A los bolcheviques no les importaba nada, dijo Trotski, “toda esa palabrería kantiana y vegetariana y cuáquera sobre la santidad de la vida humana”. Y el propio Lenin lo dejó por escrito con la cruda rotundidad de su prosa: “La victoria no es posible sin el máximo grado de terror revolucionario”. (A. Muñoz Molina, en Babelia)
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