Ahora ya no tengo dudas acerca de la ortodoxa interpretación del sueño, que me inquietaba sin yo ver claro (ahora es mediodía):
Estoy en el salón del piso alto,
Enfrente de mi, en vez del ventanal un muro, aunque no falta una luz carente de sentido, demasiado blanca,
Saco fuerzas de donde no, y consigo mover la pared sobre un eje imaginario,
Para que entren -benditas grietas- aire y luz, de fuera.
Sueño en el sueño con una ventana, pequeña y funcional.
Sé que esta obra, despejar la vista hacia el mundo, no está en mis manos, que solo alguien de fuera, a su propio riesgo, pues un abismo separa el piso de la calle, puede emprender. No estamos solos, de algún modo que desconozco.
Creo que los residentes, alguien a quien no pongo cara me acompaña, quizás una mujer, habitamos ya en otra condición, y que por eso he dejado un par de zapatos desparejados en una bolsa de plástico al lado de la carretera: los saco, para que alguien se sirva.
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