones domésticas en las casas a los lados de la calle silenciosa. Yo, razón, pobreza, reconocimiento.)
Suponemos que la intención cuenta, al hablar y al escribir, que se deben encadenar las razones: determinados a la claridad y la exactitud, construimos eso que se denomina lógica, orden, discurso.
Las razones están ahí siempre, aunque no afloren a veces a la superficie: no se podría huir de unas reglas de cortesía que aportan los cimientos de la moral, porque ésta se determina socialmente en el seno de una élite (la corte, la nobleza, el ocio...) Si bien esto sucedió hace muchos años.
Existente esa razón, como regla lógica escrita o como funcionamiento espontáneo del cerebro, alma o cerebro -existente y real, no es reconocida a veces; ni la intención de ser claros queda a la altura debida...
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¡Cómo nos gustan las metáforas! Un río, ¿por qué? Una materia y una forma, un movimiento. Sí. Una meta del cambio, en el principio. Igualmente. Disponiendo el sentido del cambio; señalando a priori las razones: porque una inteligencia debe regir todo ese asunto. Una regencia, un soberano en la tierra, un dios en el cielo...
Hablando se corre peligro de dar ideas al tirano, más si se graba lo dicho, con el error de la escritura... Tardomodernos, prácticamente vivimos en lo escrito, en el papel y en el aire: la tecnología ha vuelto invisible lo escrito, etéreos los archivos, sin el olor rancio o seco del papel.
Poesía, lengua y pueblo: la ideología liberal-romántica afirmará en esta poco santa trinidad la libertad de un yo que se exalta. A medio camino, en el siglo XIX, derrotado por la ciencia de los solos hechos, ese ego se oculta. Para volver enloquecido de ideología transformadora, en una era de masas que ha perdido la decencia (porque Dios ha muerto, y la moral). Dichtung, volk, crimen: una fatalidad de la lengua poética, la exultación delincuente de la razón...
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(Sintió una gran alegría, dejando de adorar, admirada de las estrellas de la noche, cuando le daba el aire frío en el rostro y el olor a aceite sucio en el asfalto, juntando la memoria de desaparecidos y vivientes. Quería pensar que era la misma luz incomprensible la que viene de lo lejos y del pasado -años luz- y la que se veía en el pueblo a lo lejos, y resguardando pequeñas cuestiones domésticas en las casas a los lados de la calle silenciosa. Yo, razón, pobreza, reconocimiento.)
12 de marzo de 2007
Marzo de 2004, Madrid
(In memoriam, 11 de marzo de 2007)
Nunca les olvidamos, ni el hecho. Los vivientes nos hemos vuelto peores, malvados, soeces.
Guardar silencio no demostraría respeto, sino matar del todo la moral.
Aquello nos hizo peores; hablando y queriendo la verdad -fuera de la política y contra la política, serenamente- quizás podamos estar a la altura.
***
***
(Pequeñas cosas, lo demás)
En la libertad, el tiempo.
Da vértigo, la obligación de las decisiones, el riesgo...
***
¿Qué quiero decir?
Un río, el Danubio, cualquier río: enclave humano, idóneo para la urbe y el agro.
***
1. La afirmación del cuerpo, de un más acá de la lógica, no conduce al crimen de manera directa: pero sería ingenuo creer que no facilita las cosas, que la tendencia natural es a la conducta aristocrática. La afirmación de la vida o se aparece inmediatamente plebeya o necesita una masa plebeya...
2. La voluntad pura nietzscheana no puede querer la inocencia del niño porque juegue y le vuelen fáciles las metáforas desde su boca.
3. La razón adulta debe ser pesada -grave- y conocer que las interpretaciones no quedan fuera de la moral.
4. Sociedad (1), vida (2) y moral (3) escriben premisas antitéticas (4).
***
(Coqueterías)
Los viejos disfrutan de sus bailes... yo de mi soledad cuando paso por delante del local. Alguien, mayor también, se mira delante de la puerta los zapatos: toda su persona tiene que estar perfecta.
Nunca les olvidamos, ni el hecho. Los vivientes nos hemos vuelto peores, malvados, soeces.
Guardar silencio no demostraría respeto, sino matar del todo la moral.
Aquello nos hizo peores; hablando y queriendo la verdad -fuera de la política y contra la política, serenamente- quizás podamos estar a la altura.
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(Pequeñas cosas, lo demás)
En la libertad, el tiempo.
Da vértigo, la obligación de las decisiones, el riesgo...
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¿Qué quiero decir?
Un río, el Danubio, cualquier río: enclave humano, idóneo para la urbe y el agro.
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1. La afirmación del cuerpo, de un más acá de la lógica, no conduce al crimen de manera directa: pero sería ingenuo creer que no facilita las cosas, que la tendencia natural es a la conducta aristocrática. La afirmación de la vida o se aparece inmediatamente plebeya o necesita una masa plebeya...
2. La voluntad pura nietzscheana no puede querer la inocencia del niño porque juegue y le vuelen fáciles las metáforas desde su boca.
3. La razón adulta debe ser pesada -grave- y conocer que las interpretaciones no quedan fuera de la moral.
4. Sociedad (1), vida (2) y moral (3) escriben premisas antitéticas (4).
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(Coqueterías)
Los viejos disfrutan de sus bailes... yo de mi soledad cuando paso por delante del local. Alguien, mayor también, se mira delante de la puerta los zapatos: toda su persona tiene que estar perfecta.
11 de marzo de 2007
Marzo de sol
Los viejos de los parques y mis obligaciones: ellos hablan de su salud, aprovechando el calor que les devuelve alegría. ¿De qué hablo yo?
Mis obligaciones consisten en escribir y hablar, pues nadie me exige pensar, sino la visibilidad, los gestos: la representación de una acción, una máscara que ha aprendido a mover los labios...
(No se debe abusar de la ironía: provincianos, sí; pero menos. Hubo épocas en que se era menos provinciano. Eso ya se perdió. Lo perdí.)
(Se pone entre paréntesis aquello de lo que uno no sabría hacerse enteramente responsable: se arroja de los labios, pero no es seguro que sea una palabra que se pueda mantener, con el grado y alcance serio de una promesa. No se conoce si eres tú el que hablas, si todo sucede o si resulta una ilusión.
¿Una cadena que no se sostiene en ningún lado?, ¿una máquina absurda, sin fuerza?
A estas alturas de siglo, no entiendo de qué habría yo de hacerme responsable. El que habla no es: sus acciones no le pertenecen.)
***
Europa una y eterna en sus maneras: escuchando las palabras rapidísimas de estos rusos -aquí en la pequeña ciudad, en cualquier bar- se comprende que también la civilización europea haya tenido que transcurrir en torno a un río (valga la redundancia o la metáfora imprevista), a pesar o causa de la sangre derramada: nunca las fronteras pudieron ser lo bastante fronteras, ni para mal ni para bien.
¿Qué quiero decir con esto? Los ojos y el cielo se parecen; serenos ellos, inolvidables tus pasos (si a ti me refiriera). De esa forma sucede siempre y así tiene que ser posteriormente recordado (nostalgia = dolor de patria).
Otra cosa quiero decir/me: no conozco ninguna historia -extensa y en castellano- de los fascismos periféricos (también clericales), aquellos movimientos que por algún tipo de mimesis o contagio adaptaron las ideas y las prácticas del nazismo alemán y del fascismo italiano. Me refiero a la Croacia de Ante Pavelic, a la Cruz de Flechas húngara y a la Legión rumana de Codreanu y Sima. Si bien sobre este último está la obra (antes tesis) de Francisco Veiga, La mística del ultranacionalismo.
Se difunde el crimen y la sinrazón de manera similar a cómo se difunde la Ilustración, si es que esta pudo soslayar el crimen (revolucionario).
La Ilustración deberá conformar la superación dialéctica de la violencia. ¿No?
