Cada libro requiere de un tipo particular de acercamiento: al estilo y el pensamiento. Me costaba la morosidad enumerativa de Pamuk, y la reincidencia en la armagura como rasgo específico de la ciudad de Estambul: una historia de derrotas que se mete en el alma de sus habitantes y no les suelta. Fatalidad y dignidad al unísono en esa forma de vivir, de conllevar la existencia.
Me voy acostumbrando, entendiendo al cabo que siempre es lo mismo: uno se dice, y no tiene otra forma que la de construir su memoria con los materiales que ha ido acumulando. Pero quien acumula materiales se tiene que referir a otros que también acumulan materiales, y de ese círculo no hay manera de salir.
Es decir, que la vida carece de sentido y que lo único que queda es la novela que nos fabricamos.
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