Quien conoce la vecindad, a una décima de segundo, a la distancia de un abrir y cerrar de ojos, quien sabe la cercanía constante del desastre, cómo no va a agradecer el lenitivo de la escritura, ese invento de hace cinco mal años, en la mediana del neolítico en el que estamos, solo que con carreteras y móviles..
(Por alguna razón, la idea de leer algo de Max Frisch me parece feliz.)
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