9 de febrero de 2011

Increencia

El filósofo se convierte en un admirador de las cosas de la naturaleza. En ese momento, inadvertidamente, se convierte en un esclavo. Porque nada hay más admirable en las cosas que la solicitud que ponemos en ellas.

1 comentario:

José Antonio García Ramos dijo...

SOLO EN LA NATURALEZA ESTÁ LA VERDAD.
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