En una tal enumeración de anticualidades encontraría Espénglerez su ideal de vida:
... uno se exponía a ser considerado un pobre reaccionario recalcitrante y carpetovetónico, un troglodita y un perezoso, un rutinario amante de la mediocridad, el típico funcionario alérgico a los cambios y a las novedades. (J. Ibáñez, El reverso de la historia)
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