Mis obligaciones consisten en escribir y hablar, pues nadie me exige pensar, sino la visibilidad, los gestos: la representación de una acción, una máscara que ha aprendido a mover los labios...
(No se debe abusar de la ironía: provincianos, sí; pero menos. Hubo épocas en que se era menos provinciano. Eso ya se perdió. Lo perdí.)
(Se pone entre paréntesis aquello de lo que uno no sabría hacerse enteramente responsable: se arroja de los labios, pero no es seguro que sea una palabra que se pueda mantener, con el grado y alcance serio de una promesa. No se conoce si eres tú el que hablas, si todo sucede o si resulta una ilusión.
¿Una cadena que no se sostiene en ningún lado?, ¿una máquina absurda, sin fuerza?
A estas alturas de siglo, no entiendo de qué habría yo de hacerme responsable. El que habla no es: sus acciones no le pertenecen.)
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Europa una y eterna en sus maneras: escuchando las palabras rapidísimas de estos rusos -aquí en la pequeña ciudad, en cualquier bar- se comprende que también la civilización europea haya tenido que transcurrir en torno a un río (valga la redundancia o la metáfora imprevista), a pesar o causa de la sangre derramada: nunca las fronteras pudieron ser lo bastante fronteras, ni para mal ni para bien.
¿Qué quiero decir con esto? Los ojos y el cielo se parecen; serenos ellos, inolvidables tus pasos (si a ti me refiriera). De esa forma sucede siempre y así tiene que ser posteriormente recordado (nostalgia = dolor de patria).
Otra cosa quiero decir/me: no conozco ninguna historia -extensa y en castellano- de los fascismos periféricos (también clericales), aquellos movimientos que por algún tipo de mimesis o contagio adaptaron las ideas y las prácticas del nazismo alemán y del fascismo italiano. Me refiero a la Croacia de Ante Pavelic, a la Cruz de Flechas húngara y a la Legión rumana de Codreanu y Sima. Si bien sobre este último está la obra (antes tesis) de Francisco Veiga, La mística del ultranacionalismo.
Se difunde el crimen y la sinrazón de manera similar a cómo se difunde la Ilustración, si es que esta pudo soslayar el crimen (revolucionario).
La Ilustración deberá conformar la superación dialéctica de la violencia. ¿No?
Sábado en provincias
Sin ser exactamente así, porque ya no estamos olvidados del centro, ni por estar en la periferia ignoramos todo lo que se debe saber, aún conservamos algunos los tics de épocas más oscuras: esperamos los periódicos de los sábados, para conocer lo que culturalmente se va a llevar. Los medios madrileños suelen ser bastante coincidentes (¿moda?, ¿contagio?)...
Pero sobre la pequeña intensidad que producen anímicamente los diarios sabatinos es mejor escribir al día siguiente, guardar la reflexión, evitar el agotamiento... Este consejo valdrá quizás para cualquier acto de lenguaje: /viene la proposición al pensamiento y anhela hacerse sonido/. No nace pura, sino de la emoción -oscuridad- que nos producen las circunstancias, incitando el movimiento electro-químico de las pequeñas y poco estimadas células grises.
***
Perdido el prestigio autorial, porque cada uno de nosotros, pequeños seres, se asoma sin recato a su ventana, ¿cómo esconder la vitalidad infinita de las subjetividades? Cada uno de sus textos es un acto de amor, aunque sea desesperado... se afirma negando, resolviendo por la contradicción íntima el impasse mortal de las dudas.
(No ventanas de perspectivas amplias y metafísicas, virtualmente totalizadoras; sino máscaras, carnaval multimorfo de las opiniones. Porque ventana = transparencia y máscara = ocultamiento)
***
Manuel Bragado: "El nacimiento de la nueva literacidad", en Abcd, 10 de marzo de 2007.
Las innovaciones tecnológicas reclaman un punto de vista crítico, casi una suspensión de la neutralidad moral (que sería la actitud normal, la aceptación por la conciencia de las realidades tecnoeconómicas). Un océano de escritura sin canon demanda un tipo de lector formado, bien pertrechado de filtros, selectivo, perteneciente a la élite, la minoría selecta (la que no se ahoga en la masa de información).
Esto -la petición de ese lector ideal, casi sublime- puede representar una condición de posibilidad del empleo de la inteligencia, y en ese caso podría incluirse dentro del conjunto de disposiciones morales que debemos ver como progresivas o perfeccionadoras (según la Ilustración, aún no desdeñada por completo). No obstante, hay razones para dudar severamente acerca de la posibilidad concreta de trasladar la moralidad a las acciones: ¿cuál habría de ser la función económica de un lector de élite?
Pero sobre la pequeña intensidad que producen anímicamente los diarios sabatinos es mejor escribir al día siguiente, guardar la reflexión, evitar el agotamiento... Este consejo valdrá quizás para cualquier acto de lenguaje: /viene la proposición al pensamiento y anhela hacerse sonido/. No nace pura, sino de la emoción -oscuridad- que nos producen las circunstancias, incitando el movimiento electro-químico de las pequeñas y poco estimadas células grises.
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Perdido el prestigio autorial, porque cada uno de nosotros, pequeños seres, se asoma sin recato a su ventana, ¿cómo esconder la vitalidad infinita de las subjetividades? Cada uno de sus textos es un acto de amor, aunque sea desesperado... se afirma negando, resolviendo por la contradicción íntima el impasse mortal de las dudas.
(No ventanas de perspectivas amplias y metafísicas, virtualmente totalizadoras; sino máscaras, carnaval multimorfo de las opiniones. Porque ventana = transparencia y máscara = ocultamiento)
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Manuel Bragado: "El nacimiento de la nueva literacidad", en Abcd, 10 de marzo de 2007.
Las innovaciones tecnológicas reclaman un punto de vista crítico, casi una suspensión de la neutralidad moral (que sería la actitud normal, la aceptación por la conciencia de las realidades tecnoeconómicas). Un océano de escritura sin canon demanda un tipo de lector formado, bien pertrechado de filtros, selectivo, perteneciente a la élite, la minoría selecta (la que no se ahoga en la masa de información).
Esto -la petición de ese lector ideal, casi sublime- puede representar una condición de posibilidad del empleo de la inteligencia, y en ese caso podría incluirse dentro del conjunto de disposiciones morales que debemos ver como progresivas o perfeccionadoras (según la Ilustración, aún no desdeñada por completo). No obstante, hay razones para dudar severamente acerca de la posibilidad concreta de trasladar la moralidad a las acciones: ¿cuál habría de ser la función económica de un lector de élite?
10 de marzo de 2007
Identificación
No sé si me serviría la designación, dar un nombre exacto: al filósofo optimista de ayer, por ejemplo. Dudo de que un conjunto de características puedan identificar a alguien en exclusiva. Todos podríamos ser ese filósofo que cae: cuando el cuerpo funciona bien y funciona en silencio, bañados por el sol, románticamente asomados al paisaje, jóvenes cuando el crepúsculo... Resulta indiferente ser un personaje privado o público, basta con ser, y hablar.
Admitiendo que el personaje tiene el nombre de X, tampoco quedaría finalmente mucho más para el conocimiento y la memoria, si ésta tiene que consistir en algo más y diferente de un catálogo de conocidos con los que nos hemos ido tropezando a lo largo del tiempo de la vida. La herencia dejada suele ser pobre, más apta para las obligaciones que para el disfrute, se limita a unas cuantas frases que vuelven, /huellas tan fugaces como las marcas que deja el dinero circulando, de pies leves/, también las que va dejando uno mismo, al aire de lo que ocurre.
(Aunque, verdaderamente, nuestro filósofo optimista es una personalidad pública, que viene practicando el gay saber desde su mocedad.)
