4 de noviembre de 2009

4 de noviembre

Ha cambiado el tiempo.

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La educación vuelve infelices: todos no quieren ser sabios. No significa lo mismo que lo que yo quería decir, y que era "no todos quieren ser sabios". No significa lo mismo, y sin embargo manifiesta una tendencia social, creo yo: puede que ninguno, que nadie quiera ser sabio. Se habrá perdido, con ello, algo; o se habrá ganado deshacernos de una ficción. Será distinto, de todos modos.

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El tiempo deshace las imposturas: no deja nada de los gestos eternizantes y empelucados.

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Tendencia, igualmente: la pérdida, tecnoidolátricamente mediada, del sentido del gusto literario. La proliferación del best seller, y la asimilación de las belles lettres al precocinado exitoso. Por el camino de la igualdad de los temas tratados, en principio. Por la igualdad formal, después.

Esto merece una conversación, o concluirla.

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Los jóvenes, ilustrados o inteligentes que sean, demuestran cosas. Desean su para siempre. Sin embargo, en la vida no hay más que juicios ex post, y bastante negativos. El experto acaba siendo el que no sabe, creo yo.

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En las frases que dejo sin poner, aristotélico tardomoderno sin pretenderlo, que engañarían a quien no me conociera, haciéndole pensar en cargas profundas, frases que no existen realmente, se muestra una verdad, después de todo. La pereza de la razón del divagante, nada más. Un poco de cinismo, también. Porque, ¿quién no se pierde? Puesto que las ideas desencaminan.

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Cuando no se sabe qué decir, o cómo decirlo, se encuentra a una vieja novia lingüística: la palabra "mediar" y sus derivaciones. Épocas enteras han vivido en esta ignorancia, inducida por el prusiano H. y el judío M.

-¿Inducida? Déjame que mire, no me convence...

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Formalicemos:

Para cualquier texto de Platón, siempre se encuentra un british philologist que la lía.

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Delicioso: Adriano Celentano en Flor de pasión de radio 3, primera entrega.

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