Al sentido le ocurre lo que al tiempo. No le des el abrazo del oso. Déjalo corretear, cervatillo alegre y leve y gracioso, por prado ameno, cabe la ribera de riachuelos rumorosos. Observando desde lejos, fingiendo un puro desinterés, desde una ciudad gris o pasados diez terribles años, quizás te devuelvan los signos una mirada que contiene una promesa
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