***
(Conversaciones de trabajo, que también existen)
Acerca de la primera pregunta, sobre el todo y sus fundamentos (en ese momento había pasado ya la hora del mediodía en M., el ruido ambiente -se trata de un centro educativo- era el idóneo y acostumbrado para no poder concentrarse y no poder realizar ningún insensato trabajo intelectual, el sol se asomaba tímidamente por encima de los horrendos edificios blancos de enfrente, como avergonzado de tenernos olvidados estos últimos días), cuestión a la que yo ingenuamente me acojo para declarar mi católica confesionalidad a deshoras, y no muy demasiado rigurosa, así como la necesidad que todavía tienen las sociedades de que haya filósofos que hablen (igual que se admira un vistoso espécimen de loro, especialmente hablador o nervioso) -acerca de por qué existe algo en vez de nada (x en vez de 0), enorme cuestión que me permite sacar del baúl la santa trinidad de Aristóteles (sí, él), Leibniz (otro que tal) y Heidegger el campesino (para pasmo de la escasa concurrencia que me rodea), un compañero se me declara griego y partidario de la eternidad del mundo (amén de atomista en su facción radical-primeriza). Esto es como cruzarse de brazos e invitar a no seguir hablando, si bien me sucede tener un claro en la conciencia y que sobre él venga a posarse una como verdad que desciende, dejándome a mí asombrado. Porque puede que lleve razón, que lo que sea sólo sea (haya sido y será), que todo lo demás constituya una apariencia: nosotros y nuestros anhelos, el movimiento musical de los planetas, la flecha que tiende al blanco (en los corazones francos y juveniles heridos por el rayo de una mirada) y -naturalmente- todos los conceptos religioso-metafísicos que han pretendido suplantar la verdadera eternidad atomista y atea del mundo por otra más consoladora, falsa y hogareña, hecha de padres desairados, aunque capaces de perdonar si entramos en razón.
En un orbe así, regido por el azar (contradictoria monarquía) voy pensando por la calle, lamentando mis escasas luces anteriores. Sin embargo, debe ser por el escaso rigor, no me cuadra ese admirable sistema del mundo, autónomo y semoviente (igual que una máquina pura antitermodinámica) con la visión de un hermoso Audi A6 gris metalizado con un cartel de "Se vende" que tienta hasta mi deseo de pobre. Pienso que esas líneas bellamente redondeadas no pueden ser producto de la suerte ciega, y por qué habrían de serlo la charla de los ojos y las sonrisas.
Admitiendo que el personaje tiene el nombre de X, tampoco quedaría finalmente mucho más para el conocimiento y la memoria, si ésta tiene que consistir en algo más y diferente de un catálogo de conocidos con los que nos hemos ido tropezando a lo largo del tiempo de la vida. La herencia dejada suele ser pobre, más apta para las obligaciones que para el disfrute, se limita a unas cuantas frases que vuelven, /huellas tan fugaces como las marcas que deja el dinero circulando, de pies leves/, también las que va dejando uno mismo, al aire de lo que ocurre.
(Aunque, verdaderamente, nuestro filósofo optimista es una personalidad pública, que viene practicando el gay saber desde su mocedad.)
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(Conversaciones de trabajo, que también existen)
Acerca de la primera pregunta, sobre el todo y sus fundamentos (en ese momento había pasado ya la hora del mediodía en M., el ruido ambiente -se trata de un centro educativo- era el idóneo y acostumbrado para no poder concentrarse y no poder realizar ningún insensato trabajo intelectual, el sol se asomaba tímidamente por encima de los horrendos edificios blancos de enfrente, como avergonzado de tenernos olvidados estos últimos días), cuestión a la que yo ingenuamente me acojo para declarar mi católica confesionalidad a deshoras, y no muy demasiado rigurosa, así como la necesidad que todavía tienen las sociedades de que haya filósofos que hablen (igual que se admira un vistoso espécimen de loro, especialmente hablador o nervioso) -acerca de por qué existe algo en vez de nada (x en vez de 0), enorme cuestión que me permite sacar del baúl la santa trinidad de Aristóteles (sí, él), Leibniz (otro que tal) y Heidegger el campesino (para pasmo de la escasa concurrencia que me rodea), un compañero se me declara griego y partidario de la eternidad del mundo (amén de atomista en su facción radical-primeriza). Esto es como cruzarse de brazos e invitar a no seguir hablando, si bien me sucede tener un claro en la conciencia y que sobre él venga a posarse una como verdad que desciende, dejándome a mí asombrado. Porque puede que lleve razón, que lo que sea sólo sea (haya sido y será), que todo lo demás constituya una apariencia: nosotros y nuestros anhelos, el movimiento musical de los planetas, la flecha que tiende al blanco (en los corazones francos y juveniles heridos por el rayo de una mirada) y -naturalmente- todos los conceptos religioso-metafísicos que han pretendido suplantar la verdadera eternidad atomista y atea del mundo por otra más consoladora, falsa y hogareña, hecha de padres desairados, aunque capaces de perdonar si entramos en razón.
En un orbe así, regido por el azar (contradictoria monarquía) voy pensando por la calle, lamentando mis escasas luces anteriores. Sin embargo, debe ser por el escaso rigor, no me cuadra ese admirable sistema del mundo, autónomo y semoviente (igual que una máquina pura antitermodinámica) con la visión de un hermoso Audi A6 gris metalizado con un cartel de "Se vende" que tienta hasta mi deseo de pobre. Pienso que esas líneas bellamente redondeadas no pueden ser producto de la suerte ciega, y por qué habrían de serlo la charla de los ojos y las sonrisas.
9 de marzo de 2007
Valoraciones (del momento)
1. Entre sueños, el instante más dichoso: casi desprendido de la realidad de ahora los recuerdos que se quieren tener poseen la vivacidad de lo presente, la transparencia de la verdad... están las cosas ahí enfrente, para una capacidad de representación que casi no lo es: tú y el mundo, sostenido entre los hilos leves del sueño.
2. Olvidar sería, entonces, estar con los hechos de ahora, opacos, enmarañados... vivir gravemente, soportando el peso de las cosas.
3. La muerte queda indecisa entre un recuerdo puro, la forma de la memoria, y el peso mayor de los hechos, la oscuridad total...
***
(La inmoralidad del optimismo, contra los filósofos malvados)
...en el fondo, parece demasiado sencillo: el optimista es un mentiroso. Oculta el interés que le mueve, se inventa un desinterés del que nos pretende convencer que mueve, a su turno, al mundo. Éste no tiene más paz que la del silencio, más blancura que la de la nieve ni más calor que el desierto: espacios que son inhabitables para los seres humanos.
Denunciar la falta de espíritu francamente positivo como crimen (la tarea vocacional del que tiene por oficio el pensamiento de la alegría de lo que es), de manera tal que el delincuente quedara obligado al apartamiento del mundo del trabajo, de la solidaridad de sus convecinos y hasta genéricamente de la sociedad, constituye -es evidente- un nuevo crimen mayor que el que se imputa.
Sucede que el mal filósofo ha decidido, en un momento de borrachera de su cuerpo ufano, radiante de las pasadas y prevenidas primaveras, suspender la cadena de hierro de los sucesos dispuestos kantianamente como mundo de los fenómenos, duros sin misericordia.
A ningún espíritu con restos de cristianismo en sus fondos le parecerá extraño que una conciencia encadenada se sienta en la derrota o en la carencia. Un sedicente ateo, nuestro filósofo, en otras situaciones, sí es capaz de abandonar el cristianismo junto con las cadenas: pontifica con la misma gracia acerca del azar hermoso que gobierna el mundo, y de la libertad entera del que ha escogido el crimen horrible del sentimiento de tristeza por las cosas.
Enfermo, luego condenable.
(Señor mío, Tú, si sabes que Existes -es decir, si nosotros somos algo en tu pensamiento-, perdónale la maldad con tus razones, y si es posible adviértele acerca de la falta de coherencia en su razonamiento acerca del optimismo: pues -inadvertidamente o no- hace culpables a las víctimas de serlo.)
