Que fácil transita el hombre del rostro a las cenizas
El rostro quiere perderse: tiene la consistencia del humo, soñado entre nieblas. Pero la materia perdura. Lo mismo que el sol y los límites de la tierra. Así se entretienen los seres: fijando un terreno y la obligación de cuidarlo. Cada generación debe, al fin, señalar la vanidad de los empeños, del rostro, el trabajo y el lenguaje. Resta la materia, queriendo decir de manera más viva que con palabras volanderas.
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