25 de febrero de 2011

Pub Coyote

(En torno a la edición de Tecnos del Segundo tratado sobre el gobierno civil de Locke, y la contextualización de V. Méndez)

La determinación de unas condiciones mínimas en el elector/ciudadano no justifican la democracia censitaria a dos siglos vista (y la corrupción y caciquismo consiguientes). Constituye, por encima de esa anécdota histórica, el Estado burgués: siembra la desigualdad natural entre los hombres.

Asi que esta modesta condición que se le pide al ciudadano (ten un mínimo, muchacho) quebranta la idea del reino de Dios. Nadie había habitado realmente en él, pero se fingía creída su existencia. La proclamación cínica, casi inadvertida, de un reservado el derecho de admisión (el club del pueblo de los ciudadanos propietarios) provoca en el ángel una mueca, una risa silente que no sé si llamar sangrienta. En ella, de ella, vamos viviendo y muriendo, como esclavos en conjunto satisfechos.

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(Locke Vs. Platón)

En esta caverna, espacio circular geográfico y social, en donde el público ruidoso jalea o calla la actuación de sus representantes temporales- en esta cueva moderna y gris, de paredes casi desnudas y una decoración minimalista, no hay un kabuki de sombras en la pared del fondo. Está en su lugar, estático, el emblema mundano de la raíz de todo poder: los dientes de sierra o las almenas sobre la sombra de oro. God save the king/the queen. My house is your castle (parlamentariamente hablando). Creedlo, confiad, hijos míos.

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