Una modestísima opinión: la legalidad constitucional debe ser salvaguardada, y no hay atajos para la democracia. La voluntad, per se, es un cuento. Lo primero es la ley. Ahora bien, una democracia puede ser generosa. Y si no ha habido delitos de sangre, debe. La España de fray Antonio de Montesinos puede permitirse eso y mucho más. Al fin y al cabo, la piedad no vino a derogar la ley, sino a conducirla a su perfección.
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