La máquina de imaginar pesadillas es infalible, no perdona ni míticos marzos ni abriles. A la inercia de su malpensar la única salida que le queda es el cansancio y el olvido. Por tendencia la cogitación nefasta es leve y alada, siempre hacia lo alto -atenta al fuego que alienta la herida y destroza el ánimo-, y solo el tiempo, lo grave, la arroja a tierra.
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