19 de septiembre de 2006

Abismo

I.
Arrojó su voz al fondo, a la hondura o la falta de ella.

II.
En esta sentencia moral, que contiene el resumen de una trayectoria individual o social, leo yo el destrozo de la voluntad santa, el derrumbe de la voluntad bella.
Hay, en primer lugar, alguien que relata, accidentalmente, porque está ahí; después, la posición del narrador, en retirada de las acciones comunes; por último, el autor, desplazado de todos los imperativos económicos y políticos, postneolíticos: divinizado casi en su asiento de escriba, emancipado y capaz del anhelo de la ilustración que venga.

Está, también, la misión divina y la tentación demoníaca del hombre solo, el llamado: vacilando entre el paisaje de dominio y el deber.

III.
¿Qué es el individuo sin la política, sin la religión, sin el arte? Letra muerta, olvido o silencio. ¿De verdad queremos los ritos en vez del logos? Esto sucede cuando el significado de una Historia se desvanece: la hipérbole de la duda resulta fecunda para la razón teórica, fatal para la práctica. No entiendo por rito la vida común que decide representarse en común, en intervalos de tiempo convenidos: más bien la repetición sombría, esclava. Da lo mismo que sea un dios o una factoría.

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