***
...caído el edificio, se levantó de entre los escombros. Enteramente dolorido, sin conocer qué había pasado, estupefacto, se puso a andar entre las calles como un fantasma entre otros fantasmas igualmente errantes. A ellos no los veía, tampoco lo veían a él. Sólo era consciente del espesor de su propia torpeza, era consciente, era.
Algo así debió ocurrirles a algunos espíritus al final de la edad media, sin que yo tenga claro por qué no debía haber pasado en tiempos anteriores, en la medida en que hubieran estado sometidos a condiciones parejamente críticas; aunque tenga claro, no obstante, que una duda tan viva parece imposible en un mundo de espectáculo y sopor.
Afortunadamente el futuro es imprevisible, y nadie sabe nada.
2. Olvidar sería, entonces, estar con los hechos de ahora, opacos, enmarañados... vivir gravemente, soportando el peso de las cosas.
3. La muerte queda indecisa entre un recuerdo puro, la forma de la memoria, y el peso mayor de los hechos, la oscuridad total...
***
(La inmoralidad del optimismo, contra los filósofos malvados)
...en el fondo, parece demasiado sencillo: el optimista es un mentiroso. Oculta el interés que le mueve, se inventa un desinterés del que nos pretende convencer que mueve, a su turno, al mundo. Éste no tiene más paz que la del silencio, más blancura que la de la nieve ni más calor que el desierto: espacios que son inhabitables para los seres humanos.
Denunciar la falta de espíritu francamente positivo como crimen (la tarea vocacional del que tiene por oficio el pensamiento de la alegría de lo que es), de manera tal que el delincuente quedara obligado al apartamiento del mundo del trabajo, de la solidaridad de sus convecinos y hasta genéricamente de la sociedad, constituye -es evidente- un nuevo crimen mayor que el que se imputa.
Sucede que el mal filósofo ha decidido, en un momento de borrachera de su cuerpo ufano, radiante de las pasadas y prevenidas primaveras, suspender la cadena de hierro de los sucesos dispuestos kantianamente como mundo de los fenómenos, duros sin misericordia.
A ningún espíritu con restos de cristianismo en sus fondos le parecerá extraño que una conciencia encadenada se sienta en la derrota o en la carencia. Un sedicente ateo, nuestro filósofo, en otras situaciones, sí es capaz de abandonar el cristianismo junto con las cadenas: pontifica con la misma gracia acerca del azar hermoso que gobierna el mundo, y de la libertad entera del que ha escogido el crimen horrible del sentimiento de tristeza por las cosas.
Enfermo, luego condenable.
(Señor mío, Tú, si sabes que Existes -es decir, si nosotros somos algo en tu pensamiento-, perdónale la maldad con tus razones, y si es posible adviértele acerca de la falta de coherencia en su razonamiento acerca del optimismo: pues -inadvertidamente o no- hace culpables a las víctimas de serlo.)
***
...caído el edificio, se levantó de entre los escombros. Enteramente dolorido, sin conocer qué había pasado, estupefacto, se puso a andar entre las calles como un fantasma entre otros fantasmas igualmente errantes. A ellos no los veía, tampoco lo veían a él. Sólo era consciente del espesor de su propia torpeza, era consciente, era.
Algo así debió ocurrirles a algunos espíritus al final de la edad media, sin que yo tenga claro por qué no debía haber pasado en tiempos anteriores, en la medida en que hubieran estado sometidos a condiciones parejamente críticas; aunque tenga claro, no obstante, que una duda tan viva parece imposible en un mundo de espectáculo y sopor.
Afortunadamente el futuro es imprevisible, y nadie sabe nada.
8 de marzo de 2007
Temblor y terror
(A propósito de los personajes del nazismo, de acuerdo a Ferran Gallego, en su libro Todos los hombres del Führer)
La fuerza anónima de la lengua, colectiva e irresponsable (el privilegio que concedemos a la palabra poética, cuando queremos exaltarnos muy por encima de la normal condición del ser humano), no está lejos de su utilización totalitaria y criminal (aunque no haya un libro para legitimarlo). Así, Joseph Goebbels encarna la voluntad de identificación con un movimiento en el que arde la vida, que la reúne porque la consume al mismo tiempo. Se tratará de una proliferación malvada de la pasión, de un imposible que devora a la vez.
Será imposible, y a pesar de eso (o por esa razón) debe conducir a la destrucción.
La moral de Fernando Pessoa (citada de acuerdo al Libro del desasosiego de Bernardo Soares: pues esa distancia pone Pessoa frente a sus enunciados) no sirve a una persona que contradiga la forma del apasionado criminal, según el modelo máximo de Goebbels, sino a la que está en el lado contrario de un mismo campo del que se han ido retirando las razones de sentido cultural. En esa retirada lo mismo da el escepticismo o la tolerancia del autor portugués que la fe asesina del propagandista alemán.
Contradicción no, complementariedad.
No, no da igual, porque Pessoa produce literatura y Goebbels muerte; excepto que el crimen resta incomprensible y en ese sentido lo literario no es más que literario y no va a la raíz, aquella que identificara ab initio el conocimiento con la acción demoníaca, contra todas las ingenuidades de sello socrático.
***
(Un problema escolástico)
No había razones para creer en nada. Producto o no de un mal cerebral, creyendo que se trataba de algo así, o que era perseguido o desestimado, porque todas esas cosas se le tenían que ocurrir diariamente, aún podría creer en algo, y ahora no le importaban los motivos intelectuales, refugiado como estaba en la seguridad íntima de su propia conciencia, una certeza que nadie le podía quitar. Perseguido, sí, enfermo, acabado, olvidado. Sí, pero él. Sabiendo tal cosa, gozaba de una luz más bien equívoca, que no alumbraba a los demás. No los necesitaba, aunque puede que no quisiera creerse que eran ellos los que habían acabado por no necesitarle a él.
La fuerza anónima de la lengua, colectiva e irresponsable (el privilegio que concedemos a la palabra poética, cuando queremos exaltarnos muy por encima de la normal condición del ser humano), no está lejos de su utilización totalitaria y criminal (aunque no haya un libro para legitimarlo). Así, Joseph Goebbels encarna la voluntad de identificación con un movimiento en el que arde la vida, que la reúne porque la consume al mismo tiempo. Se tratará de una proliferación malvada de la pasión, de un imposible que devora a la vez.
Será imposible, y a pesar de eso (o por esa razón) debe conducir a la destrucción.
La moral de Fernando Pessoa (citada de acuerdo al Libro del desasosiego de Bernardo Soares: pues esa distancia pone Pessoa frente a sus enunciados) no sirve a una persona que contradiga la forma del apasionado criminal, según el modelo máximo de Goebbels, sino a la que está en el lado contrario de un mismo campo del que se han ido retirando las razones de sentido cultural. En esa retirada lo mismo da el escepticismo o la tolerancia del autor portugués que la fe asesina del propagandista alemán.
Contradicción no, complementariedad.
No, no da igual, porque Pessoa produce literatura y Goebbels muerte; excepto que el crimen resta incomprensible y en ese sentido lo literario no es más que literario y no va a la raíz, aquella que identificara ab initio el conocimiento con la acción demoníaca, contra todas las ingenuidades de sello socrático.
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(Un problema escolástico)
No había razones para creer en nada. Producto o no de un mal cerebral, creyendo que se trataba de algo así, o que era perseguido o desestimado, porque todas esas cosas se le tenían que ocurrir diariamente, aún podría creer en algo, y ahora no le importaban los motivos intelectuales, refugiado como estaba en la seguridad íntima de su propia conciencia, una certeza que nadie le podía quitar. Perseguido, sí, enfermo, acabado, olvidado. Sí, pero él. Sabiendo tal cosa, gozaba de una luz más bien equívoca, que no alumbraba a los demás. No los necesitaba, aunque puede que no quisiera creerse que eran ellos los que habían acabado por no necesitarle a él.
