2 de octubre de 2010

Un comentario ayer, a un joven amigo

Estamos seguros de que no podemos seguir así, que algo va a cambiar (si no enfermamos o morimos, que esto nunca se sabe, pero vamos a pensar que no, cruzando los dedos), y que nuestra vida va a ser distinta. No sabemos cómo, no sabemos qué. Diferente, otro sentido del tiempo, del espacio y de los sucesos. Inconcreto este pensamiento que no es más que una sombra de intuición. No podemos más. Ahora bien, si nos equivocamos, si esta intuición en sombras no representa más que otra trampa del pensamiento, envuelto una vez más en los ropajes de la imaginación ilusa, ¿tendremos que olvidar después esta esperanza de renovación que nos habita ahora, por lo menos durante algunos segundos al día? Quien escribe, ¿está obligado a ser perpetuamente infeliz, a conocer el gris infierno en la tierra, a repetir las estaciones del desconsuelo? Escribir, ¿va a tener que ser llorar en una pantalla la vida que no vives, arrojarte al suelo a ver si recoges algunos granos mínimos, escasísimos, de la arena que se te escapa de entre los dedos? Tú, que tuviste el puñado y no supiste admirar su valor, entonces, hace un mundo---

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