4 de julio de 2020

Seguramente las mónadas fruirán en su autosuficiencia plenaria, innecesitadas de ventanas, se confiesa Cándido el Magnánimo, mientras mira a la calle (los viandantes, los vehículos) desde el saloncito del primer piso en el que mora y forja su carácter. Medita en las palabras, en sus tenues ligazones y en si podrían ser cimiento de algo verdadero. Disperso como está, el mundo (el suyo, el único) no quiere renunciar al encanto de la unidad. Las cosas se atraen en su lecho de voces.

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