Memoria piadosa. ¡Vaya redundancia! El recuerdo que salva es el que está hecho de olvido de los agravios y agradecimiento de los bienes recibidos. De estos dones hasta los ateos fabrican sus dioses. Cualquiera comprende que debería estar a la altura de ese papel: ser recordado, provocar una punzada en el corazón, o una furtiva lágrima, sin tenernos en cuenta los errores. (Arrepentirse debe consistir en esta bendita trampa contable: mirar los haberes, volver la cabeza a las deudas.)
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