Los centros están acostumbrados a funcionar como recintos. Cierran las puertas una vez que han entrado los alumnos y crean un ambiente protegido, autosuficiente, como un santuario. Hay poca costumbre de salir y colaborar con lo de fuera, cuando en realidad siempre hay motivos sociales o pedagógicos para establecer relaciones. Lo que saben hacer el conjunto de los profesores del centro en relación con lo que la sociedad sabe hacer es cada vez más insignificante. Qué mejor que poder recurrir al museo de enfrente, a la fundación de la esquina o al grupo de mujeres de no sé dónde. Pero aunque hay actitudes distintas, la dominante es encerrarse, simplificar. Es un problema de las organizaciones en general, no solo de los centros educativos. (En El País)
Blogger me avisa de que las leyes europeas, Dios las bendiga, me obligan a que avise a mis improbables visitantes y/o lectores de que mi blog usa cookies, pero a mí su aviso, incompetencia mía, seguro, no se me pone en la cabecera
6 de octubre de 2020
Caracteres: el odio foucaultiano
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