Se revisan anotaciones de hace diez, doce años. Algunas son escasamente inteligibles. Pero en otras sé es el que se es, constante, sin remedio. También aquí hay arqueología, psicomental... Como acordarse del niño tonto que, a los ¿diez? años, decía que quería ser escritor. No bombero ni médico. Escritor. ¿De qué? Si acaso un amiel de aldea.
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