Estoy con Por el imperio hacia Dios (no por el amperio, como pretendía un electricista entregado aunque oportunista), libro de R. Abella en la venerable colección Espejo de España de Planeta (el título se publicó en 1978).
La clave (de los hechos contados) está en el contexto, pero aun así... Abella parece hombre ecuánime, prudente, y el libro me parece recomendable se mire como se mire. Una de las cosas con las que me quedo: la prosa como de Ortega pero indigesta al máximo de los hagiógrafos, opinadores y todólogos varios del régimen triunfante, por lo menos en aquella primera hora. El régimen viene como telos de un Movimiento, precipitado sangriento (heroísmos y martirologios varios, "a sangre y fuego") de una fundación mítica en los hechos de una guerra. Así que no se daba cuartel al vencido: la descalificación y la burla, el menosprecio y el insulto son caminos legítimos en el lenguaje que se dirige al vencido. Basta imaginar la correlativa administración de los cuerpos. El horror. No basta el contexto, el dolor y el fuego, para comprender. Sobre tales arjai pocos edificios futuros pueden sostenerse.
Un ejemplo un poco al margen, o no: la prédica moral falangista o nacionalcatólica, la austeridad militar, el espíritu de sacrificio y toda esa pesca conviven -con no demasiados escrúpulos ni mohínes condenatorios- con una inmoralidad general en la distribucion de bienes de primera necesidad, cuando parte de la población se muere de hambre. El tendero kantiano que es honrado por interés no obra por deber, pero obra conforme al deber (eso nos enseñaron cuando la Fundamentación, hace décadas). No es mucho, pero empezar con solamente eso, con la honradez en el reparto de víveres, quizás hubiera limado algo las aristas del temible comienzo de justicia inclemente y chulería (soberbia es verbo demasiado teológico y moralista).
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