7 de marzo de 2007
Tarde -día- de viento
(Reuniones de trabajo)
Con otros, diferentes, particularmente interesados, las obligaciones aparecen de una forma más objetiva -tan distantes y frías como ellos. Se trata de deberes burocráticamente imparciales, presumiblemente improductivos, impuestos de manera autoritaria...
...obligaciones emanadas de expertos desconocidos, voluntariamente anónimos, que rivalizan -en mínimo- con el dios que se sabe que es, pero no se sabe qué es. Esta modestia teológico-filosófica se perdió con las religiones políticas de salvación y condenación modernas (contemporáneas, del siglo XX y de ahora). Al dios corresponden las leyes, eternas, naturales; secundaria y humanamente positivas: pobres aproximaciones del existente humano a la esencia divina.
No se puede ser completamente objetivo, yo no puedo serlo: pierdo los hechos, no se satisface uno con lo positivo, con la comunión en lo que hay reglamentariamente (los sucedáneos políticos de la fe, infinitamente más mortíferos). De esa manera se sufre, sin conseguir nada a cambio, aunque tampoco haya nada que ganar ni se tengan deseos -¿intenciones?- de ganar.
(La ironia, de fácil retórica -verbo nervioso como una metralleta- nunca se ganó la amistad de las almas, y mucho menos de los cuerpos. Alguien tiene que ver ahí la posibilidad de que esa verbosidad malvada le alcance a él a su turno. Ni siquiera la ironía tiene por qué ser inteligente -ni astuta, lo que es mucho más productivo.)
***
No termino de entenderlo. Se ama a quien tiene fe: siendo falso lo que se cree, sin importar que sea falso. Al derrotado, ni un saludo cuando no queda más remedio que cruzarse, la mirada hacia otro lado, el pelo que se esparce al viento y tapa la cara para no ver.
***
Después de todo: ¿quién puede negar que no tenga sus pequeñas ambiciones? Se escribe -en efecto-, no es uno el que escribe. Ahora bien, en la medida en que también surge la pregunta de por qué se escribe, ¿quién es el que hace la pregunta?
Con otros, diferentes, particularmente interesados, las obligaciones aparecen de una forma más objetiva -tan distantes y frías como ellos. Se trata de deberes burocráticamente imparciales, presumiblemente improductivos, impuestos de manera autoritaria...
...obligaciones emanadas de expertos desconocidos, voluntariamente anónimos, que rivalizan -en mínimo- con el dios que se sabe que es, pero no se sabe qué es. Esta modestia teológico-filosófica se perdió con las religiones políticas de salvación y condenación modernas (contemporáneas, del siglo XX y de ahora). Al dios corresponden las leyes, eternas, naturales; secundaria y humanamente positivas: pobres aproximaciones del existente humano a la esencia divina.
No se puede ser completamente objetivo, yo no puedo serlo: pierdo los hechos, no se satisface uno con lo positivo, con la comunión en lo que hay reglamentariamente (los sucedáneos políticos de la fe, infinitamente más mortíferos). De esa manera se sufre, sin conseguir nada a cambio, aunque tampoco haya nada que ganar ni se tengan deseos -¿intenciones?- de ganar.
(La ironia, de fácil retórica -verbo nervioso como una metralleta- nunca se ganó la amistad de las almas, y mucho menos de los cuerpos. Alguien tiene que ver ahí la posibilidad de que esa verbosidad malvada le alcance a él a su turno. Ni siquiera la ironía tiene por qué ser inteligente -ni astuta, lo que es mucho más productivo.)
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No termino de entenderlo. Se ama a quien tiene fe: siendo falso lo que se cree, sin importar que sea falso. Al derrotado, ni un saludo cuando no queda más remedio que cruzarse, la mirada hacia otro lado, el pelo que se esparce al viento y tapa la cara para no ver.
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Después de todo: ¿quién puede negar que no tenga sus pequeñas ambiciones? Se escribe -en efecto-, no es uno el que escribe. Ahora bien, en la medida en que también surge la pregunta de por qué se escribe, ¿quién es el que hace la pregunta?
6 de marzo de 2007
La categoría de accidente
Materia mía -el horror es un sueño-, inadvertidamente, olvidada de la forma, te debía perder. Tenía miedo de hacerte, de la catástrofe.
***
Salgo de ahí a continuación, respirando y temblándome las piernas. La forma que temía perder en un mal sueño consiste en contar -de esa manera, confundir el recuerdo constante del perfume con la real constancia del cuerpo.
El tiempo, ocasión de las destrucciones, lo rescatan los acontecimientos que se narran; un habla que concede entidad al vacío, a los besos de los locos de ojos errantes y pasos perdidos.
***
(Miedo)
Un dios que sueña -mucho más una persona- pierde su oportunidad de crear: deja en un lugar del camino -v. gr., la intención humana de comprar un juguete- la forma de la vida, el calor del movimiento (para que te imagines -si puedes- la eternidad, el ser).
***
(Anecdotario)
Observé el hastío en el hombre de la tienda, sentado detrás del mostrador, ajeno a los improbables compradores. No había vuelto a acordarme de él, porque yo tengo también que pensar en otras cosas. Ayer, al pasar por delante del establecimiento oí cómo su padre -al cual conozco desde hace mucho tiempo- le decía algo muy simple: "Hasta luego, hijo". No lo refería, sino que más bien lo expresaba, lo sentía. ¿Por qué no pensar que en ese episodio mínimo se encierra todo, que el hijo pueda confiar en que el padre no lo abandone, y así él poder seguir imaginándose la alegría de los juguetes?
***
Salgo de ahí a continuación, respirando y temblándome las piernas. La forma que temía perder en un mal sueño consiste en contar -de esa manera, confundir el recuerdo constante del perfume con la real constancia del cuerpo.
El tiempo, ocasión de las destrucciones, lo rescatan los acontecimientos que se narran; un habla que concede entidad al vacío, a los besos de los locos de ojos errantes y pasos perdidos.
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(Miedo)
Un dios que sueña -mucho más una persona- pierde su oportunidad de crear: deja en un lugar del camino -v. gr., la intención humana de comprar un juguete- la forma de la vida, el calor del movimiento (para que te imagines -si puedes- la eternidad, el ser).
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(Anecdotario)
Observé el hastío en el hombre de la tienda, sentado detrás del mostrador, ajeno a los improbables compradores. No había vuelto a acordarme de él, porque yo tengo también que pensar en otras cosas. Ayer, al pasar por delante del establecimiento oí cómo su padre -al cual conozco desde hace mucho tiempo- le decía algo muy simple: "Hasta luego, hijo". No lo refería, sino que más bien lo expresaba, lo sentía. ¿Por qué no pensar que en ese episodio mínimo se encierra todo, que el hijo pueda confiar en que el padre no lo abandone, y así él poder seguir imaginándose la alegría de los juguetes?
5 de marzo de 2007
Deberes
Vuelve la pequeña felicidad diaria, el trabajo, el reconocimiento de los hábitos/la costumbre de verse; un bienestar modesto y ordenado que sabe a limpieza, distracción, olvido. A salud, porque no se está demasiado pendiente: la enfermedad es la conciencia del tiempo...
De nuevo a la ciudad, por carretera, recorriendo los aeropuertos, traspasando las puertas de embarque... La amistad se reúne y regala novedades. El mundo se hace un poco mejor o soportable, aunque el mundo no se hubiera ido a ninguna parte. Estaba ahí y éramos nosotros los que estábamos en espera. ¿De qué? De algo.
Dejamos el eclipse rojo de la luna, la locura momentánea de su cara, hasta 2029... Así lo dicen los informativos, aunque no se deba creer demasiado en las noticias que se van diciendo, pues aún no somos demasiado mayores para distinguirlas de los rumores, o de las supersticiones.
