Alguien nos dijo que dos individuos extraños se habían resguardado en una cueva. Sin armas. Así que los muchachos se sintieron convidados a arrojarlos piedras. Pero no sé si aquí hubo inventiva o maldad. Las ganas y la excusa para entretener las noches de estío, o el odio antiguo contra el margen. Como si Teseo y el hijo del toro se hubieran al cabo entendido, con el lógico peligro para la comunidad de campesinos.
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