31 de agosto de 2006

Fotografías

Cuando no se tiene un álbum familiar cuesta justificar su uso. No sirven de prueba emocional, lo que más bien facilita su misma ausencia: palabras no dichas, recuerdos inexistentes, una guerra no combatida y una postguerra muy cruel. Tengo mis propias víctimas, sin conocerlos: podían haber sido dos muchachos sanos, alegres. Ingenuos o sabios, eso da igual. Tengo por cierto que cualquier relación de vidas posibles, frustradas, se queda en la arbitrariedad, como algo insatisfactorio. Recuerdo más bien esos sentidos, esas vidas (aunque más bien es una resonancia, una carencia o una intuición), en aquellos momentos que dedico a pasear: sospechamos de esas construcciones en ruinas, como si ya fueran de la montaña y ahí mismo pudiera estar parte de la respuesta. A mí me parecen esas imágenes fragmentos de la totalidad que se busca, en cada caso, a veces sin saberlo: fotografías no hechas, enunciadas y más plenas de contenido al quedar abiertas.

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