5 de abril de 2025

Autoficciones

(Si escribo, preciso. Ojalá fuera también al revés, pero no lo veo o no llego.)

Lo que dice un realizador, exhibe, muestra... no vale solamente por la referencia. Su valor es diferente del mero significado. Entre los seres humanos la política se suma a la ontología.
Vale por cómo se le recibe. Así, I. B. es signo de la formación del espíritu sentimental y cultural de un subconjunto demográfico que contempla paciente sus películas.
Tampoco hay una letra directa que ofrezca el significado de las películas. La ontología tampoco transparece para el autor. Los signos mostrados son signos de su formación, y así sucesivamente. Podemos retroceder a Strindberg, por ejemplo, y nada cambia.
Comprenderse es comprender a través de los intentos de otro, atender a la manera en que otro se entiende. Puesto que uno mismo no se guarda la suficiente distancia, ni en espacio ni en tiempo. Sujeto consciente por mediación de la obra de otro, autoría ajena. O no comprenderse, si esa es la intención, la dilación de saber. (La muerte borra estas recurrencias, los ritos culturales como espejos dilatorios. Eso es verdad. Leer y ver son los recursos de la finitud, cuando no alcanzan las demostraciones. No se tiene la fuerza cristalina de Spinoza, por favor... Los dioses son otra cosa.
La verdad es que de nosotros mismos contamos muy mal, las cuentas las hacemos mejor con historias ajenas. La compasión debe desterrar las vislumbres de kitsch o ridículo. ¿Quién está libre?)

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