Si se concede al yo que enuncia, si obtiene un plus en la concesión de nuestra credulidad, esto ocurre por simpatía. Buscamos en lo escrito aquello que es semejante a nosotros, vidas que buscan vidas, que se reconocen en ellas. Como vivimos en primera persona caemos en el encantamiento de la primera persona ajena. Lo de menos es la ontología, que a la esencia transcrita le corresponda o no una referencia existente. Frente a un narrador en teecera persona, no obstante, nos identificamos antes con él que con su personaje.
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