...olvidamos el paso dificultoso de los borrachos por la calle (tropiezan o se hacen los encontradizos, porque quieren compañía), las caricias de las parejas en los bancos... Sin embargo, no se dejan de lado los pequeños deberes hacia los otros. Se tienen en la conciencia, una obligación que uno (yo) se ha impuesto. Cumplirla no le hace mejor, incumplirla le haría peor. Por lo menos así se cree.
***
Se escribe: pues yo no escribo.
Discurrir, fluir, vivir: constituyen actos de la lengua. Se produce un encuentro o no se produce. La lengua, en eso, atrae igual que el amor: éste también constituye un suceso impersonal, intransitivo, una necesidad.
Se escribe guiado por el mismo azar de las palabras que se escuchan en los parques, de las risas infantiles y de los abrazos. Lo que podría no ser, se revela en un momento como lo único necesario: tiene la fuerza de la verdad. (La verdad corresponde al hecho, pero es porque el hecho se impone.)
De nuevo a la ciudad, por carretera, recorriendo los aeropuertos, traspasando las puertas de embarque... La amistad se reúne y regala novedades. El mundo se hace un poco mejor o soportable, aunque el mundo no se hubiera ido a ninguna parte. Estaba ahí y éramos nosotros los que estábamos en espera. ¿De qué? De algo.
Dejamos el eclipse rojo de la luna, la locura momentánea de su cara, hasta 2029... Así lo dicen los informativos, aunque no se deba creer demasiado en las noticias que se van diciendo, pues aún no somos demasiado mayores para distinguirlas de los rumores, o de las supersticiones.
...olvidamos el paso dificultoso de los borrachos por la calle (tropiezan o se hacen los encontradizos, porque quieren compañía), las caricias de las parejas en los bancos... Sin embargo, no se dejan de lado los pequeños deberes hacia los otros. Se tienen en la conciencia, una obligación que uno (yo) se ha impuesto. Cumplirla no le hace mejor, incumplirla le haría peor. Por lo menos así se cree.
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Se escribe: pues yo no escribo.
Discurrir, fluir, vivir: constituyen actos de la lengua. Se produce un encuentro o no se produce. La lengua, en eso, atrae igual que el amor: éste también constituye un suceso impersonal, intransitivo, una necesidad.
Se escribe guiado por el mismo azar de las palabras que se escuchan en los parques, de las risas infantiles y de los abrazos. Lo que podría no ser, se revela en un momento como lo único necesario: tiene la fuerza de la verdad. (La verdad corresponde al hecho, pero es porque el hecho se impone.)
4 de marzo de 2007
Suplementos literarios de los sábados
Abcd, 3 de marzo de 2007: Futuros de ficción
"El futuro cumple 25 años"
Andrés Ibáñez
Félix Romeo
Juan Malpartida
"¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?" I. e., ¿son humanos, según su naturaleza? ¿Tan escasos en su onirismo como nosotros?
***
(Historia vs. poesía)
Aspiran a comprender la fuerza de un poeta: su vida en el infierno, la palabra-paraíso. Quizás tengan que limitar un poco sus aspiraciones. Han comprendido, en el sentido de que su análisis es el correcto. Análisis, sí, nada más que una descomposición: la verdad resuelta en sus estados de hecho constituyentes. Pero extenuada, sin fuerza alguna ya, muerta y olvidada. Aunque los análisis les pueden servir para escribir fragmentos: los cascotes de una verdad que aspira -sí, también- a la utopía.
***
(Aspiran, aspiras, aspiro. Cuando se pierde una palabra, una ocurrencia, una frase, se quiere creer después que has dejado escaparse algo definitivo, sólido, rocoso, tu verdad-hallazgo del día. /Des-cubres, des-velas./)
***
La práctica de la mirada: se fijan los ojos en un objeto inerte. Su interés en la cosa (las imágenes de un videoclip musical) atrae la mirada de otro (un hombre maduro que no soy yo). Observador externo, aunque torpe telegrafista de tus intenciones inocentes, pretendes congelar el momento, fotográficamente (para las palabras posteriores). Practicando tú también (es decir, yo), me tengo que rendir en el juego: no aguanto y tengo que bajar los ojos. ¿Qué pensarán de mí?
***
(Los peligros de la historia)
No se trata del cansancio de los hechos, observando que no hay casi nada nuevo, y que si algo resulta serlo se entrega pronto a la repetición de los viejos modos. No. Sino el mal que se conoce en el pasado, la falta de ética (de política y amistad) entre los hombres. Eso se contiene ya en el uso del verbo ser: yo soy = yo habito (Heidegger, según Ferran Gallego: Todos los hombres del Führer). Por lo tanto, una pertenencia al conjunto de los semejantes, idénticos en lo que les hace semejantes; excluyendo, hacia los márgenes y después afuera, lo que no cuadra visualmente dentro de la familia de semejanzas establecidas; destruyendo lo diferente, si lo precisa una afirmación más rotunda de la identidad, la familia, la tribu o el partido. Realmente, no conocemos demasiado el mal de que somos capaces, no leemos bastantes libros de historia ni extraemos la significación filosófica y aun teológica.
En el alma del hombre habita la locura, parecen pensar todos los narradores cuando se ponen a escribir. ¿Qué pensarán los lectores?
"El futuro cumple 25 años"
Andrés Ibáñez
Félix Romeo
Juan Malpartida
"¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?" I. e., ¿son humanos, según su naturaleza? ¿Tan escasos en su onirismo como nosotros?
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(Historia vs. poesía)
Aspiran a comprender la fuerza de un poeta: su vida en el infierno, la palabra-paraíso. Quizás tengan que limitar un poco sus aspiraciones. Han comprendido, en el sentido de que su análisis es el correcto. Análisis, sí, nada más que una descomposición: la verdad resuelta en sus estados de hecho constituyentes. Pero extenuada, sin fuerza alguna ya, muerta y olvidada. Aunque los análisis les pueden servir para escribir fragmentos: los cascotes de una verdad que aspira -sí, también- a la utopía.
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(Aspiran, aspiras, aspiro. Cuando se pierde una palabra, una ocurrencia, una frase, se quiere creer después que has dejado escaparse algo definitivo, sólido, rocoso, tu verdad-hallazgo del día. /Des-cubres, des-velas./)
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La práctica de la mirada: se fijan los ojos en un objeto inerte. Su interés en la cosa (las imágenes de un videoclip musical) atrae la mirada de otro (un hombre maduro que no soy yo). Observador externo, aunque torpe telegrafista de tus intenciones inocentes, pretendes congelar el momento, fotográficamente (para las palabras posteriores). Practicando tú también (es decir, yo), me tengo que rendir en el juego: no aguanto y tengo que bajar los ojos. ¿Qué pensarán de mí?
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(Los peligros de la historia)
No se trata del cansancio de los hechos, observando que no hay casi nada nuevo, y que si algo resulta serlo se entrega pronto a la repetición de los viejos modos. No. Sino el mal que se conoce en el pasado, la falta de ética (de política y amistad) entre los hombres. Eso se contiene ya en el uso del verbo ser: yo soy = yo habito (Heidegger, según Ferran Gallego: Todos los hombres del Führer). Por lo tanto, una pertenencia al conjunto de los semejantes, idénticos en lo que les hace semejantes; excluyendo, hacia los márgenes y después afuera, lo que no cuadra visualmente dentro de la familia de semejanzas establecidas; destruyendo lo diferente, si lo precisa una afirmación más rotunda de la identidad, la familia, la tribu o el partido. Realmente, no conocemos demasiado el mal de que somos capaces, no leemos bastantes libros de historia ni extraemos la significación filosófica y aun teológica.
En el alma del hombre habita la locura, parecen pensar todos los narradores cuando se ponen a escribir. ¿Qué pensarán los lectores?
3 de marzo de 2007
El reloj no tiene pila
Un hombre sin reloj, ¿es menos hombre? No, sólo que ha perdido su reloj, la pequeña herramienta que le esclaviza, aferrándole sus sueños. Deja que el tiempo se lo mida el sol, incidiéndole en la piel, en cada uno de sus poros, en las caras de los que se asoman a los balcones y de las muchachas sentadas en las terrazas. Marzo da su calor, reuniendo a vivientes y desaparecidos (pues no nos olvidamos de ellos) en una misma celebración gozosa de los hechos.
