11 de agosto de 2016

Misentropía

En la recopilación de textos de Azorin, Libros, buquinistas y bibliotecas (ed. Fórcola), se encuentra uno que a mí me parece muy hermoso: Quien narra es encargado de arreglar, en el plazo de un mes, una gran biblioteca particular. Pero no hay mucho por hacer. Pasan los días y nuestro personaje se limita a sentarse pensativo en un sillón. Únicamente, y esto debe ser revelador, se limita a poner en el orden correcto los tomos con la primera y la segunda parte del Quijote. De sobra está señalar que se siente muy satisfecho por el trabajo realizado.

(Una existencia genera un orden, un relato y un texto propios, espontáneos. Podemos pensar eso. Solamente cabe corregir pequeños matices sintácticos u ortográficos, por decirlo de algún modo. A mí el texto me ha parecido muy protoborgeano. Aunque el texto de Azorín es de 1945.)

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