22 de abril de 2010

Sobremesa

Yo no sé pensar. Así que el lenguaje está de fiesta, que planto unos párrafos que luego no sé si entenderé su significado, o su ausencia de significado. Digo "luego". Antes lo pienso. Lo escribo, después. Qué fatuidad, pienso (ahora), me digo, lo escribo, la de imaginar un "luego", un "alguna vez", un "en algún lugar". El lenguaje está de fiesta, recoge con su desorden, que es el mío, los párrafos que vienen de las voces ajenas (ya arrojé el espejo y cogí -agarré- la grabadora), los planta aquí, y va juntando, esta tarde, los versos ciclotímicos de un poeta (entre el entusiasmo carnal y la garantía de la destrucción) con el pianismo minimalista de Satie. Sin embargo, todo no es más, lo mío digo, que voces escuchadas, pues yo no tengo más que silencio, el alma en piedra, y unas manos para aparentar que estoy vivo. Sea.

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