(El cuerpo, agradecido por un tiempo, despreciando insolente lo que a su edad le conviene, anhela desnudo y mar; la belleza -no sujeta- de la inocencia.)
(El cuerpo, agradecido por un tiempo, despreciando insolente lo que a su edad le conviene, anhela desnudo y mar; la belleza -no sujeta- de la inocencia.)
Noches
Buena parte de los sueños nocturnos son de una vulgaridad que tendría que asustarnos. Contienen elementos de la vida diaria, de lo que hemos hecho, de lo que hemos ido oyendo o lo que nos han contado privadamente, de nuestras propias imaginaciones de la mañana -igual que si la noche no se hubiera ido del todo. Debería preocuparnos esa repetición de lo normal en el territorio de lo extraordinario, de la suspensión nocturna de la conciencia y la responsabilidad que románticamente (es decir, cuando la industrialización se había adueñado ya de todo y se fueron las esperanzas) se denominó libertad (genio, autenticidad, creatividad, vanguardia, modernidad...). Debería preocupar que al final del camino sólo se encuentre un espejo y que no haya forma de entender lo que pasa.
(V. gr.)
Las historias de la noche transcurren con una vivacidad horrible. Sabía que un conocido se tenía que operar, la gravedad de su situación y las posibilidades de que surgieran complicaciones. El ajetreo del día, mis propias ocupaciones y obsesiones, me habían hecho olvidar sus lamentables circunstancias y la piedad a la que nos debe mover el dolor de nuestros conciudadanos (y hermanos). Se me había perdido, junto con su dolor mortal, su rostro, o no quería tenerlo conmigo, y para eso me habían servido mis propios pequeños asuntos de ir tirando y gastando malamente el tiempo. Así era, hasta que de repente se me acercaron sus familiares más cercanos, enlutados y llorosos, como si el acontecimiento acabara de pasar. Yo no sé si acertaba a sentirme culpable de su muerte por haberme olvidado de él durante un tiempo, aunque sí responsable de no haber preguntado cómo había ido la operación. Tampoco quería creerme que hubiera muerto, aunque era una cosa que podía esperarse. Musitando, casi por gestos, con palabras muy indirectas que dije al hermano, me aseguré de lo que había ocurrido. A una parte posterior de mi pesadilla (nightmare) le corresponde la idea de que yo fuera culpable de dos muertes, por dejadez, egoísmo o pura estupidez: las de los padres. Hasta en los peores sueños uno tiene que pedir que Dios se apiade de su alma.
***
Me doy cuenta de que no hay vulgaridad, sino horror. No sé si atribuirlo a la conciencia.
(V. gr.)
Las historias de la noche transcurren con una vivacidad horrible. Sabía que un conocido se tenía que operar, la gravedad de su situación y las posibilidades de que surgieran complicaciones. El ajetreo del día, mis propias ocupaciones y obsesiones, me habían hecho olvidar sus lamentables circunstancias y la piedad a la que nos debe mover el dolor de nuestros conciudadanos (y hermanos). Se me había perdido, junto con su dolor mortal, su rostro, o no quería tenerlo conmigo, y para eso me habían servido mis propios pequeños asuntos de ir tirando y gastando malamente el tiempo. Así era, hasta que de repente se me acercaron sus familiares más cercanos, enlutados y llorosos, como si el acontecimiento acabara de pasar. Yo no sé si acertaba a sentirme culpable de su muerte por haberme olvidado de él durante un tiempo, aunque sí responsable de no haber preguntado cómo había ido la operación. Tampoco quería creerme que hubiera muerto, aunque era una cosa que podía esperarse. Musitando, casi por gestos, con palabras muy indirectas que dije al hermano, me aseguré de lo que había ocurrido. A una parte posterior de mi pesadilla (nightmare) le corresponde la idea de que yo fuera culpable de dos muertes, por dejadez, egoísmo o pura estupidez: las de los padres. Hasta en los peores sueños uno tiene que pedir que Dios se apiade de su alma.
***
Me doy cuenta de que no hay vulgaridad, sino horror. No sé si atribuirlo a la conciencia.
2 de marzo de 2007
Facilidad
Hiperestesia = Fisiol. Sensibilidad excesiva y dolorosa. DRAE
***
Las intuiciones sin conceptos son ciegas (Kant, KRV). (La luz se la aportan los conceptos: literariamente no conviene abusar de los conceptos y llegarnos a la literatura pedagógica o al realismo socialista.)
***
De la sobreabundancia vive la palabra poética, estableciendo límites en su ámbito de experiencia, removiendo los obstáculos en los caminos difíciles, para abrir sendas nuevas o hacer reconocibles las antiguas. Las voces del poeta, devueltas en las miradas ingenuas o turbias de los jóvenes -cuando se pone la luz en los ojos, sin pedir nada a cambio: puro ofrecimiento sin intermediaciones-, guardadas en el papel eterno de los libros o en el sonido menos duradero de las charlas diarias ---esas voces, arriesgadas al nacer, logran permanecer finalmente reconocidas socialmente dentro de la lengua, estableciendo los contornos de lo pensable en consonancia con esa otra manera de recortar que consiste en trazar marcas en el espacio, hacerlo privado o público, hasta que lo simplemente doméstico -la poesía y la casa- se funde /y se fundamente/ en una intención de contar: el lujo del lenguaje renacido.
***
Se corre el peligro de vincular -ambiciones de la medicina y de la higiene social- el genio y la enfermedad, de trabar peligrosamente las metáforas (pues ya "genio" lo es): se imagina al artista como depositario de un mal sagrado, que lo mismo puede ser mensajero (evangelizador) que propiciatorio o sacrificable. Casi tan peligroso -pensar así- como trasladar metáforas sanitarias a clases o grupos enteros de la sociedad. Esto se hace finamente, incluso, cuando se denuncia el mal moral en el otro, como estamos acostumbrados a ver en los ataques y contraataques políticos. El mal moral, la mancha, el pecado: la sociedad -por boca de sus portavoces- pide a una que alejen de ella a ese microbio. Verdaderamente las ideas de exclusión social ganaron mucho con el progreso científico del XIX: la sociedad no tiene que preocuparse primeramente de su cabeza, de la ortodoxia, sino de la salud de los cuerpos. Sobre éstos se puede actuar con mucha menos delicadeza que sobre las almas, pues no está claro que la carne sea de Dios. Inocentes la ciencia y la tecnología, evidentemente (¿evidentemente?), pero no sé si tanto las mentalidades de científicos y tecnólogos, pues el bien moral, llamado progreso, les pertenece; es decir, los restos de Dios, los despojos del espíritu.
***
(Pour N. y O. Mandelstam y A. Ajmatova)
La poesía, ni texto ni sonido, ha tenido que vivir en el esfuerzo de la memoria de algunas personas valientes. Debía ocurrir así en épocas de oscura maldad y terror, porque el poder político totalitario es uno de los mejores críticos literarios que ha dado el mundo: concede a los textos literarios toda la profundidad de las proposiciones verdaderas; ni expresan ni apelan, el peligro está -anteriormente- en que refieren un mensaje.
De su memoria, como de los hechos de algunos hombres justos y sabios, depende la hermosa fragilidad de nuestra cultura. Como de la estupidez al mal hay sólo un pequeño paso -que empieza a darse cuando se decide no seguir escuchando-, haremos bien en no olvidarlo.
***
Las intuiciones sin conceptos son ciegas (Kant, KRV). (La luz se la aportan los conceptos: literariamente no conviene abusar de los conceptos y llegarnos a la literatura pedagógica o al realismo socialista.)
