4 de abril de 2010

Ruinas

Hay varias como ésta en un radio de pocos kilómetros a la vista. Durante un tiempo, al principio de hacer fotos (gracias a las digitales la incompetencia se nota menos), me gustaba imprimirlas y luego escanearlas en blanco y negro, con poca definición. A veces salían unos efectos curiosos, agradables en alguna ocasión. Yo estaba en ese momento algo obsesionado con los textos de WG Sebald (lo que no deja de tener su guasa; antes había estado obsesionado por Th Bernhard), en los que se incluían fotos en blanco y negro como apoyo narrativo, por así decirlo. Ahora prefiero dejar las fotografías tal y como salen en esa instantánea que me parece más producto de la máquina que mía. Bienvenida sea la tecnología si nos da que pensar. Pero no es mucho lo que da que pensar una imagen como ésta que he tomado hoy, cerca de aquí. Ruinas, sí, de una casa cuya antigüedad ignoro, una entre varias como he dicho. Cada una en la cima de un otero, unas más resguardadas y otras directamente expuestas al viento. Supongo que estas personas (muertas quizás hace siglos) tendrían muchas cosas que contarse por las noches, y puede que sigan con su conversación eterna en otros mundos. También podía suceder que se visitaran por las noches unas familias a otras para conversar o jugar a las cartas, como hacía mi propia familia. Yo, que soy un solitario, no podría vivir de esa manera, creo, aislado de todo. Porque ocurre que se necesita la humanidad para huir de ella. Por eso tienes que buscarla cada día. No, la verdad es que yo no sabría vivir enfrentado a ese espejo sombrío que es el viento nocturno y nada alrededor, si no es el mundo a oscuras, del que nadie es señor.

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