Reproduzco un fragmento de un artículo de Julián Marías que he encontrado por ahí, y que viene que ni pintado (de La Vanguardia, en 1982):
Es menester crear un espacio político que excluya el enfrentamiento, que no se movilice contra nadie, que se afirme positivamente —con toda la energía necesaria— sin exclusiones ni agresiones. Tendrá que oponerse, claro está, a los que nieguen esa concordia, a los excluyentes, a los dispuestos a imponer al conjunto de la nación los deseos, las conveniencias o las manías de una porción de ella.
Ese espacio político es el que faltó en la República y con su ausencia la privó de estabilidad, la llevó en bandazos sucesivos de la izquierda a la derecha, de la derecha a la izquierda, de manera cada vez más excluyente y violenta, hasta la catástrofe final. En lugar de construir una sociedad en concordia, llena de diferencias creadoras, los partidos operaron una escisión del cuerpo social, ahogando en cada una de sus mitades las diferencias, con una clara tendencia a la homogeneización totalitaria. En tales condiciones, el bipartidismo propende a la formación de dos partidos únicos, cada uno de ellos con las taras de esa monstruosidad política de nuestra época.