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De la sobreabundancia vive la palabra poética, estableciendo límites en su ámbito de experiencia, removiendo los obstáculos en los caminos difíciles, para abrir sendas nuevas o hacer reconocibles las antiguas. Las voces del poeta, devueltas en las miradas ingenuas o turbias de los jóvenes -cuando se pone la luz en los ojos, sin pedir nada a cambio: puro ofrecimiento sin intermediaciones-, guardadas en el papel eterno de los libros o en el sonido menos duradero de las charlas diarias ---esas voces, arriesgadas al nacer, logran permanecer finalmente reconocidas socialmente dentro de la lengua, estableciendo los contornos de lo pensable en consonancia con esa otra manera de recortar que consiste en trazar marcas en el espacio, hacerlo privado o público, hasta que lo simplemente doméstico -la poesía y la casa- se funde /y se fundamente/ en una intención de contar: el lujo del lenguaje renacido.
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Se corre el peligro de vincular -ambiciones de la medicina y de la higiene social- el genio y la enfermedad, de trabar peligrosamente las metáforas (pues ya "genio" lo es): se imagina al artista como depositario de un mal sagrado, que lo mismo puede ser mensajero (evangelizador) que propiciatorio o sacrificable. Casi tan peligroso -pensar así- como trasladar metáforas sanitarias a clases o grupos enteros de la sociedad. Esto se hace finamente, incluso, cuando se denuncia el mal moral en el otro, como estamos acostumbrados a ver en los ataques y contraataques políticos. El mal moral, la mancha, el pecado: la sociedad -por boca de sus portavoces- pide a una que alejen de ella a ese microbio. Verdaderamente las ideas de exclusión social ganaron mucho con el progreso científico del XIX: la sociedad no tiene que preocuparse primeramente de su cabeza, de la ortodoxia, sino de la salud de los cuerpos. Sobre éstos se puede actuar con mucha menos delicadeza que sobre las almas, pues no está claro que la carne sea de Dios. Inocentes la ciencia y la tecnología, evidentemente (¿evidentemente?), pero no sé si tanto las mentalidades de científicos y tecnólogos, pues el bien moral, llamado progreso, les pertenece; es decir, los restos de Dios, los despojos del espíritu.
***
(Pour N. y O. Mandelstam y A. Ajmatova)
La poesía, ni texto ni sonido, ha tenido que vivir en el esfuerzo de la memoria de algunas personas valientes. Debía ocurrir así en épocas de oscura maldad y terror, porque el poder político totalitario es uno de los mejores críticos literarios que ha dado el mundo: concede a los textos literarios toda la profundidad de las proposiciones verdaderas; ni expresan ni apelan, el peligro está -anteriormente- en que refieren un mensaje.
De su memoria, como de los hechos de algunos hombres justos y sabios, depende la hermosa fragilidad de nuestra cultura. Como de la estupidez al mal hay sólo un pequeño paso -que empieza a darse cuando se decide no seguir escuchando-, haremos bien en no olvidarlo.
1 de marzo de 2007
Paseos
La fantasía quiere que la repetición diaria de los actos, el paseo de un lado a otro de la ciudad, atravesando el puente, la entrada en el mismo bar, reconocido el mecanismo por los otros viandantes, que saludan y son saludados, quedara como una piedra en el tiempo; y que no se fuera como todas aquellas palabras que se escuchan, extrañas en su significado si no se conoce la conversación de que forman parte; extraña también la conversación misma, aunque fuera escuchada completa, sabiendo su lugar simplemente presente y huidizo.
La fantasía no realiza sus anhelos, inventa mundos, erige catedrales con sus dioses, da héroes a los poetas y libros a los apesadumbrados.
La fantasía no realiza sus anhelos, inventa mundos, erige catedrales con sus dioses, da héroes a los poetas y libros a los apesadumbrados.
Marzo
Marzo nos trae el sol, un aire claro y recuerdos alegres. Deseamos los cuerpos, los juegos, queremos el contento de otros hombres. Quedan sombras, esas que siempre van con nosotros, adueñándose de las ideas en cuanto se les abre la puerta. Pero ya se hacen menos pesadas, se convencen antes, cuando les decimos que tiene que irse. Seguro que nos ven más fuertes y se acobardan.
Nosotros tememos que se trate de una alegría sin carne, por habernos distanciado en exceso del común. Se nos invita al baile, tal como en navidad no se nos invitaba o como sí pudo haber sucedido efectivamente en otras ocasiones que ya han sido olvidadas. Nunca se sabe si la tarjeta nos va destinada: el pensamiento que se tiene detrás de lo que se está escribiendo nunca es el pensamiento que tiende a faltar cuando se está hablando con alguien. No se es el mismo y se es otro por la mañana, por la tarde y por la noche. (Hasta podría pensar que la verdad está en las presencias radiantes del sueño.) Diferentes aunque estemos constantemente diciendo yo (con un egoísmo sin fortuna), el conocimiento de cómo suceden los hechos parece ir a trasmano: nada más ajeno a nuestra condición que el automatismo del estímulo-respuesta en que se cifra la inteligencia específica, qua mecanismo de supervivencia (biológica ergo social, y a la inversa).
***
Día de sol y ejercicios escolares (moral y marxismo), en los que no se cree en demasía ni se deja de creer del todo, por ver si suena la flauta y ocurre la verdad:
"¿Tienen sentido las ciencias sociales? Puesto que académicamente existen, hasta en las modalidades del bachillerato -ese mínimo común denominador de la cultura patria-, les alcanza esa primera parte de justificación. Los hechos son, y no se encuentran razones para afirmar que no son: los hechos falsos son pseudohechos. No. La cuestión se plantea acerca de la legitimidad de discurso de unas prácticas teóricas de interés complejo: tratamiento de los hechos, en positivo, registrados, cuantificados; conocimiento y reflexión acerca de las tradiciones normativas de toda laya que cimentan las instituciones humanas; alcance utópico-práctico de la ciencia académica, para coronar el saber de las élites con una libertad de todos y para todos."
No se es autor de nada, las cosas pasan.
Una verdad así definida es políticamente un desastre.
Nosotros tememos que se trate de una alegría sin carne, por habernos distanciado en exceso del común. Se nos invita al baile, tal como en navidad no se nos invitaba o como sí pudo haber sucedido efectivamente en otras ocasiones que ya han sido olvidadas. Nunca se sabe si la tarjeta nos va destinada: el pensamiento que se tiene detrás de lo que se está escribiendo nunca es el pensamiento que tiende a faltar cuando se está hablando con alguien. No se es el mismo y se es otro por la mañana, por la tarde y por la noche. (Hasta podría pensar que la verdad está en las presencias radiantes del sueño.) Diferentes aunque estemos constantemente diciendo yo (con un egoísmo sin fortuna), el conocimiento de cómo suceden los hechos parece ir a trasmano: nada más ajeno a nuestra condición que el automatismo del estímulo-respuesta en que se cifra la inteligencia específica, qua mecanismo de supervivencia (biológica ergo social, y a la inversa).
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Día de sol y ejercicios escolares (moral y marxismo), en los que no se cree en demasía ni se deja de creer del todo, por ver si suena la flauta y ocurre la verdad:
"¿Tienen sentido las ciencias sociales? Puesto que académicamente existen, hasta en las modalidades del bachillerato -ese mínimo común denominador de la cultura patria-, les alcanza esa primera parte de justificación. Los hechos son, y no se encuentran razones para afirmar que no son: los hechos falsos son pseudohechos. No. La cuestión se plantea acerca de la legitimidad de discurso de unas prácticas teóricas de interés complejo: tratamiento de los hechos, en positivo, registrados, cuantificados; conocimiento y reflexión acerca de las tradiciones normativas de toda laya que cimentan las instituciones humanas; alcance utópico-práctico de la ciencia académica, para coronar el saber de las élites con una libertad de todos y para todos."
No se es autor de nada, las cosas pasan.
Una verdad así definida es políticamente un desastre.
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