Verbena: al principio, nada más que lentitud y fealdad en las calles. Hasta que llegamos a la cama elástica. Aquí, una familia de gitanos sordos conversando con su lenguaje de manos. Un niño sordo, también. Pienso que nunca llegué a entender a mi padre, el lenguaje (infinito) de sus manos, que a mí sí debía comprenderme (¿contienen otra cosa las palabras, las manos que las suplen y las nacen, que el aprecio, la amistad o la pasión?). La verdad es que nunca he sabido nada, ahora lo sé. Voy para 44.
No articula la lengua, articulan las manos. Arranca el lenguaje de la mano que acaricia, y si no arranca de ahí no creo que llegue a nacer nunca, aunque superficialmenete haya contacto. (Va una mano al cuerpo: a los labios, a la frente, hasta los dientes. ¿Qué más semántica queréis que este retorno renovado y eterno del anhelo?)
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