Tiempo después, ya en Buenos Aires, la señora de Borges le mostró a Di Giovanni los abrigos de pieles colgados en su armario y fue designándolos uno por uno con nombres de grandes escritores americanos: Poe, Whitman, Melville, Hawthorne. Cada abrigo lo había comprado con el importe de una conferencia dedicada por Borges a alguno de aquellos escritores. Elsa era vulgar y codiciosa, reía a carcajadas, se quejaba sin disimulo de la impotencia de Borges, cometía robos ínfimos en las casas de la gente que los invitaba, solo tenía interés en ir de compras, era celosa, se acomplejaba ante los amigos intelectuales de su marido. (A. Muñoz Molina. En Babelia)
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8 de noviembre de 2014
Alta y baja cultura
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