No sé si tendrán mucho en común las experiencias particulares de un artillero austriavo que lee la Biblia y a Dostoievski y la de un abogado de Nueva Inglaterra que comenta lírica ente las cartas de un soldado francés.
Están del lado del espíritu que triunfa: leyes y máquinas.
Pertenecen a la misma experiencia de época, y a la misma categoría postaristot~lica emergente, la de la posibilidad radicalizada en la guerra.
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