7 de enero de 2008

¿Seguro?

Sic...:

"Precisamente la comprensión sentimental de este enigmático vacío y la placidez que conlleva ("somos hombres, y esto es lo que hay") es la negación de cualquier religión."

... et non:

El ateísmo (del paraíso platónico o cristiano o ...) no constituye una negación de la religión: es decir, este vacío plácidamente consentido me parece que podría constituir la forma más pura de religiosidad, y quizás de autoengaño (si lo más puro es lo más enrarecido)---

...

Puesto que de un resultado del razonamiento se trata (por muy propedéutico que sea), no excluiría yo el camino de ideas que han conducido hasta este fin: así que a los tropiezos y derrumbes de ideas podremos denominarlos voluntad u oscuridad, pero no nos habremos alejado demasiado de la razón (en Platón del ser puro y perfecto al no ser, nada más). Si acaso nuestra razón se habrá hecho práctica, crítica, conocedora de los límites. Pero limitarse y no creer es justamente la tarea ilustradora---

O sea: que no se trata de la admisión utópica de un formalismo (¿cómo voy a hacer yo esto?), ni de la identificación capciosa (no soy tan mala gente) del sentimiento simpático con el ánimo del lobo solitario; sino que se trata de los límites autoimpuestos por la misma racionalidad, en los que ella misma tiene que dedicarse a trabajar.

El hecho de que pueda fijarse genéticamente (evolutivamente) la aparición de un instinto benévolo y compasivo (una piedad premoral, biológica o lo que sea), efectivamente resulta muy relevante en todo este asunto: es algo que no ha producido la razón, pero que seguramente sí ha descubierto y ha pasado a formar parte de su acervo (ya no genético sino memético, recordando a mi querido R. Dawkins).

Puesto que ya no podemos ser inocentes, puesto que la razón se inscribe y se escribe en la historia de los acontecimientos humanos, y no podemos salirnos de toda esa suerte de mediaciones, y hasta el sólo hecho de intentarlo no conduce a nada más que a una nueva recaída, habremos (creo) de tomar muy en serio el lugar de esa racionalidad mediadora o comunicativa, por pobretones que resulten sus recursos y estrepitosos sus fracasos.

Claro, no se trata de suponer que puesto que se debe (formalmente) mantener ese único criterio del diálogo, el debate, la escritura o el estudio de lo mejor que la inteligencia filosófica de los hombres ha producido, tengamos (sustantivamente) que pensar en una utopía a realizar, que, casualmente, coincide con lo que dice tal partido o secta o iglesia.

Sólo que (me pongo ese experimento mental) no me imagino cómo iba yo de buena fe a asentar los derechos de mi pobre razón en una decisión de creer (en mi cultura, en mis dioses o en mis genes: da igual). A esa decisión, opuesra, de no recaer en la mala fe es a lo que yo quiero llamar racionalidad e ilustración---

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